Heinlein: el camino del individualista

Publicado el 09 mayo 2015 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Iván Rodrigo Mendizábal

Hay una frase en Ruta de gloria (Glory Road, 1963) de Robert A. Heinlein que claramente muestra una posición respecto a la política. Esta señala, por boca de uno de sus personajes: “La democracia no puede funcionar. Matemáticos, campesinos, y animales, eso es todo lo que hay. Así que la democracia, una teoría basada en la asunción de que los matemáticos y los campesinos son iguales, nunca puede funcionar. La sabiduría no es aditiva; su máximo es el del hombre más sabio del grupo”. Pues bien, se parte del hecho que la democracia es un artificio que intenta “igualar” a todos, pero que en el fondo lo que importa es el “hombre sabio”, es decir, el individuo, quien seguramente podría trazar el camino de todos los de la comunidad.

Robert A. Heinlein, uno de los mayores representantes de la ciencia ficción norteamericana es quien, con frases o ideas de este tipo plagó sus obras, desafiando a los lectores y el sentido común prevaleciente en su sociedad. No se puede desmerecer el hecho de su formación militarista, de su ímpetu activista, etc., cuestiones que le llevaron a mostrarse, en efecto, como uno de los representantes de un pensamiento conservador, defensor neto del liberalismo.

En la misma novela, no obstante Heinlein se muestra como un ser distante con la democracia, también tiene el sentimiento que hay algo que debe hacer posible el gobierno. El propio personaje, a continuación de la anterior afirmación, señala: “Pero una forma democrática de gobierno me parece bien, mientras no funcione. Cualquier organización social marcha bastante bien si no es rígida. La estructura no importa, con tal de que exista la holgura suficiente para permitir que un hombre en una multitud manifieste su genio. La mayoría de los llamados científicos sociales parecen creer que la organización lo es todo. Es casi nada… salvo cuando es una camisa de fuerza. Lo que cuenta es la incidencia de héroes, no la pauta de ceros”.

¿Qué es lo que Heinlein está proclamando? En esencia ese factor del liberalismo en contra del comunitarismo: un sistema que no sea rígido, poco controlador, donde la autoridad no sea impositiva sino que más bien provenga de los “héroes”, de esos que tienen iniciativa, que tienen “genio” –en el sentido de capacidad, de decisión, de libertad–, donde se deje, si se quiere, “fluir” al héroe quien, como en una frase siguiente, en la misma novela que menciono, “trabaja de su profesión”.

Tropas del espacio (Starship Troopers, 1959) es, quizá, uno de los ejemplos de estos postulados. Se trata de una novela en el que un soldado pasará los niveles de aprendizaje militar para llegar a ser un oficial, en el marco de una guerra contra unos insectoides que invaden la Tierra y casi la destruyen. Este soldado, del mismo modo que sus compañeros, cada uno exhalando el ímpetu heroico, deberán finalmente aniquilar a los insectoides que “viven” de una manera comunitarista. La manera es claramente por la vía de la imposición de la fuerza y del poder que supuestamente le implica. En una parte de la novela se lee, por boca de uno de los instructores del aparato militar: “La violencia, la fuerza bruta, ha arreglado más cosas en la historia que cualquier otro factor”; es decir, que se debe desconfiar de todo tipo de gobierno deliberativo o consensuativo, sino que por el mismo hecho de que tiene un mandato, este se tendría que manifestar por la vía de la fuerza bruta. En efecto, la novela de Heinlein es una abierta declaración de principios sobre el guerrerismo, sobre el militarismo, sobre el poder; la clave de ello es que estos órdenes asegurarían la libertad en la democracia, la libertad de expresión, la libertad del hacer de los “héroes”.

Para Heinlein el héroe es alguien quien se forja enfrentando y solucionando diversos problemas. Leamos otra idea, plasmada en su novela Tiempo de amar (Time Enough for Love, 1973), contenida en la parte de los “Cuadernos de Lazarus Long”, donde se plantea: “Todo ser humano debería ser capaz de cambiar unos pañales, planear una invasión, desollar un cerdo, gobernar un buque, escribir un soneto, proyectar un edificio, hacer un balance, levantar una pared, poner un hueso en su sitio, auxiliar a un moribundo, recibir órdenes, dar órdenes, cooperar, actuar solo, resolver ecuaciones, analizar un problema nuevo, estercolar, programar una computadora, cocinar un plato sabroso, combatir con eficacia, morir con gallardía. La especialización es para los insectos”.

De acuerdo a estas tesis, es evidente que la tarea del héroe es ante todo enfrentar sus propias limitaciones y volverlas potencialidades; pero especializarse implica apenas imitar el cuerpo comunitarista para luego imbricarse en él. ¡Heinlein no tiene una buena opinión de las formas de gobierno y estructuras sociales que “clamen” las mayorías!

Robert A. Heinlein fue un escritor polémico. La ciencia ficción para él fue el medio para plantear sus posturas políticas sobre el mundo que le tocó vivir, traspasado por guerras, por odios y por esa tensión que implicó las formas de gobierno masificantes y harto coartantes de las libertades individuales.

La obra de Heinlein, de acuerdo a ello, se puede decir que es más bien conservadora, justificadora de un tipo de política donde la autoridad la tiene, más que un tipo de gobierno, un héroe individualista para quien el camino de aprendizaje desde abajo debe ser vital. Pero ese héroe, a la final, lleva la marca de un poder social e incluso imperialista; en la mencionada Tropas del espacio es así que se lee: “Nuestra misión consiste en que el enemigo comprenda que podríamos destruir su ciudad, aunque no lo hagamos, pero que no pueden sentirse seguros aunque nos abstengamos de realizar un bombardeo total”. En este marco, el héroe vendría a ser el brazo de eso que implica el dominio total. Solo se ejerce violencia cuando amerita, pero antes es necesario su mostración como medida preventiva. De alguna manera, Heinlein nos muestra para el presente un ideario inocultable, objetable y problemático.


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