El viernes hubo otro atentado terrorista en Estocolmo en el que cuatro personas fueron asesinadas por el malnacido que estampó su camión en una calle peatonal de esta ciudad. La noticia está en todos los periódicos y informativos.
También el viernes de madrugada Trump ordenó el bombardeo de una base aérea siria con resultado de al menos 9 personas muertas, teóricamente en represalia por el ataque químico que el régimen de Bachar Al Asad realizó en una zona rebelde y en el que fueron asesinadas más de ochenta personas. Y ahí siguen los informativos de todo tipo dando versiones de uno u otro bando según las líneas editoriales de cada uno de ellos.
Y todo ello ha ocurrido en una sola semana. Y estas terrible noticias son solo algunas de las que nos enteramos porque desgraciadamente habrán ocurrido muchas más en donde seres inocentes habrán perdido la vida de una forma aleatoria y siempre injustificada.
Y como vemos, de todas ellas se ha dado cumplida y sobrada información en todos los medios de comunicación.
Entre los pasados días 9 de febrero y 7 de marzo un grupo de ocho mujeres (Gloria, Martina, Patricia, Marian, Susana, Sara, Sonia y Celia) de la asociación VE-la Luz , todas ellas víctimas de violencias machistas, realizaron una huelga de hambre en la Puerta del Sol de Madrid y la cobertura mediática fue más bien escasa e incluso en algunos casos muy cuestionable la forma en que se trató por parte de algunos medios.
El listado de mujeres asesinadas por terrorismo machista no deja de crecer pero no ocupan ninguna primera página, no son noticia e incluso demasiada gente se alarma cuando utilizamos el término “terrorismo” para referirnos a estos asesinatos.
Sigo sin entender la resistencia a hablar de terrorismo machista cuando la sangría de mujeres asesinadas no deja de crecer. Es, a mi modo de ver, un total sin sentido. Y así nos sigue yendo a las mujeres de todo el mundo.
El pasado viernes en un charla en la que explicaba algunos términos coeducativos a un público mayoritariamente femenino, cuando apareció el término SORORIDAD, lo expliqué desde la normalidad, al igual que hice con el término FRATERNIDAD. Como es normal muy poca gente conocía el primero y todo el mundo conocía el segundo. Lo curioso del caso es que cuando ya acabamos con los conceptos y dimos paso al coloquio un señor muy educado me indicó que jamás había escuchado este término y que le gustaba, pero que quizás deberíamos plantearnos su uso, puesto que ya había uno que todo el mundo conocía y que englobaba a toda la población. Por supuesto que el término al que aludía el señor era el de fraternidad. No había ninguna mala intención en sus palabras, estoy segura, pero puso sobre la mesa el eterno debate de la invisibilidad de todo lo referente a los temas de mujeres.
He contado esta anécdota porque es, a pequeña escala, un clarísimo ejemplo de lo que ocurre con los asesinatos de mujeres y a la sistemática negativa de tanta gente a llamarlo TERRORISMO MACHISTA.
Son muchas las mujeres asesinadas por el machismo. Muchísimas y ya las cifras son mareantes, pero no se quiere hablar de terrorismo, puesto que “siempre” son casos aislados. Y, además se escudan en el argumento que formuló alguien (un hombre por supuesto) teóricamente progresista y de reconocido prestigio en el campo jurídico, que dijo “que detrás de estas muertes no existe componente político definido”. Venga ya!!!
Detrás de esos ASESINATOS, que no muertes, existe un sistema político claramente definido. Se llama patriarcado. Y nos asesina por ser mujeres. Lo ha reconocido hasta la ONU.
Los eufemismos son unas inmejorables herramientas al servicio del patriarcado para mantener ocultas realidades sangrantes como los asesinatos de mujeres. Porque mientras se habla de “muertes” y no de asesinatos a priori y simbólicamente se exculpa al asesino. El componente de culpabilidad que lleva implícito la palabra “asesinato”, no lo lleva la palabra “muerte” y de esa manera el patriarcado vuelve a proteger a sus hijos predilectos que son los asesinos de mujeres utilizando una de sus mejores armas: el lenguaje.
La hipocresía con la se argumentan algunos discursos que pueden llegar a justificar los asesinatos de mujeres y la negativa a utilizar expresiones como TERRORISMO MACHISTA para definir esos asesinatos es, desde mi punto de vista una de las claves para impedir la erradicación de ese terrorismo. El patriarcado necesita mantenerse y para ello necesita utilizar cualquier elemento que le mantenga en su posición. Incluso los asesinatos de mujeres.
Cuando desde el feminismo se habla de violencias machistas, de micromachismos, de lenguajes inclusivos, de coeducación, de equidad, etc. se busca construir sociedades socialmente más justas y menos violentas. Se busca construir relaciones humanas más simétricas e igualitarias a todos los niveles, desde las personales hasta las laborales. Se buscan sociedades menos violentas y más dialogantes para construir puentes de paz desde la empatía y no trincheras desde los desafíos y competencias.
El patriarcado teme al feminismo porque desafía sus cimientos basados en los privilegios y las desigualdades. Porque ¿Acaso los actuales conflictos bélicos vivos en todo el mundo no son esencialmente competencia por el mantenimiento de privilegios patriarcales? Se pueden llamar como se quieran, pero para mí es eso. Y el terrorismo es eso, debilitar al adversario con acciones asesinas como muy bien conocemos.
Sin embargo lo de Estocolmo es un atentado terrorista, pero el asesinato de todas y cada una de las mujeres a manos de sus parejas o exparejas no son actos terroristas, son “muertes por violencia de género”.
De nuevo los eufemismos para encubrir y ocultar el terrorismo patriarcal hacia las mujeres.
De nuevo la hipocresía social para no llamar a las cosas por su nombre. Porque mientras no se nombra no existe. Y si no existe no pasa nada y se mantiene el orden injusto y asesino de las actuales sociedades patriarcales y capitalistas que permiten tanta desigualdad y tanta inequidad entre las personas.
Por eso es tan necesario e importante que desde el feminismo demos nombre a las situaciones y las definamos correctamente. Por eso es tan importante que hablemos, también, de SORORIDAD y no solo de FRATERNIDAD.
Perdamos el miedo a llamar a las cosas por su nombre real porque solo nombrándolas existirá la posibilidad real de actuar contra la injusticia y la inequidad.
Porque solo actuando desde la raíz del problema, lo podremos solucionar y hablaremos de soluciones radicales.
Por eso el feminismo ha de ser RADICAL, porque ha de ir a la raíz del patriarcado para combatirlo.
Al menos así lo veo yo. ¿Te apuntas a ser un poco más radical y menos hipócrita?
Ben cordialment,
Teresa