Revista Opinión

Hidrocarburos no convencionales, la nueva revolución energética

Publicado el 29 junio 2015 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

En las últimas décadas del siglo XX las previsiones apuntaban a que los hidrocarburos, como recurso finito, escasearían a mitad del siglo actual o, con suerte, a finales del mismo. Esto irremediablemente llevaría al aumento de conflictos por los ansiados recursos energéticos, haciendo de las energías renovables o la nuclear la única salida a semejante callejón geoeconómico. Sin embargo, durante los últimos años se han producido avances considerables en la industria de los hidrocarburos, facilitando en buena medida la explotación de yacimientos de petróleo y gas natural hasta entonces inaccesibles o tremendamente costosos como para su aprovechamiento. En la actualidad, términos como fracking o gas pizarra son cada vez más habituales. Por ello, la producción de crudo y gas se ha relanzado, alejando el fatídico horizonte energético y reconfigurando en buena medida la geografía de la energía a nivel global.

No obstante, estos cambios también acarrean grandes desafíos. Medioambientalmente, las nuevas formas de extracción de crudo y gas son muy agresivas, causando serios deterioros geológicos y ecológicos e incluso perjudicando la salud de animales y personas. Geopolítica y geoeconómicamente, un escenario tan naturalizado como era el del petróleo y el gas natural ha cambiado en detrimento de unos países y en favor de otros, generando nuevas relaciones de poder y, como es de esperar, nuevos conflictos. Las revoluciones, aun siendo energéticas, nunca son al gusto de todos.

Cambio en la normalidad energética

Como tal, la extracción de petróleo y gas natural es algo relativamente sencillo. Una vez se ha identificado una bolsa de crudo o gas subterráneo – o se cree que pueda existir – se perfora el suelo hasta la profundidad oportuna a la vez que se introduce una tubería para extraer el hidrocarburo. Si se ha hecho diana, el resto lo hace la presión subterránea. Este método ha sido en líneas generales como tradicionalmente se ha extraído el crudo y el gas natural en el mundo hasta hace pocos años, y todavía hoy es el modelo extractivo predominante. Arabia Saudí, Venezuela, Estados Unidos, Brasil, Rusia o Nigeria, por citar algunos ejemplos, son países que se han visto enormemente beneficiados por los recursos de su subsuelo y por su posterior explotación.

Sin embargo, de hará un lustro en adelante, nuevas formas de extracción se han ido abriendo paso. Por un lado, los altos precios del petróleo y el gas natural apremiaban a la inversión para encontrar nuevos yacimientos y explotarlos; por otro, mejoras tecnológicas en la industria han reducido los costes de extraer hidrocarburos por vías distintas a la “clásica”, dando lugar a mayores márgenes de beneficio; y cómo no, la siempre presente seguridad energética, que ha provocado que numerosos estados hayan permitido estas nuevas técnicas extractivas con tal de reducir las dependencias de petróleo y gas del exterior ante un cada vez más convulso Oriente Medio, el gran centro productivo del mundo para estas cuestiones. Así, toda una industria en torno a la extracción de hidrocarburos por fractura hidráulica o fracking ha ganado protagonismo. Yacimientos hasta ahora inabordables se han empezado a explotar, países sin producción de crudo o gas han visto cómo sus dependencias se reducían gracias a las bolsas subterráneas en su territorio y los estados hasta ahora hegemónicos en cuestiones petrolíferas o gasísticas han ampliado o reducido sus capacidades geoeconómicas. Los responsables de este fenómeno, todo un abanico de sustancias que han acabado reunidas en torno al concepto de hidrocarburos no convencionales.

Mundo - Economía - Energía - Yacimientos de shale oil y gas estimados en mayo 2013

Para el caso del petróleo, por ejemplo, las principales fuentes no convencionales son las lutitas con querógeno, conocidas coloquialmente como shale oil; el crudo ligero y las arenas bituminosas. La principal característica de estas variantes del crudo convencional es que como tal no están en grandes bolsas, algo que sí ocurre en el petróleo convencional. Estos yacimientos están atrapados entre capas de roca o incluso en arenas, haciendo imposible la extracción hasta ahora habitual. Por ello se necesitan de nuevas técnicas, y es aquí donde entra el fracking. Esta práctica consiste en inyectar en el subsuelo agua a alta presión mezclada con arena sintética y productos químicos con el fin de romper las capas de roca, diluir el crudo atrapado y hacerlo así aflorar.

Con el gas natural ocurre algo similar. En muchos yacimientos no convencionales, el gas se encuentra adherido a rocas de escasa permeabilidad, imposibilitando cualquier extracción por vías convencionales. Sin embargo, existen más formas de encontrar gas natural, como en shale, esto es, al igual que el crudo, en lutitas; en metano en capas de carbón a gran profundidad; como hidratos de metano o hidratos de gas, con un alto potencial energético dada su concentración, y los denominados gas pobre y gas ácido.

Este proceso de la fractura hidráulica, indistintamente para el gas o el petróleo, a día de hoy todavía es costoso, y no sólo en un sentido estrictamente monetario. Si la extracción de petróleo convencional se sitúa entre los 10 y los 30 dólares por barril – los países arábigos son los que menos coste presentan –, el importe a la hora de extraer crudo de las arenas bituminosas asciende a los 50-90 dólares, y para el caso del shale oil esta cifra ascendería hasta la horquilla de los 60 y 100 dólares por barril. Además, y en gran medida por las consecuencias medioambientales que genera, el sector del fracking no goza de buena imagen en aquellos lugares donde existe cierta conciencia ecologista, ejerciendo presión sobre el ámbito político y mediático y derivando en muchos casos en la no concesión de licencias para explotar posibles yacimientos de petróleo y gas.

Sin embargo, donde esta industria sí ha proliferado de manera espectacular es en Estados Unidos y Canadá gracias al shale oil y las arenas bituminosas respectivamente. Los pozos y las empresas que las operan han aumentado a un ritmo inusitado, y para el caso estadounidense la consecuencia más inmediata es haber independizado al país energéticamente. Su vecino del norte, en cambio, se ha convertido en un referente de la explotación de hidrocarburos no convencionales, para bien y para mal.

A finales de 2011 la Agencia Internacional de la Energía (AIE) estimaba que en el mundo existían cerca de 6.000 millones de barriles por explotar de petróleos no convencionales, cuando en la actualidad las reservas probadas ascienden “sólo” a 1.700 millones de barriles – unas reservas que han aumentado un 50% en las últimas dos décadas –. Del mismo modo, los billones de metros cúbicos de gas natural no convencional en reservas estimadas en 2012 duplicarían a los convencionales, y las reservas probadas han aumentado un 57% desde 1994. Con todo, el escenario energético global está transitando de manera clara hacia una prórroga que se estimaría de hasta dos siglos más.

Un nuevo mapa de la energía

Aunque por evidentes cuestiones geológicas existe una correlación entre las zonas petrolíferas convencionales y los nuevos puntos de extracción de gas y petróleo shale, lo cierto es que la convergencia no es total. De hecho, esas pequeñas – y grandes a su vez – diferencias han provocado la reordenación del mapa energético global, algo que tradicionalmente ha tenido una buena dosis de geopolítica. Así, países hasta ahora punteros e inamovibles del tablero global de petróleo y gas podrían ser desplazados a posiciones secundarias en un futuro no muy lejano, mientras que estados hasta ahora poco relevantes o de menor impacto en las dinámicas energéticas mundiales podrían pasar a la primera línea de los hidrocarburos. Y es que si en 2012 el 80% del crudo mundial que se producía era convencional, en 2035 se estima que pasará a representar el 65%, mientras que los no convencionales avanzarán de proporciones irrelevantes en la actualidad a algo más de un 15% en dos décadas. Lógicamente, la variedad de escenarios posibles de aquí a veinte años genera una horquilla que podría hacer cambiar – y lo hará – todas esas cifras, si bien la tendencia es absolutamente clara: el petróleo convencional se retira progresivamente en favor del gas natural y los hidrocarburos no convencionales.

Producción de hidrocarburos en el mundo por fuente entre 1980 y 2035. Fuente: Agencia Internacional de la Energía

Producción de hidrocarburos en el mundo por fuente entre 1980 y 2035. Fuente: Agencia Internacional de la Energía

La gran ruptura energética actual se encuentra en el pulso entre los países pertenecientes a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y los no miembros, ya que en 2014 su producción representaba un 41% y un 59% respectivamente. En la oligarquía petrolera, Arabia Saudí es el referente como primer productor mundial, acompañado del resto de “petromonarquías” del golfo Pérsico; Irán, su gran rival en la zona; Nigeria, Angola o Venezuela. En el otro lado, y no a demasiada distancia de los saudíes, despuntan Estados Unidos y la Federación Rusa, con países como Canadá, México, Brasil o China haciendo de poderes secundarios a tener en cuenta. Sin embargo, el avance de los hidrocarburos no convencionales podría modificar este escenario global, prácticamente estático desde hace un siglo.

Gracias a las nuevas formas de explotación, en el terreno del crudo ligero, el más prometedor de los hidrocarburos no convencionales, países como Estados Unidos, Canadá, Rusia, Argentina, Australia o China se verían afectados positivamente. También los canadienses mantendrían cierto estatus gracias a las arenas bituminosas del vasto norte del país, mientras que Venezuela ganaría peso relativo a nivel mundial y dentro de la OPEP como consecuencia de los enormes depósitos de crudo extra-pesado de la faja del Orinoco.

Con todo, y sin negar la evidente importancia del petróleo, el gas natural también es fundamental en este nuevo mapa de la energía. Oriente Medio y Rusia, los dos puntos centrales de este recurso en la actualidad, van a ceder paulatinamente el peso a otras regiones del planeta, como es el continente americano y la región de Asia-Pacífico. Sin embargo, para el caso ruso – y su zona de influencia circundante – la pérdida va a ser menor por las gigantescas reservas de gas natural convencional que todavía están sin explotar, especialmente en la vasta Siberia y en la región ártica. Y es que sólo con las reservas probadas de gas de lutitas, el mundo tendría asegurado un suministro durante algo más de medio siglo, en donde esta “democratización” energética llegaría a países como Argentina, Argelia, México, Australia, Sudáfrica o Brasil, aunque el mayor beneficiado por este proceso podría ser China.

Cambio en la producción anual de gas natural entre 2011 y 2035. Fuente: Agencia Internacional de la Energía.

Cambio en la producción anual de gas natural entre 2011 y 2035. Fuente: Agencia Internacional de la Energía.

Sin embargo, no sólo hay que ver este fenómeno desde la perspectiva de la producción, sino que la demanda, también fundamental, cambiará en los próximos años, redirigiendo los flujos energéticos y variando las dinámicas políticas y económicas.

En la actualidad, el consumo de petróleo se reparte casi equitativamente entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en su mayoría países desarrollados, y los no miembros. Algo similar ocurre con el gas natural. Sin embargo, la paulatina bajada de la demanda de los países industrializados, tanto por el descenso del consumo relativo como por las políticas de eficiencia energética y el mayor protagonismo de las energías renovables, provocará el desplazamiento de la demanda – geográficamente hablando – hacia la región de Asia-Pacífico. Así, en 2035 se estima que la OCDE sólo demande un 32% del crudo global frente al 48,3% de 2014. Esta nueva voracidad de crudo tendrá en el continente asiático dos protagonistas claros: China e India. El gigante asiático consumirá en dos décadas el 15,4% del petróleo, cuando a día de hoy está en tres puntos menos. En este sentido, el Imperio del Medio dependerá en buena medida de su comercio con los países africanos y con los productores de Oriente Medio ya que será incapaz de autoabastecerse, algo que sí conseguirá – de hecho ya lo ha conseguido – Estados Unidos.

Se asistirá por tanto a un mundo en el que la gran potencia hasta ahora ya no sentirá la necesidad de asegurar el crudo al tenerlo bajo su propio suelo, pasando tal papel a China, que salvo severa constricción de su consumo, necesitará más y más petróleo hasta completar satisfactoriamente una transición energética basada en la eficiencia y los recursos renovables, algo que se podría posponer a la segunda mitad de siglo. Por ello, el tablero de la energía global será principalmente asiático. Y no convendría olvidar otras cuestiones o escenarios aparejados, como la pérdida de influencia saudí en los precios globales de los hidrocarburos, una baza que ha utilizado recientemente o el aumento de las tensiones en Asia-Pacífico por cuestiones energéticas, como ya está ocurriendo en el Mar de China.

Exportaciones de petróleo en 2020 y el cambio respecto a 2014. Fuente: Agencia Internacional de la Energía.

Exportaciones de petróleo en 2020 y el cambio respecto a 2014. Fuente: Agencia Internacional de la Energía.

MÁS INFORMACIÓN: “Oil medium-term market team report 2015” (Agencia Internacional de la Energía)

El oro negro tampoco reluce

Uno de los beneficios que tienen los hidrocarburos no convencionales es el tiempo que proporciona. Los recursos energéticos, antes o después, empezarán a ser escasos, por lo que la única cuestión en el aire es cuándo llegará ese momento. El shale únicamente ha alejado tal horizonte, permitiéndole al mundo un siglo, o como mucho dos, de margen.

Sin embargo, no es menos cierto que las formas de explotación de estos nuevos recursos energéticos tienen un coste medioambiental alto, algo que en muchos casos no se ha intentado atajar por parte los estamentos políticos de diferentes estados productores, generándose así un “todo vale” con tal de logar mayor seguridad energética. El norte de la región de Alberta, en Canadá, ha sufrido un grave deterioro por la masiva y desenfrenada explotación de las arenas bituminosas. El bosque boreal ha desaparecido en algunos lugares para dejar paso a las minas y a los depósitos de residuos; las poblaciones indígenas de la zona han sido desplazas y los ríos y lagos contaminados al filtrarse por el subsuelo las sustancias químicas utilizadas en el fracking. A esto se le puede añadir también el aumento de casos de cáncer y las muertes del ganado como consecuencia de la contaminación del agua y del aire.

MÁS INFORMACIÓN: “Bajo las arenas bituminosas de Alberta” (LeMonde Diplomatique)

En el vecino al sur, Estados Unidos, ocurre algo similar. De punta a punta del país han proliferado los campos dedicados a la perforación y extracción de crudo y gas natural, en una burbuja que se desinfla a medida que los saudíes han mantenido el precio del barril de crudo bajo. Sin embargo, las laxas medidas que los gobiernos estatales han impuesto a la industria petrolera – considerando además el enorme poder de lobby que esta tiene – han generado un deterioro similar al canadiense, al igual que un fuerte y conflictivo debate en la sociedad sobre la conveniencia y la viabilidad de este tipo de industria. De lo que no cabe duda es de que el fracking ha permitido a Estados Unidos convertirse en el mayor productor mundial de crudo e independizarse del crudo saudí a pesar de ser este más barato. A día de hoy, yacimientos gigantescos como el de Eagle Ford, en Texas, que se adentra también en México, han reavivado la cuestión, si bien el lugar es el más propicio dado el matrimonio entre el estado sureño y el oro negro.

En el Viejo Continente ha primado más la postura favorable al medio ambiente. A pesar de que en la mayoría de países europeos la fractura hidráulica está permitida – sólo Francia, Luxemburgo, Bélgica, República Checa y Bulgaria lo prohíben –, la explotación no ha alcanzado límites elevados. Todo se mantiene a la espera de encontrar un yacimiento de gran potencial y sólo entonces valorar la idoneidad de explotarlo, siendo conscientes del impacto medioambiental y también del coste político que esta decisión tendría. Sin embargo, países como Polonia, deseosos de librarse de las ataduras del gas ruso, es quien tiene más ganas de lanzarse a explotar la bolsa de Lublin, aunque sus vecinos, reacios por las consecuencias que esta extracción podría tener, intentan mantener la calma de los polacos.

Situación legal del fracking para depósitos de gas natural en Europa. Fuente: The Economist

Situación legal del fracking para depósitos de gas natural en Europa. Fuente: The Economist

Sin embargo, cabe destacar el hecho de que en la mayoría de países europeos la industria todavía se encuentra en fase de exploración, y no han sido pocas las veces en las que un yacimiento a priori prometedor acababa en fracaso. No obstante, ya sólo en este estadio, muchos sondeos de zona se han topado con una fuerte oposición social y política. Incluso proyectos complementarios, como el almacén Castor, en parte relacionado con el desarrollo del fracking, han mostrado los problemas derivados de las perforaciones en el subsuelo.

Tampoco hay que perder de vista el hecho de que los nuevos métodos de extracción de crudo y gas necesitan de ingentes cantidades de agua. Si el problema hídrico es preocupante a nivel global de cara al futuro, en algunas zonas esta situación es crítica, y a menudo se antepone su uso para fracturar las rocas del subsuelo que para el consumo humano o la agricultura, agravando la escasez.

Por ello, la cuestión de los hidrocarburos no convencionales es tan prometedora como arriesgada. La productividad en la extracción ha sido fundamental para el desarrollo de la industria, por lo que sería de esperar que de aquí a unos años mejorasen las técnicas de extracción y se redujesen los costes medioambientales. No obstante, esto no hay que darlo por hecho. La presión social se ha demostrado aquí como una variable fundamental en las posibilidades de la industria, al menos en el mundo desarrollado. En el emergente, como viene siendo habitual, primará el pragmatismo nacional sobre una sociedad todavía poco cohesionada con estos temas. Sólo queda esperar quién se llevará la siguiente batalla en la eterna guerra entre combustibles fósiles y productores.

MÁS INFORMACIÓN: “Energía y Geoestrategia 2014” (Instituto Español de Estudios Estratégicos)


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