- Cruz de 1 a clase, Sencilla: para premiar servicios distinguidos de jefes y oficiales.- Cruz de 2a clase, Laureada: para premiar acciones heroicas de jefes y oficiales.- Cruz de 3a clase, Sencilla, más una Placa: para premiar servicios distinguidos de generales y brigadieres.- Cruz de 4a clase, Laureada, más una Placa: para premiar hechos heroicos de generales y brigadieres. - Cruz de sa clase o Gran Cruz: para premiar los hechos distinguidos de los generales en jefe.- Cruz de Plata, Sencilla o Laureada: para premiar a las clases de tropa.
El tercer reglamento se mantendría vigente hasta la aparición de uno nuevo en 1862, pero antes sufriría importantes modificaciones en 1856, dirigidas a que la Cruz de San Fernando recuperase su anterior prestigio, perdido en ocasiones por haber sido concedida por hechos de carácter político.
En 1862 se aprobó el cuarto reglamento, que, con algunas modificaciones introducidas en 1875 y 1909, se mantendría vigente hasta 1920. En el mismo quedaban recogidos los beneficios que llevaba anejos la Cruz de San Fernando, además de la pensión:
aumento de la edad de retiro, preferencias para los ascensos y para ocupar determinados destinos, tratamiento superior al que le correspondiese por su empleo, lugar destacado en las formaciones, exención de trabajos mecánicos a la tropa, y otros.
El reglamento de 1920 introdujo un importante cambio al suprimir las recompensas por acciones distinguidas -Cruces de 1 a y 3a clase-, conservando tan sólo la Gran Cruz y la Cruz Laureada para premiar los hechos heroicos protagonizados por todas las clases militares, desde soldado a general, a la que se le dio un nuevo diseño (Fig. 11), conservándose la efigie de San Fernando exclusivamente en la condecoración de la Gran Cruz. Para sustituir a las Cruces Sencillas se creó la Medalla Militar, destinada, por tanto, a recompensar las acciones distinguidas.
Resulta llamativo que el ejército carlista mantuviese la Cruz de San Fernando como la principal recompensa por acciones de guerra durante las tres guerras civiles que libró en el siglo XIX, mientras el ejército rojo renunció a ella durante la última guerra civil, creando en su sustitución la Placa Laureada de Madrid (Fig. 12).
- La Cruz Laureada podría concederse no sólo por hechos de guerra, sino también por aquellos otros cometidos durante las misiones de fuerzas internacionales, bastando que se realizasen durante conflictos u operaciones militares que implicasen o pudiesen implicar el uso de la fuerza armada
- Se podría conceder la Cruz a todo miembro de las Fuerzas Armadas o del Cuerpo de la Guardia Civil que llevase a cabo una Fig.I0 acción o hecho de naturaleza tan sobresaliente que se considerase merecedor de la misma
- Se ampliaba la concesión de la Laureada al personal civil que prestase servicios en las Fuerzas Armadas, en virtud de orden competente y dentro de fuerzas militares organizadas
- Se incorporó a la Orden de San Fernando todos los militares con vida que poseyesen la Medalla Militar -actualmente 73
- El paso inexorable del tiempo ha hecho que en estos momentos se encuentre entre nosotros un único Caballero Laureado, el general don Adolfo Esteban Ascensión, perteneciente al Arma de Caballería, pero los archivos de la Orden de San Fernando conservan los nombres de los héroes que desde aquel lejano año de 1811 Fig.ll Fig. 12
se convirtieron en un ejemplo imperecedero para las generaciones de militares españoles que continuaros su labor. De entre esa relación de héroes reflejamos a continuación un sencillo extracto de la vida de algunos -estamos seguros de que faltan muchos de ellos- de aquellos que guardan una íntima relación con la provincia de Toledo, por haber nacido en ella o por haber elegido, tras años de infatigable lucha, a alguna de sus poblaciones como lugar de merecido descanso, quizá por haber contraído matrimonio con alguien del lugar. Helos aquí relacionados alfabéticamente.
JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZNumerario http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2013/12/files_toletum_0048_06.pdf