Hip movimiento, Hop conocimiento

Publicado el 24 octubre 2019 por Apgrafic

La cultura hip hop no es mía; sin embargo, me pertenece.
Pedro Mo

Transformó el auditorio en el parque del barrio. Ese donde todos nos hemos reunidos alguna vez para jugar, conversar y sentirnos libres de expresar nuestras ideas. Pedro Mo, uno de los raperos y activistas referentes de la old school que tiene el Perú, se presentó en el Británico. Era una de las primeras veces que un artista con esa mirada revolucionaria llegaba a un centro cultural. Rápido, me ubiqué en un lugar donde podía ver bien el espectáculo y las reacciones de la gente. Lo primero que noté al entrar fue la pequeña masa que había asistido: señoras de sesenta y cinco al lado de chicos del parque Cabildo. Además, la esposa con su hija en brazos y el papá del rapero eran una parte de los diferentes estratos y edades limeñas que se juntaron para levantar las manos y mover el cuello al ritmo del hip hop.

Su esencia callejera era notoria. Teníamos al frente a un hombre de treinta y cinco años con marcas en el cuerpo de experiencia y lucha. Al mismo tiempo, tenía el carisma de niño juguetón al momento de ver un público nuevo. Ni bien tomamos asiento, un grito de “fan enamorada” vino detrás del escenario y nos asustó; luego, Mo salió a agüeitar con una sonrisa pícara. Esta era la forma en la que afirmaba sin decirlo: “Esto es como el parque de su casa, siéntanse libres y sean parte del espectáculo”. Durante un buen rato la joda siguió. Hasta que, sorprendentemente ese rostro risueño cambió a uno más serio y, sin más, vociferó: "Vamos a convertir esto en una marcha". En ese momento explotó el beat y comenzó el espectáculo. 

Salamanca hard time, 
basta de esta farsa, políticos corruptos son más gangsta
que tus rapstar
hasta cuando pondrán mis derechos detrás
de las marcas, lacra
llamen al flautista para estas ratas de corbata

Letras duras acompañadas de flashes y manos alzadas a un solo ritmo retumbaron las paredes del Británico. Los temas sobre la corrupción de los medios nacionales, gobierno y sociedad se hicieron sentir en esta poesía rítmica de suburbios. Para algunos fue un grito liberador; para otros quizás los que iban para cubrir una falta de respeto total. Sin pelos en la lengua, el hip hop de chacra de cloaca se hizo escuchar en su sentido más puro. La revolución del hip hop no sólo está en transmitir un mensaje, sino en expandirlo y crear legados. Cuando estuvimos ubicados en nuestros asientos, antes de que comience el espectáculo, una voz advirtió sobre las reglas del Británico: no fotos, videos, ni nada que no fuera de la prensa oficial. El ambiente estaba un poco tenso ya que todos querían tener un cachito del concierto para satisfacer ese deseo milenial de colgar todo en redes. Algunos grababan por lo bajo hasta que el rapero expresó: “Estamos aquí para expresar nuestras ideas y dejar claro el mensaje, saca tu celular nomás compare': graba, etiquétame y haz que esto se expanda". 

La parte final de su espectáculo fue dejar brillar al DJ haciendo mezclas. Un poco de scracht (sonidos con los platos de la consola del Dj) y dejar veinte minutos para “micro libre”, un espacio donde raperos que tienen temas pero que no son conocidos tienen la oportunidad para poder soltarlos y dejarse escuchar. Este espacio no desentonó el ritmo del concierto, más bien, reafirmo que en el Perú hay talento y que no falta apoyo: "falta huevos y confianza", como dice una de las canciones del rapero. Para él es así; tener grandes producciones no hace que el mensaje se propague más rápido. Además de hacer música, estar al margen del market es para Mo la forma de ser coherente con los ideales que manifiesta. Se conceptualiza así mismo como hip hoper y ahí está su éxito. Es un activismo que viene con letras y no un rap comercial. "El juego del sistema", como lo llama él, no ha acabado. La lucha continúa y esta se manifiesta por marchas, protestas, la autogestión ellos hacen sus propios discos y los venden— y los espacios culturales que sirven para educarse y compartir.

Este evento sólo fue un preámbulo de lo que viene el 2 y 3 de noviembre: el II Festival Túpac Amaru. Pedro Mo sigue con la línea de expandir esta cultura por todos los lugares. Vuelve a sus raíces y está armando desde hace meses un evento que reunirá a exponentes nacionales e internacionales de la cultura hip hop. Los cuatro elementos constituidos y en pie de lucha dispuestos a compartir espacios e ideas entraran por las entrañas del Palacio del Inca y lo convertirán durante dos días en el parque de nuestro barrio.

ALTOMISAYOQ 
Dicen que el contenido devela dos cosas importantes acerca del escritor: su bagaje cultural y experiencias de vida. 

Lucifer hazme un favor
Salúdame desde lejos si me vez beber de a pico
Tengo un paco, poco tiempo 
En este mundo por eso me precipito.

Él quiso representar a cabalidad en sus comienzos la frase de 'Choro Plantado' en Los inocentes: “Dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias de una vida intensa”.

En sus letras, Mo ha marcado dos puntos importantes. El primero tiene que ver con su “euforia juvenil". Sus experiencias callejeras y la búsqueda para llenar un vacío existencial. En sus primeros años fue como un caballo debocado; sin rumbo pero con ganas. Buscando libertad en el libertinaje, en el saciar esa sed de poder, tener esas ganas incontrolables de correr porque sí, y gritar. Sin embargo, luego tenemos la sensación de ver a un rapero postbautizo, y no me refiero a uno terrenal, sumergido por las aguas frías acompañado de una gran multitud, sino al revés; quizás fue un ritual místico, solitario y el gran pastor fue su conciencia que le gritaba para que abra los ojos a una realidad que está detrás, en las profundidades de nuestros Andes y Amazonía. En la canción Espaldas escribe lo siguiente:

Y en esta milésima que crece
El decibel decide ser un mc sabio 
Altomisayoq, Alto emisario,
cuidador de semillas, flores, tallos
y así como mi soli salí sobando unos callos

El Altomisayoq es el gran sabio por naturaleza, el hijo predilecto de los Apus que tiene un conocimiento sobrenatural y una relación estrecha con la Pachamama, sin necesidad de rituales. Estas líneas que suenan como un juramento hacia la tierra, parecen ser parte de los propósitos en la vida de Pedro Mo, dejando un pasado mucho más adverso, el que lo condenaba a caminar por los infiernos del mismo Dante y sentir el fuego de las calles en su propia piel. Mo, quizás en una etapa más consciente, parte a un viaje en el cual decide buscar la felicidad en sus raíces y antepasados, despierta ese deseo en él de tener esa sabiduría ancestral y buscar el éxito en lo simple, dejar de lado el consumismo y, en cambio, labrar, autogestionar, marchar y hacer hip hop para cuidar la pacha que lo vio nacer.

+INFO: El II Festival Túpac Amaru