Toda su vida ha estado cercano a la tinta y al papel, menudo desperdicio de vida hubiera sido que esa inteligencia no hubiera plasmado los espasmos de sus neuronas en revistas, libros y supongo servilletas de restaurante.
Hoy que vine a comer a casa, uno de los placeres de la vida que impiden la grandes ciudades o la mala administración del tiempo y los recursos, subí a lavarme los dientes para regresar a la oficina y me tropiezo en el lavabo con uno de sus libros: “Antología general”. Y es que tengo la mala costumbre de ir dejando libros por aquí y libros por allá en casa, como si estos dieran vida a los rincones del hogar, siendo que solamente colorean los rincones de nuestra mente.
Cuando tomo un libro en las manos, lo abro al azar, aunque ya lo haya leído, y me gusta sorprenderme con la lectura de un párrafo, en esta ocasión lo abrí en la página 325 y el ensayo se titula “Hipótesis para sociólogos”. Y el tema central del mismo son las personas “pantalla” o presta nombres, individuos rapaces que hicieron fortuna post revolucionaria a la sombra de un amigo o compadre político y por supuesto servidor público que podía desviar recursos a las empresas de esas personas pantallas.
El México moderno está construido sobre presta nombres, ¿por qué nos extraña cuando salta al escenario un Juanito en Iztapalapa? O cuando un Raúl Salinas deposita cientos de millones de dólares en bancos suizos y alega que es dinero prestado de sus amigos. Los pilares de nuestro país son de barro contaminado.
No vamos a componer a nuestra patria mientras se siga tolerando a los presta nombres, mientras no haya transparencia.