Luego de la Primera Guerra Mundial, en la que Japón había intervenido ligeramente haciéndose con algunas islas del Pacífico, la prosperidad del país pareció incrementarse por montones. Japón se había convertido en una potencia mundial y ahora la monarquía debía estar a la altura de las circunstancias. Y lo hizo, pues a pesar de tener un emperador enfermo, Japón se preparó para la modernidad, convirtiéndose en un país industrializado. Eran los felices 20 en el Lejano Oriente.
Lamentablemente, el Ejército había adquirido un gran poder desde la Primera Guerra Sino Japonesa y la Guerra con Rusia a fines del siglo XIX e inicios del Siglo XX respectivamente, convirtiendo a dicha institución en una aristocracia poderosísima que con el tiempo se inmiscuyó en los asuntos de estado, sino lo hacía ya. El objetivo de estos militares era instaurar un nuevo orden donde los orientales estén dominados por los nipones. Además, occidente parecía demasiado lejos y Japón no había sido víctima del colonialismo. En diciembre de 1926 muere el emperador Yoshihito.
El ascenso de Hirohito
Se puede decir con total acierto que Hirohito fue un emperador sui generis. Gustaba de vestir como occidental y prefería la monogamia. El 11 de noviembre de 1928 asciende oficialmente al trono siendo coronado poco después en Kioto la antigua capital del Japón. A partir de allí también fue llamado Emperador Showa (Paz iluminada). Los militares pronto se percataron de que a pesar de sus buenas intenciones, Hirohito tenía un defecto: era muy fácil de manipular. Además, era el sumo sacerdote de la religión sintoísta haciéndolo un dios viviente. Así las cosas, sólo él podría probar todo lo que los militares dispusiesen.
Luego llegaría la crisis del 29 de la que Japón saldría airoso, además, los militares ya estaban empeñados en sus futuros planes sobre Manchuria y China y no querían ninguna clase de obstáculo. A pesar de todo, los intereses japoneses en otras partes del mundo se vieron afectados y a eso hay que sumarle los pocos recursos autóctonos para alimentar a un pueblo de millones y millones de habitantes. Con este panorama incierto la expansión japonesa resultaba inevitable. La cuestión era simple. Se pedía permiso a Hirohito o bien se le forzaba mediante la acción, una vez empezadas las invasiones el emperador solía tendría que aceptar. Y así fue. El primer paso fue el asunto de la invasión de Manchuria, un estado títere desde hacía un par de años y a continuación los primeros roces con China tras el bombardeo de Shanghai en 1932.
Entre este año y 1937, cuando comenzó la Segunda Guerra Sino Japonesa, los nipones manipularon a su antojo al emperador y debido al incidente del puente, empieza dicho conflicto. Según los mismos militares, Hirohito dio muestras de gratitud y aprobó las hazañas y el inicio de los combates. No se opuso. La guerra en China probablemente fue uno de los conflictos más devastadores de todos cuantos hay. Los increíbles avances japoneses, desmoralizaron por mucho a los chinos, obligándolos a retiradas forzosas y a olvidarse de sus propios civiles.
Podemos encontrar dos hechos que están entre los más controversiales de la vida del emperador en esta guerra: el uso de armas bacteriológicas que causaron inenarrables sufrimientos a los civiles y segundo, la matanza de Nankin, donde en diciembre de 1937 casi cien mil civiles chinos son torturados y asesinados. Una espantosa matanza que según los militares antes y después de la Segunda Guerra Mundial no encontró mayor oposición de parte de Hirohito. Parte de esta actitud podría deberse a la confianza de Hirohito en su ejército, o su propia conviccion de que la victoria estaba cerca.
Japón parecía imparable y tenía un poderoso ejército y una poderosa marina construida al estilo británico que empezó a despertar temores en los occidentales demasiado tarde, en 1940, cuando la guerra en Europa ya había comenzado. Cuando Francia fue derrotada, los nipones ocupaba la Indochina Francesa y se preparan para una guerra a gran magnitud. Ante esta situación, Inglaterra, Holanda y Estados Unidos congelan los bienes japoneses en dichos países. El Alto Mando Imperial consulta al emperador y le advierte que solo tienen reservas de petróleo por poco más de un año, ahora que Estados Unidos, su principal proveedor, se las había cortado totalmente. Ante esto, Japón planea una guerra contra las potencias occidentales, invadiendo sus colonias en el Pacífico y destruyendo la flota americana anclada en Pearl Harbor. Hirohito parece entrar en razón y pide que Japón declare la guerra antes de semejante tentativa.
Hirohito en la Segunda Guerra y la ocupación yanqui
Se atacó Pearl Harbor y Japón ingresó a la guerra. De ahí en más, el emperador sería un títere. Con una tibia victoria en el Mar del Coral y una rotunda derrota en Midway los japoneses iniciaron una guerra defensiva. No sólo contra Estados Unidos, ya que paralelamente se había atacado a Gran Bretaña ingresando en la guerra contra la Commonwealth Británica lo cual incluía a Australia e India. Eso sin contar que la guerra en China nunca acabó y se hacía extremadamente difícil.
Pronto, la industria yanqui sobrepaso a la japonesa y fueron arrebatándoles todas las islas del pacífico, sumando victoria tras victoria. En Asia las cosas estuvieron estancadas para los japoneses en un difícil terreno. Hirohito sólo firmaba papeles y trataba de continuar con su vida. No obstante, para inicios de 1945, en Birmania los japoneses ya casi ni tenían ejército, en China las cosas habían mejorado pero no tenían un final cercano, y por otra parte, los estadounidenses ya estaban planeando el asalto final al archipiélago japonés.
Luego, en mayo se rindió Alemania y Japón mantuvo entretenidas a las fuerzas americanas en Okinawa hasta casi llegado agosto. El Proyecto Manhattan produjo las bombas atómicas que se arrojaron sobre Hiroshima y Nagasaki. Luego de esto un desesperado Hirohito presiona para acceder a la rendición. El argumento hasta el momento para no acceder a tal cosa era que los estadounidenses no querían preservar la figura del emperador, pero tras la aniquilación de las dos citadas ciudades, finalmente accedieron.
El Hirohito posterior a la guerra
Japón fue ocupado por las fuerzas estadounidenses dejando al almirante MacArthur a cargo. Hirohito sólo fue una figura decorativa conveniente para que el país no cayese en la anomia. Y vaya que fue así. Se le perdonaron todos los posibles juicios por crímenes de guerra y contra los derechos humanos. En pocas palabras, se limpió su pasado totalmente, hecho más que controversial con el que tuvo que arrastrar el resto de su vida. Hirohito también hubo de dar el penoso mensaje sugiriendo a los japoneses a rendirse, “soportando lo insoportable y sufriendo lo insufrible”, sin embargo, nada causó tanta conmoción sino hasta el año nuevo de 1946 donde niega tener ascendencia divina. De ahí en más fue un simple mortal con traje occidental que recorría las ciudades bombardeadas alentando a sus compatriotas.
Con la nueva Constitución, la dinastía sólo jugaba un papel decorativo. Esto le permitió a Hirohito realizar viajes y dedicarse a su gran pasión, la biología marina. Además, al convertirse Japón en el nuevo bastión capitalista de oriente, el progreso se palpó bastante rápido. Para inicios de los sesenta, Japón, sorprendiendo a todos, ya se había convertido en una potencia económica. En la década siguiente, él y su esposa, fueron recibidos en la casa Blanca y también visitaron Disneylandia, se dice que inclusive el ratón Miguelito le obsequió un reloj al emperador. El objetivo del viaje fue exaltar los valores de la paz. Llegados los ochenta Hirohito no podía estar más que satisfecho. Había sobrevivido a uno de los episodios más trágicos de su país, y a su vez, iniciado los ochenta, ya podía decirse que Japón era una potencia total y su desarrollo tecnológico e industrial era probablemente el más avanzado del mundo, con empresas como Sony que hasta ya tenían un edificio en Estados Unidos. Pero Hirohito ya era un hombre viejo, y el 7 de enero de 1989 su vida llegó a su fin, siendo enterrado muchos días después como parte de la tradición japonesa, exactamente el 24 de febrero. Más de 163 países enviaron representantes a la ceremonia, empero Hirohito y su cínica actitud en la Segunda Guerra Mundial nunca ha sido olvidada y es motivo de debate hasta hoy en día.