Hidelgarda de Bingen

Publicado el 10 febrero 2021 por Rmartin

Hildegard von Bingen, fue una abadesa alemana, visionaria mística, autora de diversos tratados de medicina, así como de numerosas obras musicales. Nació en Bemersheim, el 16 de septiembre de 1098. Es conocida como Santa Hildegarda, ya que diversas ramas de la iglesia la han reconocido como tal. Fue una de las personas más creadoras y activas de la Edad Media, ya que además de estar dotada de una gran inteligencia y capacidad de innovación, desplegó una extraordinaria energía en numerosas disciplinas y campos de conocimiento. Son destacables sus contribuciones a la música, la medicina o la contemplación mística.

Su interés por los acontecimientos que, se fueron sucediendo en su tiempo, la hicieron mantener multitud de correspondencia con papas, emperadores, monjes e incluso reyes, como los papas Eugenio III y Alejandro III, o el emperador Federico Barbarroja. Fue tal su prestigio que fue conocida bajo el apelativo de «La Sibila del Rin». Pero, adentrémonos en su biografía.

Sabemos que vino al mundo en la ciudad alemana de Bemersheim, el 16 de septiembre de 1098, en el seno de una familia que ya contaba con nueve hijos. Esta debió ser la causa por la que, sus padres, destinaran a la niña, a la vida religiosa, algo bastante habitual en la Edad Media. Con tan sólo ocho años, fue puesta al cuidado de Jutta de Spanheim, abadesa del monasterio benedictino de Disibodenberg. Allí, Jutta, que había elegido la vida anacoreta, ocupaba una celda de reducidas dimensiones adosada a la iglesia de dicho monasterio; acogió a la niña para encaminarla por el camino de la virtud, además de transmitirla todos sus conocimientos. Parece ser que, según afirma Hildegarda en sus escritos, para entonces ya se le habían manifestado las primeros visones que, con el tiempo serían visiones más ricas y detalladas, encontrándoles un sentido místico. Mientras estuvo bajo la protección de Jutta, Hildegarda desarrolló una vocación religiosa infrecuente en su época, su interés por la vida monástica y el servicio divino no ahogaron una personalidad poderosa y emprendedora, así como una imaginación que le habría de mostrar el camino a seguir. Sin embargo, la protección de Jutta provoca que Hildegarda se lamente de su falta de formación. En cualquier esta falta de conocimiento no supuso un obstáculo para conseguir dar forma a obras muy valiosas, dentro de la música, la medicina o literatura religiosa. Aunque debido a su desconocimiento de la lengua latina, se vio obligada de valerse de diversos secretarios a lo largo de toda su vida.


Cuando Hildegarda contaba con 38 años, tras la muerte de su protectora y maestra, quedó vacante el puesto de abadesa del monasterio de Disibodenberg, que fue ocupado ella. Un monje, llamado Volmar, sería su secretario. Hildegarda sintió que era Dios, en forma de luz brillante, el que la animaba a comunicar todo lo que veía. Así pues, la narración de sus visiones da comienzo en una época en que ya contaba 42 años.

En el siglo XII, Europa, está sumida en una gran indisciplina teológica, debido en parte a la ignorancia que reinaba en el seno de la cristiandad, se multiplicaban las herejías de todo signo, Hildegarda, consciente de ello, procuró asegurarse de que la Iglesia romana sancionara sus visiones antes de que escaparan de su control, evitando el riesgo de que pudieran llegar a ser consideradas heréticas. Puesta en contacto con el papa Eugenio III, una eminencia dentro de la oscura historia de la Iglesia medieval, éste le concedió la sanción papal para dar publicidad a sus visiones, además de darle ánimos para que llevara a cabo la difusión de su pensamiento místico. Hoy en día, los estudiosos de ella coinciden en relacionar lo que la mística tomó como visiones, con las migrañas que sufría la abadesa.

La música fue campo donde Hildegarda desplegó su talento creador, siendo, su música, interpretada por las monjas de su convento. Su estética se asemeja al pensamiento articulado dentro de un contexto platónico. El canto y su expresión refinada, se manifestaría en su forma más perfecta. La concepción del hombre como parte del Cosmos y como expresión del orden universal, es el punto en el que se centra la atención de Hildegarda a la Naturaleza. Según esto, al igual que otros contemporáneos, no ve reparos en referirse al poder curativo de las piedras preciosas y de las plantas, cuyas virtudes están detalladas en varias de sus obras.


La última situación crítica a la que tuvo que enfrentarse aconteció en 1178, cuando su comunidad dio sepultura en el cementerio del convento a un noble excomulgado, ya que, por esta pena eclesiástica, el derecho canónico prohibía su entierro en suelo sagrado. Se le pidió que exhumara el cadáver, a lo que ella se negó e hizo desaparecer cualquier rastro del enterramiento, sosteniendo que se había reconciliado con la Iglesia antes de morir. Los prelados de Maguncia, ante la ausencia del arzobispo Christian, que se encontraba en Roma, prohibieron el uso de las campanas, los instrumentos y los cantos en la vida y liturgia. Hildegarda, en su defensa, escribió una carta donde recogía el significado teológico de la música. Cuando regresó el arzobispo en marzo de 1179, se presentaron testigos que apoyaron la versión de la abadesa y fue levantado el entredicho.

Al poco de ser levantado el entredicho, el 17 de septiembre de 1179, murió Hildegarda. Las crónicas cuentan que, a la hora de su muerte, aparecieron dos arcos muy brillantes y de diferentes colores que formaban una cruz en el cielo. Sus reliquias fueron conservadas en el convento de Rupertsberg hasta la destrucción de este en 1632, durante la Guerra de los treinta Años, cuando fueron llevadas a Colonia y después a Ebingen, donde se depositaron en la iglesia parroquial donde aún reposan.

En 1940 se aprobó su celebración para las iglesias locales. Con motivo del 800 aniversario de su muerte, Juan Pablo II se refirió a ella como profetisa y santa. En 2006, el papa Benedicto XVI se refirió a ella como santa y la nombró como una de las grandes mujeres de la cristiandad. En el año 2010 el papa Benedicto XVI dedicó a Hildegarda las Audiencias Generales del 1 y 8 de septiembre, en el marco de unas catequesis sobre escritores cristianos, siendo la primera mujer. En diciembre de 2011, el papa Benedicto XVI la otorgó el título de Doctora de la Iglesia, procediendo el 10 de mayo de 2012 a inscribirla en el catálogo de los santos y extender su culto litúrgico a la Iglesia universal, en una “canonización equivalente”. El 27 de mayo de 2012, durante el rezo del Regina Caeli del día de Pentecostés, el papa determinó la fecha para la proclamación como Doctora. El 7 de octubre de ese mismo año, durante la misa de apertura del Sínodo de los obispos, en la Basílica de San Pedro, se realizó la proclamación oficial con el título de Doctora para la Iglesia Universal junto con san Juan de Ávila por el papa Benedicto XVI. Hildegarda también es venerada por algunas de las Iglesias de la Comunión Anglicana.

La iconografía de Hildegarda es escasa. Se la retrata con los atributos propios de una abadesa de la orden de san Benito: el báculo abacial y el hábito benedictino con velo negro y blanco; aunque las representaciones más antiguas, la reproducen sentada con un estilo en la mano, escribiendo sobre un par de tablillas o dictando a un monje, con cinco flamas alrededor de la cabeza representando la visión divina. Posteriormente se cambia el estilo por una pluma de ave, con algún pergamino o libro en la mano y algún instrumento musical.


La obra atribuida a la abadesa Hildegarda, consta de los siguientes libros y colecciones de escritos:

Scivias: obra compuesta de tres libros, el primero trata el tema de la sabiduría; el segundo, sobre el Salvador y su Iglesia; y el tercero a la construcción del Reino de Dios mediante la iluminación del Espíritu Santo.

Liber Vitae Meritorum (Libro de los méritos de la vida): mediante seis visiones, se hace mención a los vicios y virtudes de los hombres y se representan el purgatorio, el infierno, el juicio final y la promesa de gloria en el cielo.

De Operatione Dei (Libro de las obras divinas): diez visiones y una meditación sobre el pensamiento de San Juan.

Physica: donde se describen los poderes curativos de las plantas, las piedras preciosas, los animales y los metales, como una muestra más de la apreciación de la naturaleza humana como parte integrante del Cosmos.

Causae et Curae (Causas y Curas): compendio sobre la constitución humana, los males que pueden afectarla y sus remedios.

Ordo Virtutum (Organización de las Virtudes): es una composición dramático-musical, donde se representa al alma del creyente atormentada por las tentaciones del diablo que, guiada por las virtudes, llega a alcanzar la victoria sobre los males.

- Setenta y siete Himnos Monódicos sobre textos místicos.