Abril será el “mes de los ancianos”, y la ONU celebrará en Madrid la II Asamblea Mundial del Envejecimiento, de la que saldrá una declaración de derechos de los mayores.
Esta es la historia del zaragozano Jesús de Sosa Vázquez, de 82 años, que nunca conoció esos derechos:
Viudo y abandonado por sus hijos, oía noticias radiofónicas sobre cercanos atentados, asesinatos, arreglos de cuentas, violaciones, atracos, tirones, malos tratos, estafas.
También había sido víctima de la violencia: un día, tras salir del banco de sacar algún dinero de la pensión le pusieron una navaja al cuello y le quitaron lo que llevaba. Otra vez lo golpearon hasta dejarlo medio muerto unos jóvenes encapuchados a los que les había pedido que no rompieran escaparates.
Estoy viejo y asustado, escribió en unos papeles en los que contaba también que caminaba por el centro de las calles para evitar los portales, de los que podía salir cualquier agresor.
Un día, vio en la televisión el cuello de un hombre que había sido tiroteado. Brotaba sangre a borbotones, uno por cada latido, cada vez más débil.
Aquellas imágenes le ayudaron a tomar la decisión de no volver al mundo exterior. Según escribió, se quedaría en casa solo y sin exponerse a los peligros de las calles.
La policía encontró su cadáver comido por las ratas. Los vecinos habían denunciado que la casa olía a muerto.
Sus hijos pleitean y se pelean ahora por la propiedad del piso.