Título: World Tour (IV)
Autor: Raúl Montesdeoca
Portada: Juan A. Campos
Publicado en: Enero 2017
¡Final de saga! Con el gobierno de Symkaria bajo el control de Cráneo Rojo e Hydra, Marta Plateada y los Héroes de Alquiler tendrán que enfrentarse a esta nueva y peligrosa situación ¿podrán detener a la siniestra organización antes de que sus planes den frutos?
Estrellas invitadas: Capitán América y Thundra!
Stan Lee y Action Tales presentan:
Creado por Chris Claremont y John Byrne
En algún lugar en las montañas de la frontera norte de Symkaria. —Debo tener congelados hasta los pensamientos —protestó Luke Cage.
Pero Cage tenía razón, a pesar de las ropas para protegerse del frío, el aire glacial de las montañas norteñas de Symkaria se las apañaba para colarse bajo el tejido. Llegar hasta aquel punto había sido una pequeña odisea que se salía fuera de todo lo común. Empezando por el inusual aterrizaje en el aeropuerto de Doomstadt en Latveria. Marta Plateada era ahora la persona más buscada en Symkaria, acusada de instigar el magnicidio del recientemente fallecido rey Stefan. La mercenaria del pelo plateado no había querido entrar en la zona aérea del país para evitar un enfrentamiento con las fuerzas aéreas symkarianas. Una acción de ese estilo sería sin duda aprovechada por los golpistas financiados por Hydra para presentarla ante la opinión pública internacional como culpable. Por eso habian aterrizado en Latveria y habían atravesado la frontera del norte a pie, a través de un viejo paso de montaña y guiados por una caravana de zíngaros hasta las estribaciones del monte Balban.
La impresionante mole de piedra era el pico más grande y majestuoso del macizo que servía de frontera natural entre el país y las tierras del incómodo vecino del norte, el Doctor Muerte. Cubierta de nieves eternas era un símbolo para los symkarianos, que la habían bautizado con el nombre de la dinastía de la que formaba parte el rey Stefan. Una dinastía que vivía sus horas más oscuras tras el asesinato de un monarca que no dejaba ni descendencia ni un heredero designado.
—Que me aspen si eso no es una estación de esquí —dijo Gata Negra extrañamente animada, pues llevaba horas sin proferir sonido alguno y con un humor bastante sombrío.
La sensual mujer siempre estaba elegante, incluso con la pesada parca para protegerse del frío. Sostenía unos binoculares y señalaba a un punto situado al sudoeste de su posición.
—Symkaria ha desarrollado una importante industria turística para deportes de nieve, que aquí se pueden practicar todo el año. La zona alberga uno de los mejores y mayores complejos hoteleros de montaña en Europa, y me atrevería a decir que del mundo —explicó Marta Plateada con indisimulado orgullo patrio.
—Ohhh, que maravilla. Estoy deseando darme un baño templado y tomar una taza de chocolate muy caliente con nubes de malvavisco —se imaginó Colleen Wing en voz alta.
—Si yo fuera tú no me haría demasiadas ilusiones —advirtió Marta Plateada en tono serio y preocupado.
—¿Qué sucede? —quiso saber Puño de Hierro.
La comitiva entera centró su atención en el punto indicado. Varios camiones militares de transporte mantenían bloqueada la carretera por la que se llegaba al monte Balban. Gracias a los potentes prismáticos que portaban llegaron a distinguir los uniformes de los soldados que custodiaban el acceso. No eran militares symkarianos, sino tropas de asalto de Hydra.
—Ya ni siquiera se molestan en disimular su presencia, deben creer que lo tienen todo muy bien atado si se exponen de esa manera —comentó Luke Cage.
—Me pregunto qué demonios hacen aquí esas tropas. Esto no parece tener mucho interés militar —observó Misty Knight.
—Rehenes —sentenció Marta Plateada—, el valle y la falda del monte están llenos de turistas provenientes sobre todo de los principales países europeos. Si llega el momento, es una baza que Hydra podrá jugar para desanimar a la Unión Europea de intervenir en el país. Ningún gobierno querrá tener que responder a sus ciudadanos por qué centenares de sus compatriotas han sido asesinados mientras hacían turismo.
—No quiero ser la aguafiestas, pero ellos tienen todo el país bajo su control y a un ejército de su parte. Mientras que nosotros tan solo somos seis, ni siquiera tenemos al Halcón o a Tigre Blanco. ¿Soy la única que piensa que esto nos supera? —preguntó Gata Negra al resto del grupo.
Fue Marta Plateada la que tomó entonces la palabra.
—Lo que ha dicho la señorita Hardy es importante. Eso me lleva a algo que quería deciros y ha llegado el momento de hacerlo. Aprecio sinceramente vuestra ayuda, me habéis apoyado más allá de lo que era vuestro deber. Pero llegados a este momento, creo que es un buen momento para que lo dejéis. Todavía tengo más aliados en este país de lo que esos aprendices de nazis se creen. Estoy en un terreno que conozco a la perfección. No hay motivo para que sigáis adelante, no tenéis ninguna responsabilidad conmigo ni con Symkaria.
Todos quedaron en silencio por unos momentos, digiriendo las posibilidades que se les abrían.
—Es algo que debemos decidir de inmediato —dijo Luke Cage—, yo hablaré exclusivamente por mí. Debo reconocer que durante un tiempo llevo dándole vueltas al sentido de nuestro trabajo. Está bien luchar contra supervillanos, pero creo que debemos ser algo más que eso. No se trata solo de proteger a la gente, también hemos de ayudarla. Y si bien el destino ha querido llevarnos por un camino que no era el que yo había pensado, ahora tenemos la oportunidad de ayudar a los ciudadanos de Symkaria para devolverles la libertad que les han robado. La gente es gente, vivan en Harlem o en Symkaria. Yo me quedo.
—Después de un discurso tan inspirado por parte de mi socio, quedaría mal si no dijese lo mismo que él —bromeó Puño de Hierro dando una afectuosa palmada en el hombro de Luke.
Misty Knight no sabía qué decir. Colleen Wing se le adelantó poniéndose de parte de Luke y Danny Rand.
—Eso ya hace una mayoría —dijo Misty Knight.
Todos miraron entonces a Gata Negra.
—Misty acaba de decirlo, habéis ganado. Terminemos este trabajo de mierda cuanto antes, mi pelo necesita con urgencia un acondicionador —refunfuñó Felicia Hardy.
—Bien, aclarado este punto, ¿cuál es el plan? ¿Vamos a por los esbirros de Hydra y les damos sandwich de nudillos? —preguntó Misty Knight.
—Empiezas a parecerte demasiado a mí —bromeó Luke Cage.
Ignorando por completo el comentario de Luke, Marta Plateada respondió a Misty Knight:
—No, debemos preocuparnos de ganar la guerra. Esa es una batalla que con suerte podremos evitar. Las unidades de Hydra deben tener una base cerca de aquí. Estamos a más de cincuenta kilómetros de cualquier centro importante de población a través de una única y sinuosa carretera a través de las montañas, así que deben tener un lugar donde abastecerse y descansar no muy lejos. Y creo que sé dónde puede ser —dijo esta vez con un esbozo de sonrisa en sus labios.
Antigua base de U.L.T.I.M.A.T.U.M. en Symkaria.
Marta Plateada había acertado plenamente con sus sospechas. No tenía mérito, como ya había dicho a los Héroes de Alquiler conocía el terreno a la perfección y no había muchas opciones donde emplazar una base de suministros en unos parajes tan escarpados y montañosos. Se veía bastante ajetreo en el lugar y se notaba que estaban en estado de alerta. Con bastante frecuencia entraban y salían camiones transportando tropas con el uniforme de Hydra, para controlar a los muchos turistas que pasaban sus vacaciones en los complejos hoteleros del cercano monte Balba. No quitaba ojo de encima a las evoluciones de lo que sucedía en la base a través de sus prismáticos. Se familiarizaba con los ciclos y memorizaba las rutinas, su mente privilegiada para la estrategia bullía con información.Ninguno de los Héroes de Alquiler se atrevió a molestarla mientras la veían intensamente concentrada en su tarea, era mejor dejar esas cosas a los profesionales. —Es un verdadero fastidio que El Halcón tuviera que quedarse en Canadá, un observador aéreo avanzado nos podría haber venido muy bien —dijo finalmente Marta Plateada. —¿Tenemos un plan entonces o no? —preguntó Gata Negra. —Tenemos un plan y tú vas a ser nuestra estrella —le respondió la symkariana con contundencia. La estrategia de Marta Plateada demostró ser todo un éxito. La base estaba excavada en la misma roca de la montaña, lo que la convertía en una fortaleza inexpugnable para un asalto. Pero tenía un punto débil, era un lugar difícil de ventilar por lo que necesitaba succionar aire fresco del exterior con unos potentes ventiladores. Gata Negra se deslizó sin ser vista hasta las entradas de aire y depositó sobre cada una de ellas un vial con un líquido transparente. Cuando la tarea estuvo finalizada avisó a Marta, que activó un emisor que llevaba en su cinturón. Empezó a surgir una nube de humo blanco de los frascos que era devorado por las bombas que empujaban el aire hacia el interior de la caverna. La sorpresa había jugado de su parte y pudieron tomar la base sin apenas esfuerzo. Tampoco tuvieron grandes problemas para defenderse cuando comenzaron a regresar las tropas estacionadas en el acceso al monte Balba. El sitio se defendía prácticamente solo, con apenas dos ametralladoras consiguieron repeler los pobres intentos de los soldados de Hydra por recapturar la posición.Con el rabo entre las piernas los frustrados asaltantes tuvieron que retirarse a su cuartel general en la capital del reino, Anania. Marta Plateada estaba satisfecha al verlos huir a través de las cámaras exteriores. La base era suya, era el momento de empezar a organizar la resistencia. Pero también sabía que ya había revelado al enemigo su presencia en la partida y que la próxima vez sería imposible volver a cogerlos con la guardia baja. Trató de animarse pensando en que los golpistas habían perdido el control de la frontera norte, quizás podría encontrar un pasillo humanitario para sacar a los turistas del monte Balba fuera de la zona de conflicto. Había tantas cosas que hacer y tan poco tiempo.
Cuartel General de la 2º División de Canadá. Norte de Quebec.
—Puede usted pasar señor —dijo al tiempo que saludaba con toda la marcialidad que pudo reunir.
No tenía obligación de hacerlo, ni siquiera era un miembro del ejército canadiense, pero la cortesía y la impecable reputación del invitado le forzaban demasiado. Su alta compañera pasó a su lado impasible sin dirigirle la mirada.
—Gracias soldado —le respondió el Capitán.
Heather Hudson les esperaba en la puerta de entrada principal al recinto militar, ataviada con su uniforme de Vindicator.
—Siempre es un placer recibir tu visita —recibió al capitán con un cálido estrechamiento de manos.
La líder de los Alpha Flight trataba de no parecer nerviosa. El Capitán América resultaba intimidante en cierto sentido. Era un símbolo para su país, era lo que ella aspiraba a ser para Canadá. Era fácil sentirse pequeña en su presencia.
—Lo mismo digo. Si es posible me gustaría ver a Halcón antes de nada.
—Por supuesto, acompáñame —se ofreció Heather.
—Esperaré por aquí, tendréis cosas de las que hablar —dijo Thundra.
El Capitán América asintió y se alejó tras Vindicator. Poco después se encontraba con su viejo compañero de aventuras.
—¿Cómo te encuentras, Sam?
—Mejor que nuevo. Nuestros amigos canadienses han hecho un gran trabajo. Es toda una sorpresa verte por aquí.
—Era yo o los agentes de SHIELD, así que preferí venir en persona —dijo el capitán con gesto serio.
—¿Qué sucede? —quiso saber Halcón.
—El gobierno de Ottawa no presentará una queja formal, pero sí nos ha transmitido su malestar por vuestra operación. No sabía que te habías unido a los Héroes de Alquiler.
—No me he unido al grupo exactamente. Fui llamado desde Isla Cielo y luego una cosa ha ido llevando a la otra —se excusó el Halcón.
—¿En qué momento las cosas te llevaron a provocar un incidente diplomático con Canadá?
—Es el Cráneo Rojo. Hydra está detrás de algo grande —dijo Sam Wilson como si aquello respondiera a la pregunta de su amigo.
El Capitán América quedó mudo por unos segundos. Si iba a responder algo ante aquella revelación se vio interrumpido por la entrada de Vindicator.
—Tienes una videollamada —avisó la jefa de Alpha Flight al capitán.
—¿Para mí? ¿Aquí? —preguntó confuso— ¿Quién es?
—Es Marta Plateada, solo quiere hablar contigo. Está pirateando el sistema de comunicación de SHIELD.
El Capitán América miró intrigado a su socio, que se encogió de hombros como respuesta a su silenciosa pregunta. Él tampoco tenía la menor idea sobre qué podía tratarse. Los dos héroes acompañaron a su anfitriona hasta una cercana consola de comunicaciones. La pantalla cobró vida y pudo ver a la mercenaria symkariana en el monitor.
—Capitán, por fin te encuentro. Intentaré ser rápida, no tenemos mucho tiempo. La inestabilidad en mi país, el golpe de estado, todo es una farsa enorme. Hydra está detrás de esta conspiración. Ya se han hecho con el control del gobierno y del ejército. El Grupo Salvaje es la única unidad que no ha jurado lealtad a las marionetas del Cráneo Rojo. Necesitamos la ayuda internacional más que nunca. Sé que a ti te escucharán.
La situación debía ser verdaderamente crítica para ver a la orgullosa mujer pidiendo apoyo.
—La cosa no es tan simple. El congreso de Symkaria, elegido democráticamente, ha decretado el estado de excepción y ha pedido de manera explícita que no se intervenga en sus asuntos internos. Por otra parte, el nuevo ejecutivo ha dictado una orden internacional de captura contra ti por conspiración y alta traición a tu país —le explicó el capitán.
—Es una gran mentira. Muchos de los congresistas han sido engañados, les han hecho creer que yo tengo algo que ver con el asesinato del rey. Y eso en los mejores de los casos, otros muchos colaboran directamente con los verdaderos conspiradores. ¡Por todos los demonios, se trata de Hydra y del Cráneo Rojo! No creo que tenga que explicarte a ti de lo que son capaces esos fanáticos —explotó Marta Plateada—, tenemos a miles de turistas en las estaciones de esquí del Monte Balba que eran rehenes hasta hace escasas horas. Habrá que buscar una manera de sacarles por vía aérea.
—Me encargaré de que se haga la evacuación, tienes mi palabra. En cuanto al resto, te ayudaré en la captura de uno de los terroristas más buscados del planeta, pero nada más. La situación ya es bastante delicada de por sí como para arriesgarnos a empezar la tercera guerra mundial con una intervención militar.
—Entiendo, salváis a los turistas extranjeros y ya pasa a ser nuestro problema. Deseo de todo corazón que no llegue el día en que tengas que arrepentirte de ver a Hydra como nación soberana esparciendo su veneno ideológico por todo el mundo. Será duro para ti saber que no hiciste nada para impedirlo.
No hubo tiempo a responder, la comunicación se cortó abruptamente.
—Acaban de llegar nuevas noticias de SHIELD. Han seguido por satélite la ruta del vuelo de salida de Marta Plateada desde Canadá y ya sabemos dónde aterrizó, en el aeropuerto de Doomstadt, Latveria —dijo Vindicator—, y eso no es todo.
—¿Hay más? —preguntó incrédulo el Halcón.
—Echad un vistazo al vídeo que acaba de emitir la cadena estatal de televisión en Symkaria. Ya está en todos los medios y en las redes sociales —les ofreció una tablet.
En las imágenes podía verse claramente a Marta Plateada y a algunos de los Héroes de Alquiler disparando armas de grueso calibre contra camiones que lucían el símbolo del ejército symkariano. El editorial hablaba del inicio de una rebelión contra el gobierno, acusaban a Marta Plateada de poner el país al borde de la guerra civil y señalaban la presencia de los héroes norteamericanos como un acto más de intervencionismo por parte de los Estados Unidos.
El capitán América y Halcón trataban de asimilar toda la información, intentando averiguar dónde se escondía la verdad entre tantas nuevas contradictorias.
—Esto va de mal en peor —dijo Halcón.
Palacio Real de Symkaria
El barón Harghenoff miraba desde la puerta de la balconada de la sala de audiencias hacia el frondoso patio ajardinado con la estatua del rey Petrio presidiendo el espacio. Se hallaba allí porque había sido llamado a palacio por el primer ministro Ioanescu junto a otras de las más influyentes personas del país. —Lo más urgente es restablecer el orden. Debemos elegir al sucesor de la corona. La designación de un nuevo monarca será vista como un signo de continuidad y de estabilidad en el país —dijo el primer ministro en funciones. —Coincido con usted, dará tranquilidad a la población y a la comunidad internacional ver que el gobierno del país sigue al mando de la situación. Hay que transmitir que los terroristas no interrumpen el normal funcionamiento de nuestra patria —se apresuró a decir el general Von Gliscinski, el actual jefe de las fuerzas armadas. —Es curioso que sea usted quién lo diga, general. Cuando ni siquiera es capaz de controlar a todo nuestro ejército. El Grupo Salvaje sigue sin entregar sus armas, acantonados en el Castillo Sable. ¿Qué ha hecho para solucionarlo? —interrumpió el barón Harghenoff volviendo de imprevisto nuevamente su atención a la reunión. El comentario no hizo ni pizca de gracia al militar, que no se molestó en disimular su desagrado. —Vuestro desconocimiento en temas militares es considerable. Por ese motivo pasaré por alto su insolencia, barón. ¿Qué propone entonces? Comenzar una guerra civil quizás sería más de vuestro agrado, pero el ejército de symkaria está para proteger esta tierra de amenazas extranjeras y no para verter la sangre de los nuestros. Ya han visto lo que ha sucedido por difundir las imágenes de Marta Plateada. Su efecto no ha sido el que esperábamos. Mucha gente en las calles se pregunta ahora quién tiene la razón. Y yo también me pregunto contra quién luchaba en dicha escena, ninguna de nuestras unidades ha reportado enfrentamientos contra el Grupo Salvaje. El primer ministro trató de intermediar en la disputa. —Caballeros, por favor. Dejemos los reproches personales para más tarde. Les recuerdo que debemos buscar un heredero al trono de Symkaria. —¿A quién propone usted? —preguntó el barón con evidente interés. —El conde Giorgi podría ser una buena elección. Es sobrino carnal del rey. —¿Ese estúpido mujeriego? Vamos, si no sabe comportarse en una sala de fiestas menos lo hará en el trono. Además, la sucesión siempre ha sido en línea descendente, su nombramiento sería ilegal a todas luces —protestó Otto Harghenoff. —No hay ningún otro descendiente en la línea real —aclaró Dieter Zimmer, un diputado del partido lealista que había permanecido en silencio hasta el momento. —Mi familia tiene más derecho al trono que ese patán —sentenció el barón. —No podéis estar hablando en serio. Nadie apoyaría la coronación de un Harghenoff, todavía pesa mucho el colaboracionismo de su familia con los nazis en la guerra —bramó un cada vez más enfadado general. Las puertas dobles de la gran sala se abrieron de repente y una voz cavernosa e oyó por toda la estancia:—¡Yo sí apoyaré al barón!
Castillo Sable
En tiempos aquella estancia debía haber sido una bodega situada en los sótanos del castillo, pero la gruesa capa de polvo que la cubría delataba que llevaba mucho en desuso y que nadie la visitaba ya. Ni siquiera quedaban botellas de vino, tan solo unas viejas estanterías. Unos golpes comenzaron a aporrear desde el otro lado de una puerta que por su aspecto llevaba una eternidad sin abrirse. —Debe haberse atascado —se oyó decir a Colleen Wing, con voz que llegaba amortiguada por la madera. —Déjame probar a mi.
Palacio Real de Symkaria.Eran nueve los que entraron a sangre y fuego a través del patio palaciego, pero valían por cientos. Como una verdadera tromba se abrieron paso entre las filas de soldados de Hydra que trataban de contener el asalto, Pero era como tratar de contener la subida de la marea con un cubo. Luke Cage, Misty Knight, Puño de Hierro, Colleen Wing y Gata Negra por parte de los héroes de alquiler. El Capitán América y Thundra de Los Invasores. El Halcón y, al frente de todos ellos, Marta Plateada, que luchaba por la libertad de su tierra natal.Uno tras otro fueron cayendo los matones de Hydra. Carecían del empuje que mostraban los asaltantes y su moral terminó de resquebrajarse. Los pocos que aún defendían sus posiciones abandonaban las armas para huir de la aplastante derrota que estaban sufriendo. No tardaron mucho en atravesar las puertas del palacio.Sobre ellos, en el segundo piso justo donde desembocaban unas amplias escaleras, se encontraba el Cráneo Rojo. Plantado allí en actitud desafiante y enfundado en un extraño exoesqueleto metálico.
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