Hijos de papá

Publicado el 11 noviembre 2015 por Yohan Yohan González Duany @cubanoinsular19

Por: Yohan González

En carta de despedida dirigida a Fidel Castro en 1965, el comandante Ernesto “Che” Guevara expresó: “(…) no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.

El Ernesto padre, que sabía los riesgos a los que se enfrentaba en su viaje a Bolivia, les transmitía un pedido a sus hijos en su  carta de despedida a ellos: “Crezcan como buenos revolucionarios”. Sin embargo, ni el mismo Che podría imaginar que años después su hijo menor ganaría dinero rentabilizando uno de los episodios más enigmáticos de la vida de su padre: los viajes junto a Alberto Granado a través de América del Sur.

Una columna de opinión bastante críptica, publicada en el diario Tribuna de la Habana, ha recibido desde hace semanas la atención de muchos por ser una supuesta crítica desde los medios de comunicación en Cuba hacia el fenómeno los hijos de papá. Desconozco si esa era o no la intención de su autor; sin embargo, a pesar de que sus palabras bien valen para ser vinculadas con algún que otro caso reciente o del pasado, en la sociedad cubana de hoy -y en especial los medios de información- se habla muy poco sobre este tema.

¿Pueden los hijos beneficiarse de la gloria de sus padres? Personalmente creo que no. Me parece absolutamente condenable que una persona se valga de un apellido o de la posición de sus progenitores para tener un ritmo de vida superior a aquellos que por lotería de la vida no tienen un pasado del cual ampararse. Que existan  conductas como los privilegios de la sangre o el nepotismo, heredadas de un pasado donde la sangre y los antecesores marcaban el lugar de una persona en la sociedad, es un retroceso para un país que se propuso hacer que todas las personas sean iguales.

Si el periodista Alexander Ricardo quería lograr un aguijonazo -aunque sea minúsculo- con su artículo, lo ha logrado. Si no era su intención, igual lo logró, porque ha habido debate y eso se agradece. Lo más triste es que algunos funcionarios se arrojen el derecho a censurarlo, a desactivar comentarios. Triste aún es que algunos lectores de Tribuna quizás no entiendan de que se trate el artículo, por no decir que quizás ni les llame la atención. Pero lo que más me duele es que tengamos que recurrir al sentido figurado.


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