Como comentaba en mi post anterior, no siempre la travesía de nuestras vidas es un camino de rosas. De hecho forma parte del devenir natural de la vida. Hay momentos agradables y otros que no lo son tanto. De nuestra habilidad para sobrellevar estos últimos depende nuestra capacidad para seguir avanzando, y especialmente, nuestra felicidad. Os comparto lo que yo llamo mis Herramientas Prácticas de Regulación Emocional, para afrontar el día a día y los momentos de desánimo. Como siempre, son sólo algunas, las que me funcionan a mí. Hay muchas más. Y lo que me sirve es tener esta lista en un lugar visible y practicar. Y seguir practicando.
- Cuando te encuentres con algo que no van tan bien como desearías, repasa mentalmente o escribe aquello que sí va bien, en cualquier otro ámbito de tu vida. Espero que sean muuuuchos más. Relativiza, pregúntate todo lo que podría ir peor. No te compares con quién sí que le ocurre lo que deseas. En todo caso seguro que encuentras alguno que está peor, y recuerda que todo es susceptible de empeorar, o sea que no nos quejemos tanto.
- Haz deporte. El que te ayude, te guste y/o puedas. Personalmente me gusta correr, porque necesitas relativamente poco tiempo, se puede hacer en cualquier lugar, económico, sólo o en compañía,… Me sirve para rebajar y distraer mis preocupaciones, desvanecer la tensión o negatividad que pueda tener en ese momento, e incluso, me ayuda a encontrar soluciones creativas e inspiradoras a las adversidades, además de inspirarme y cargar mis reservas de optimismo. Aunque sea dar un simple paseo, también nos sirve.
- Escuchar aquella música que te inspire, que te alegre. Ya sé que a veces estamos tristes y nos apetece escuchar aquella melodía que nos ayudará a hundirnos más, pero haz el esfuerzo. Escuchar algo alegre, la música que te acompaña en tus momentos más felices. A veces asociamos un momento a una música, o viceversa. Pues escuchemos la música que más esté asociada al momento que deseemos. Lo mismo con cualquier otra disciplina artística.
- Baila. Un perfecto acompañamiento de la música. Como el deporte, nos ayuda a aflojar las tensiones. Busquemos movimientos enérgicos, decididos, aquellos que haríamos en momentos de euforia. Aquí cada cual se sabe lo suyo, y los vergonzosos y patosillos como yo, nos apetece más hacerlo cuando en casa todos duermen o ¡se han ido al súper a comprar!. Da igual, ¡baila!
- Visualiza. Relájate, cierra los ojos y empieza a ver “la película de tu vida”. Imagínate que estás viviendo todo aquello que deseas, con quién deseas, dónde deseas. Tu eres el director de la película ¿qué película te apetece: acción, ciencia ficción, humor, miedo,… de esas que llaman de “amor” aunque no parece que sean muy “románticas”
Hay quien afirma que lo que imaginas y visualizas continuadamente, se acaba cumpliendo. No lo puedo asegurar, pero lo que sí compruebo es que paso un buen rato, y me distraigo de las preocupaciones. - Medita. Aquí sí que me pongo serio. Y recomiendo una práctica seria y profunda, y no un curso a distancia, como los de guitarra sin guitarra de “CCC”. Y eso de que con 5 minutos al día alguien nos quiere hacer creer que conseguiremos la iluminación y conseguiremos levitar a dos metros del suelo, ¡no cuela!! En todo caso los estudios científicos nos dicen que su práctica seria y continuada tiene grandes efectos observables. Por no hablar de la paz que transmiten los grandes meditadores, si has tenido la ocasión de interactuar con ellos.
- Ríe. En mi barra de marcadores, tengo algún enlace con páginas de humor. Cuándo me reconozco agobiado, me estoy un rato leyendo y riendo. O me leo algunos WhatsApps de esos de chistes que realmente te hacen gracia. Es increíble, te ríes un rato, y parece que las penas se pasen mejor. No te digo nada si tienes un amigo que es de la guasa. ¡Llámalo y queda con él a tomar una cerveza! De paso me invitas…
- Ligado con esto, rodéate de personas que te animen y que sepas que no te dejarán caer nunca. También personas a las que admires. Y aléjate de los que te aporten negatividad, e incluso aquellos que, aunque te preguntan cómo te va para darte ánimos, algo dentro de ti te dice que están esperando que te estrelles para alegrarse. Y esto no es válido sólo para dejar de ver a ese amigo que hiciste en la mili en Ceuta, y que aún sigues viendo, aunque es un poco aburridillo. O al pesado del vecino del quinto. Si hace falta hay que hacerlo hasta con esa abuelita que tenemos tan venerable y con esa carita de tierna abuelita, pero que nos desanima.
- Escribir. Escribe y describe lo que te preocupa, lo que está pasando, y estás sintiendo. Qué es lo peor que puede llegar a pasar, y qué es lo mejor. El hecho de expresarse por escrito muchas veces nos desahoga, nos sirve para “sacar” de nosotros la preocupación que se queda plasmada en una hoja. Hoja que podemos posteriormente romper y/o quemar, con toda la saña que nos apetezca… ¡cómo te desahogas!
- Redacta un plan de acción que te sirva para cambiar las cosas y/o minimizarlas. El hecho de pensar y tener por escrito acciones que te sirvan para cambiar las cosas, puede ayudar a bajar nuestro nivel de ansiedad.
- Intenta vivir el momento presente. Aquí y ahora. Lo que nos hace sufrir son recuerdos de cosas que nos han pasado, y pensamientos de cosas que pueden pasar más adelante, aunque sea de aquí a 5 minutos. Pasado o futuro. Pero mientras tengamos toda nuestra atención absolutamente en lo que hacemos ahora mismo, en el momento presente, no podemos sufrir por algo que pasó o que no ha pasado todavía.
- Etiqueta la emoción. El labelling. Los científicos (aunque esto creo que nuestros amigos los budistas hace siglos que lo experimentan) han comprobado que cuando sentimos esas emociones que llamamos “negativas”, y somos capaces de ir nombrando (“etiquetando”) lo que sentimos, tan sólo con eso disminuye la intensidad que nos provoca la emoción. Para ello es de mucha utilidad desarrollar la capacidad de reconocer nuestras emociones (metacognición) y tener un rico vocabulario para definir el mayor número de matices de nuestras emociones básicas.
Y aquí podríamos muchas más.Te animo a que te compongas tu caja de herramientas emocionales, para vivir una vida con más sentido y, sobretodo más feliz. ¿Me las compartes? No me dirás que después de esto, ¡todavía estás de bajón!