Helsinky

Por Orlando Tunnermann
 DATOS. HELSINKY QUEDÓ PRÁCTICAMENTE DESTRUIDA EN EL AÑO 1808 A CAUSA DE UN TERRIBLE INCENDIO. EN EL AÑO 1812 SE INICIA UN PLAN URBANÍSTICO QUE DIVIDIRÍA LA PRIMIGENIA ZONA DE VIVIENDAS DE MADERA Y LA NUEVA, QUE UTILIZARÍA PIEDRA. LLEVÓ A CABO TAL PROYECTO EL ARQUITECTO CARL ENGEL. EL ASPECTO ACTUAL DE LA MARAVILLOSA PLAZA DE LA ESPLANADA DATA DEL AÑO 1840.
Me he puesto la capa de explorador y me he propuesto conquistar nuevas tierras allende los mares (más allá de los mares). Rumbo a Helsinky voy en barco a presentarle mis afectos a la capital finlandesa. Nada más arribar al puerto, que es precioso y tiene unas vistas soberbias desde la cubierta del barco, con la cámara de fotos ya echando humo, me apeo para encontrarme con una ciudad elegante, cara, bonita y diáfana, con espacios abiertos que animan mi espíritu de caminante incansable. Me rodean los puestos callejeros en el atracadero. Souvenirs endémicos (de esa región) que tienen un precio como para cortarse las venas.
Sin embargo, para comer, aparte de una delicia visual, es económico y el pescado está como para chuparse los dedos. Por aquí anduvieron los suecos antes de la hegemonía rusa, desde el año 1811. Neoclásico precioso que poco revela ya de un pasado dominado por la inestable y combustible madera. De aquellas reconstrucciones y lavado de cara se hizo cargo Aleksandr II.
Caminando por el puerto, esquivando a esos torpedos a dos ruedas (bicicletas) que pasan raudas a mi vera, observo esos cruceros repletos de turistas que han pagado, con cena incluida, para visitar las islas aledañas. Gente de todas las naciones sube a los autobuses turísticos y a los tranvías para pasar un día inolvidable en la coqueta y elegante Helsinky.
Me habían hablado de esta ciudad como de algo desdeñable y anodino. Las comparaciones son odiosas, la verdad. Cierto es que Helsinky no es Estocolmo, ni Praga ni tampoco Viena o la selva negra alemana. Pero tiene sus acicates y bien valen la pena para pasar un día estupendo y memorable.
No tengo que quemar demasiada suela para llegar ya a una de las partes más descollantes (destacables) de la ciudad. Estoy en Norra Esplanaden y ya veo una madeja humana arremolinada en torno a la "Sirenita" autóctona:

Havis Amanda es su nombre, una escultura de bronce del año 1908 creada por Ville Vallgren como producto de su etapa parisina. La efigie en cuestión es una mujer desnuda que surge entre las algas marinas y, entre peces y lobos, mira hacia atrás como si se despidiese de su hogar marino. El autor quiso plasmar con esta obra el renacimiento de la ciudad. La fuente donde la beldad (mujer bella) se iza tiene 5 metros de altura desde el pedestal. Vallgren se inspiró para su creación en una joven parisina de nombre Marcelle Delquini. Pese a que me cueste abandonar esta zona tan animada, es momento de moverse. La plaza del Senado bien lo merece. Desde un púlpito magnífico nos observa Alexander II. Me espera más allá la fabulosa catedral luterana de Ludwig Engel, construida entre 1822-52. 



Es una maravilla esa fachada imponente de color blanco, ornamentada con verdes cúpulas y estrellas doradas, típica estampa de marchamo ortodoxo. Tus piernas querrán quedarse atrás cuando enfilen la descomunal escalinata que lleva al templo, pero bien vale la pena el ejercicio. La plaza, obra del propio Engel, es un concilio de gaviotas al más puro estilo Plaza de San Marcos de Venecia. Cuando entras a la iglesia, después de traspasar los formidables pilares verticales (columnas), reparas en la simpleza casi baldía de la catedral que se construyera como tributo a Nicolás II. Y ya que estamos religiosos, otra iglesia: la de Uspensky o Uspenifo, que significa "dormición" (1868). Esta es realmente hermosa, toda roja en ladrillo, engalanada con doce cúpulas y capirotes verdes. Dedicada a la advocación de la dormición de la Virgen María, es una mole enorme perfectamente visible cuando llegas en barco. Esta iglesia ortodoxa es la más grande de Europa Occidental y la construyó Aleksei Gornostajev.

Si buscas información de Helsinky, no dudes en pasarte por la oficina de Unionsgatan, pero si el cuerpo te pide refrigerio, entonces regresa a la zona del puerto. Sin darme cuenta he regresado a Norra Esplanaden, que es una parte de la ciudad donde la ostentación y la holgura económica son evidentes. Si te pierdes por las aledañas descubrirás preciosos ejemplos de art nouveau. Hay un monumento interesante en la avenida de Mannerheim, dedicado a este héroe finés de la Segunda Guerra Mundial.


Militar y político, salvó al país de la ocupación soviética. Prosigue mi periplo finlandés hacia la recta final de este día para detenerme ante la singular iglesia subterránea de Timo y Tuomo Suomalainen. La iglesia de la Roca, año 1969, ubicada en Luthergatan, efectivamente se sumerge en el subsuelo para conducirnos hasta un peculiar diseño teológico de madera de abedul y cobre. Tienes que verla, no se parece a nada que hayas visto antes. Sobre todo teniendo en cuenta que esta iglesia queda sumida en las entrañas terráqueas como si de una caverna se tratase. Dispone de baños de pago, un euro. El interior, circular, acaba en una cúpula de cobre y las paredes son roca desnuda. Como digo impresiona, es bonita, diferente, espaciosa. Ya al aire libre, mis pulmones parecen agradecer la visita al parque de Sibelius. Grande, idílico, bonito, todo el mundo se hace fotos ante el monumento al eximio compositor finlandés. Este pulmón urbano esta habitado por gaviotas y otras aves que no dudan en aproximarse para arrebatarte el bocadillo.

Verás mucho turista, autocares que vomitan pasajeros estacionales, gente arremolinada en torno a un picnic de fin de semana...
Finlandia queda ya atrás. Es tiempo ya de retornar a Tallin.