Por Iván Rodrigo Mendizábal
Hay una frase en Ruta de gloria (Glory Road, 1963) de Robert A. Heinlein que claramente muestra una posición respecto a la política. Esta señala, por boca de uno de sus personajes: “La democracia no puede funcionar. Matemáticos, campesinos, y animales, eso es todo lo que hay. Así que la democracia, una teoría basada en la asunción de que los matemáticos y los campesinos son iguales, nunca puede funcionar. La sabiduría no es aditiva; su máximo es el del hombre más sabio del grupo”. Pues bien, se parte del hecho que la democracia es un artificio que intenta “igualar” a todos, pero que en el fondo lo que importa es el “hombre sabio”, es decir, el individuo, quien seguramente podría trazar el camino de todos los de la comunidad.
Robert A. Heinlein, uno de los mayores representantes de la ciencia ficción norteamericana es quien, con frases o ideas de este tipo plagó sus obras, desafiando a los lectores y el sentido común prevaleciente en su sociedad. No se puede desmerecer el hecho de su formación militarista, de su ímpetu activista, etc., cuestiones que le llevaron a mostrarse, en efecto, como uno de los representantes de un pensamiento conservador, defensor neto del liberalismo.
¿Qué es lo que Heinlein está proclamando? En esencia ese factor del liberalismo en contra del comunitarismo: un sistema que no sea rígido, poco controlador, donde la autoridad no sea impositiva sino que más bien provenga de los “héroes”, de esos que tienen iniciativa, que tienen “genio” –en el sentido de capacidad, de decisión, de libertad–, donde se deje, si se quiere, “fluir” al héroe quien, como en una frase siguiente, en la misma novela que menciono, “trabaja de su profesión”.
De acuerdo a estas tesis, es evidente que la tarea del héroe es ante todo enfrentar sus propias limitaciones y volverlas potencialidades; pero especializarse implica apenas imitar el cuerpo comunitarista para luego imbricarse en él. ¡Heinlein no tiene una buena opinión de las formas de gobierno y estructuras sociales que “clamen” las mayorías!
Robert A. Heinlein fue un escritor polémico. La ciencia ficción para él fue el medio para plantear sus posturas políticas sobre el mundo que le tocó vivir, traspasado por guerras, por odios y por esa tensión que implicó las formas de gobierno masificantes y harto coartantes de las libertades individuales.
La obra de Heinlein, de acuerdo a ello, se puede decir que es más bien conservadora, justificadora de un tipo de política donde la autoridad la tiene, más que un tipo de gobierno, un héroe individualista para quien el camino de aprendizaje desde abajo debe ser vital. Pero ese héroe, a la final, lleva la marca de un poder social e incluso imperialista; en la mencionada Tropas del espacio es así que se lee: “Nuestra misión consiste en que el enemigo comprenda que podríamos destruir su ciudad, aunque no lo hagamos, pero que no pueden sentirse seguros aunque nos abstengamos de realizar un bombardeo total”. En este marco, el héroe vendría a ser el brazo de eso que implica el dominio total. Solo se ejerce violencia cuando amerita, pero antes es necesario su mostración como medida preventiva. De alguna manera, Heinlein nos muestra para el presente un ideario inocultable, objetable y problemático.
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