En varios capítulos, dedicados al artista palentino Herminio Revilla, pretendo dar a conocer la vida y valores de este creador, un anticipo de lo que con el tiempo será un libro dedicado a este genial imaginero, hombre sencillo que goza de una actividad creativa con visión pedagógica.
El artista de Villabellaco. -
Herminio Revilla Fernández nació un 18 de febrero de 1943, en la misma casa en la que se encuentra su museo en la pequeña localidad de Villabellaco, pedanía que pertenece a Barruelo de Santullán. Según Herminio: "En aquella época había necesidad de mucho y escasez de todo", tiempos duros y de mucho sufrimiento en plena posguerra, por lo que Herminio, el mayor de ocho hermanos, no pudo disfrutar de muchos lujos en casa de sus padres, labradores humildes y pequeños ganaderos que sobrevivían con dificultades gracias a las cosechas de cereal y a sus animales.
El primer maestro que tuvo Herminio fue su padre, que reparaba aperos de labranza y aparejos del ganado, y tenía la habilidad de fabricar sus propias herramientas. Herminio, muy observador y curioso, se fijaba en los trabajos que hacían las prodigiosas manos de su progenitor, quien le regaló una navaja el día de su décimo cumpleaños, "La navaja fue para mí el mejor regalo y la máxima satisfacción que podía tener", fue su herramienta perfecta para aprender a esculpir la madera, adquirir destreza y desarrollar su ingenio. Con un trozo de madera fue capaz de hacer una cadena de una sola pieza, que muestra con orgullo en su museo.
Tras las enseñanzas de su padre y de su tío, tuvo Herminio otro maestro, de quien más lecciones aprendió, se trata de un vecino suyo que era vaquero. El vaquero cuidaba el ganado y pasaba el día tallando en madera, trabajos en los que Revilla puso toda su atención, hasta que aquel niño fue capaz de realizar sus propias obras.
Herminio no jugó con otros niños. -
Gracias a sus hábiles manos, y a su portentosa imaginación, Herminio Revilla fabricó sus juguetes, bailarinas y chiflitos, bolas y pelotas de madera. Sorprende que no jugara con otros niños, su juego preferido era tallar la madera. Cuando iba a Barruelo, población minera, que en aquellos años era de las más importantes de España, junto con Guardo, Herminio observaba aquellas invenciones de las que no podía disfrutar en su pueblo, un ejemplo claro fue la luz eléctrica, le intrigaba cómo podían aquellos filamentos proporcionar luz a través de una bombilla; o cómo salía agua de un grifo. Todo llamaba la atención a Herminio: el movimiento de los vehículos, el de las bicicletas, y lo que tenía tracción mecánica.
Los Maristas de Barruelo.
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