En el siglo XIX, Alexandre Icarus es un inquieto pintor de decorados que sueña con viajar a la Alhambra para ilustrar los cuentos de Washington Irving y hallar el tesoro que, según la leyenda. se oculta bajo el palacio nazarí. Cuando un accidente le obliga a alejarse de París, Icarus decide llevar a cabo su sueño y viaja hasta Granada para verse envuelto en una trama de sangrientos asesinatos que están teniendo lugar en el ruinoso palacio y traen en jaque al capitán Iñigo Badía (¡El hijo de Alí Bey!). La resolución de los asesinatos y el misterio del tesoro parecen entroncar directamente con el destino de los últimos nazaríes expulsados de España en una espiral de venganza, terror y magia que amenaza a los actuales habitantes del palacio si Icarus y Badía no son capaces de pararla a tiempo.
En el aspecto gráfico, estamos ya ante un autor maduro que maneja perfectamente los recursos narrativos a la hora de plantear elipsis y flashbacks usando ya recursos ensalzados en obras posteriores más personales. Aunque el álbum presenta a un Roca capacitado para acometer obras más ambiciosas –de hecho “El Faro” aparecería solo un año después- todavía su estilo adolece de ciertos clichés propios del mundo de la animación que se perciben sobre todo en el tratamiento que el autor da a los rasgos faciales de los personajes.
En definitiva, “Los viajes de Alexandre Icarus: Los hijos de la Alhambra” es un álbum correcto que no desmerece propuestas similares que han cuajado con éxito en el país vecino y que puede interesar sobre todo a aquellos que quieran seguir la evolución del artista valenciano.