Me llevo quince meses con el mayor de mis tres hermanos pequeños, lo que significa que no tengo recuerdos previos a ese acontecimiento. Es decir, que desde que tengo consciencia soy hermana mayor, algo que ha condicionado mi vida totalmente. Mi forma de ser viene determinada por este hecho casual: haber nacido antes que los demás.
Esto acarreó desde bien pronto la asunción precoz de responsabilidades. Echarles un ojo para que no metieran los dedos en los enchufes, pintaran las paredes del pasillo o tiraran del cable de la plancha... aunque lo más divertido fue cuando me dejaron llevarles a mÍ sola al colegio, algo impensable en los tiempos que corren a pesar de ser mucho más seguros que los de entonces. Nos juntábamos con otra familia numerosa e íbamos liándola de lo lindo por la calle.
Nunca tuve celos de mis hermanos pequeños. Me venían muy bien y les manipulaba sin problema para que hicieran lo que a mí me daba la gana. Realmente era muy práctico... poco ético, sí... pero peor es tener 'pelusa' y querer estrangular a esos pequeños mocosos rompe-juguetes.
Uno de mis juegos favoritos de pequeña era hacer una clase con mis hermanos. Por supuesto, yo era la profesora. Otro juego también muy habitual era la agencia de detectives, en la que investigamos el secuestro de alguno de los peluches gigantes o el robo de las joyas de plástico de mi hermana. También, por supuesto, yo era la jefa. ¿Cómo no voy a ser mandona con tantos años de entrenamiento?
Puede que por eso, mi rol en el trabajo tiene mucho de 'hermana mayor': mandar, enseñar y corregir... y también muchos de mis amigos son también hermanos mayores. No lo he buscado me he encontrado con ello, pero sí que creo que puede ser un factor determinante de conducta y que, aunque sea involuntariamente, me siento cómoda con los que comparten ese patrón.