Cuando te planteas ser padre (o madre) tienes en tu cabeza la imagen de un bebé sano y guapo. Te vas haciendo a la idea (la gente ya se ocupa de recordártelo a cada momento) que tu vida va a cambiar, que no vas a dormir de un tirón, que vendrán mocos y virus a tuti plen, que lo pasarás mal cuando tengas que dejarlos unas horas con otra persona para incorporarte a tu trabajo... Aunque por tu mente a veces pasa que las cosas pueden no salir bien, tiendes a pensar que a ti no te va a tocar. Luego tu hijo nace, sano y precioso (ejemmm) y respiras tranquila/o.Pero cuando te planteas tener un hijo no piensas en las cosas que vendrán después, cuando crecen, cuando van desarrollando su personalidad, sus preferencias, sus gustos. Tampoco te planteas qué puede que tu hijo no sea el más listo de la clase, ni el más sociable, ni el más educado. Todo eso viene luego y poco a poco tienes que ir asumiendo que en sus im-perfecciones está su esencia, sus cualidades, su perfección.Cuando todos los bebés de su edad ya tienen dientes y el tuyo no, te preocupas. Preocupación que pasa a ser la chorrada más grande del mundo cuando los niños de su edad ya no llevan pañal y el tuyo sí. Lo del pañal te da risa cuando resulta que no aprende a leer a la velocidad del resto de niños de su clase y así hasta el infinito y más allá. Estoy segura de que la etapa más complicada está por llegar, con la manida adolescencia.Cuando te planteas tener tu primer hijo jamás te haces a la idea de todo lo que viene después. Asumir y respetar que son im-perfectos es parte del aprendizaje de ser padres y no es fácil!Todo lo anterior, me lo ha contado una amiga, porque mis hijas son y siempre serán las más guapas, las más listas, las más educadas, las más sociables, las más perfectas del universo!Hace un año por esta época escribí también por una de las etapas de ser padres im-perfectos, para los nuevos lectores os invito a leer:Superada por los festivales (por Chelo)