En los alimentos podemos encontrar dos tipos de carbohidratos: carbohidratos simples o de asimilación rápida y carbohidratos complejos o de asimilación lenta. Los hidratos de carbono simples tienen una estructura química sencilla compuesta por uno o dos azúcares (monosacáridos o disacáridos) por lo que su digestión en el organismo es rápida y nos proporcionan energía de forma inmediata. No son recomendables para personas diabéticas porque provocan picos en los niveles de azúcar sanguíneos. Ejemplos de alimentos con hidratos de carbono de absorción rápida son los helados, frutas, los refrescos, las mermeladas, los pasteles y la bollería industrial, las galletas, la leche y el azúcar blanco.
Los hidratos de carbono complejos son cadenas compuestas por más de tres azúcares ( oligosacáridos o plolisacáridos ) que tienen que descomponerse en el organismo con digestiones más lentas y aportan energía al organismo a lo largo de todo el día. Las legumbres, los cereales integrales, la pasta, las patatas y verduras son alimentos que contienen hidratos de carbono complejos.El consumo de hidratos de carbono simples por lo general es poco recomendable, su composición en azúcares refinados les confiere muy poco valor nutritivo. La fruta es una excepción, aunque poseen fructosa - hidrato de carbono simple - también contienen fibra, minerales y vitaminas. Por el contrario, los hidratos de carbono complejos mantienen estables los niveles de glucosa en la sangre, proporcionan energía más lentamente y contienen fibra, vitaminas y minerales.
El consumo de hidratos de carbono debe ser moderado, para una dieta de 2000 calorías se recomiendan unos 250 gramos de carbohidratos. Si sobrepasamos la cantidad que necesitamos diariamente, se almacenan en el organismo en forma de grasa.
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