Hermosa música para disfrutar en otoño

Por Chicosypapas @ChicosyPapas
Algo que me gusta de ser mamá es volver a jugar, a sentarme en el piso, leer cuentos en voz alta haciendo diferentes voces, y ¡cantar! Disfruto muchísimo de encontrar canciones nuevas y también de recordar las que me cantaban mi mamá o mi abuela. Por eso me alegré tanto al descubrir a Naranja Dulce.
“Despertando molinos”, el segundo disco del grupo, me llevó al patio de la escuela, a la rayuela, a la soga y las bolitas, al pisa pisuela, la pelota de trapo y a terrome terrome con la canción “Veredeando”.
Jugamos con Ana, de ocho años, con mi sobrina de seis, y con Lulú, que acaba de cumplir uno, con rimas que nos dieron risa, adivinanzas fáciles y no tanto, y trabalenguas que desafiaron a las más grandes.
El disco tiene hermosas canciones propias como el candombe “Pica repica” y “Flores amarillas” en la que se luce la voz dulce y cálida de Cecilia Allende, la única mujer de la banda compuesta también por Santiago G. Bienes en guitarra y voz; Hernán Fernández en bajo; Martín Sosa en batería; Gastón Fernández en percusión; y Nikanor González Bienes Aybar en guitarra y piano.

Escuchar “Despertando molinos” también me transportó a la casa de mis abuelos, en la provincia de San Juan, para acurrucarme en su cama, bien tapada, mientras mi abuela cantaba “La barca”; o para jugar en el patio al ritmo de “La pájara pinta”. Esas canciones tradicionales que se van transmitiendo de boca en boca y de generación en generación y que, por suerte y gracias a la bellísima voz de Allende, también se graban para que más chicas y chicos (y otras mamás, papás, tías y abuelos) que no las conocían, las incorporen a sus repertorios para mañanas frías de otoño, para cantar a la hora de bañarse o al salir a pasear y saludar palomas.
Naranja Dulce presenta “Despertando molinos” el domingo 11 de junio a las 16 en el Chacarerean Teatre (Nicaragua 5565, en Palermo). El espectáculo nos gustó mucho. Fue el primero al que llevamos a Lulú y fue realmente una propuesta para toda la familia. La luz siempre estuvo un poco encendida, el volumen jamás fue excesivo para una nena chiquita y ella bailó, estuvo a upa, se sentó en el piso con la hermana, aplaudió y gritó “¡¡bravo!!” al finalizar las canciones que más le gustaron. Las más grandes juntaron flores amarillas y disfrutaron de los vientos traviesos que invitan a recorrer diferentes ritmos de nuestra América.
“Despertando molinos” nos deja ese gusto rico y la alegría de saborear una naranja, de las dulces.
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