La lucha contra la corrupción es imprescindible para una España cuya política está podrída hasta el tuétano y cuyos dirigentes no son, precisamente, ejemplares, pero que el PSOE se atreva a criticar la corrupción del PP, aunque sea cierta, es un sarcasmo y una osadía que únicamente pretende fijar en el adversario la imagen de "partido corrupto", a pesar de que el socialismo español sea insuperable e invencible en el capítulo de la corrupción.
Es cierto que el Partido Popular ha imitado al PSOE también en la corrupción, como lo ha hecho en la arrogancia y en el desprecio al ciudadano y a la verdadera democracia, pero no es menos cierto que el PSOE ha batido en España todos los records de corrupción posibles e imaginables, siendo el único partido con sentencias condenatorias firmes por cohecho y otras figuras corruptas, el único con ministros y secretarios de Estado en la cárcel, el único que llegó a practicar el terrorismo de Estado y el único que perdió el poder porque el hedor era insoportable en toda España, con las cúpulas de la Guardia Civil, el Banco de España y otras instituciones claves en presidio.
La situación de hoy es lamentable porque los dos partidos están contaminados de corrupción más allá de lo que debería ser soportable para un pueblo como el español, que si fuera honrado y digno ya habría erradicado de la vida política a los dos grandes partidos políticos, contaminados hasta la médula. La gran diferencia entre la izquierda y la derecha es que la izquierda, al manejar mucho mejor la propaganda, consigue inflar y airear los casos de corrupción de la derecha, a pesar de que los propios sean más y quizás peores.
Una prueba de la casi perfecta propaganda de la izquierda es que España haya estado casi un año en vilo por un par de trajes del presidente de Valencia, mientras que escándalos de muy superior alcance, como el piso de 1.8 millones regalado por José Bono a su hijo y la cascada de sinvergonzonerías y chorizadas que está arrasando al PSOE de Andalucía, entre las que destaca el caso Mercasevilla, siguen semiocultas por culpa de una derecha que cada día demuestra más su torpeza. El sucio caso de Jaume Matas, merecidamente, ocupa las portadas de la prensa española, pero el de Mercasevilla, donde todo indica que ha existido extorsión, cohecho y financiación ilegal, está tapado por el silencio, gracias a la cobertura mafiosa del poder.
La táctica del espejo, una de las prácticas favoritas del "Zapaterismo", consiste en decir al pueblo lo mismo que el pueblo le dice a los políticos, o lo que el pueblo está deseando escuchar de sus líderes, un truco engañoso que pretende proyectar la falsa imagen de dirigentes identificados con su pueblo, cuando la realidad es que están en la arrogancia y el privilegio, a años luz de distancia.
Zapatero y su gobierno hablan de "luchar contra la corrupción", cuando el, por ser el secretario general de su partidos y presidente del gobierno, es el "gran padrino" natural y el máximo responsable de toda la inmensa corrupción pública española y de la de su propio partido; habla de "más democracia", a pesar de que él es el gran enterrador de la democracia española; habla de "derrotar a la crisis" cuando él perdió casi dos años negando su existencia y, después, ni siquiera ha sabido combatirla, convirtiéndose en el principal aliado y culpable del drama económico que asola a España; habla del "prestigio" de España en el mundo, cuando esta país nunca estuvo tan devaluado en el planeta desde que murió el dictador Franco.
Afirma Zapatero que “hace falta diálogo" y aboga por la "paz social" porque sabe que los ciudadanos lo desean, pero ignora que él ha alimentado el acoso a la oposición, ha alimentado la división, la discordia y el enfrentamiento, ha cerrado las puertas al diálogo de las víctimas del terrorismo, de los católicos, de los que repudiamos el aborto fácil. También oculta que es él, personalmente, quien impide que se hagan las reformas que los expertos aconsejan y que las grandes instituciones internacionales y el Banco de España exigen, como es una reforma que flexibilice el mercado laboral y permita nuevas contrataciones.
Para colmo de cinismo y de falsedad, habla de "lucha contra el paro" cuando es él quien ha desatado en España el fantasma del desempleo masivo, alcanzando la cifra escalofriante de cinco millones de parados reales, una sangría injusta y una injusticia sustancial que amenaza la paz, la convivencia y el futuro de España.