Camaradas,
La dinastía japonesa es la más ranciamente aristocrática de todas las Casas reinantes. Desde hace dos mil seiscientos años —veintiséis siglos— rige los destinos del pueblo nipón en línea directa ininterrumpida. Desciende de los dioses de la mitología japonesa y reina por la voluntad del Cielo. El Emperador Hirohito, que en abril cumplió cuarenta años de edad, es nieto del gran Meiji, reformador del Japón semifeudal, que por él fue abierto a la civilización occidental sin renunciar por ello a sus poéticas tradiciones raciales. Su padre, Yochihito, murió hace quince años. Dos años antes, el entonces heredero del Trono contrajo matrimonio con la princesa Nagako, hija del príncipe Kuninomiya. Del matrimonio nacieron siete hijos. El futuro Emperador, el príncipe Akihito, nació el 23 de diciembre de 1933, es decir que pronto cumplirá, ocho años.
El Emperador Japonés, en una de las raras ocasiones en que se ha dirigido al pueblo japonés, ha hecho público hoy el siguiente comunicado en el que ha expuesto los motivos que le han llevado a declarar la guerra a los Estados Unidos de Norteamérica, Gran Bretaña y Holanda. Poco antes, Hirohito, había estampado su firma y sello imperial sobre el documento de declaración de guerra. He aquí el comunicado de su Majestad Imperial:
Nos, Emperador del Japón, por la gracia del Cielo, elevado al Trono que pertenece a una dinastía ininterrumpida desde edades inmemoriales y eternas, hacemos saber a vosotros, nuestros leales y fieles súbditos, que declaramos la guerra a los Estados Unidos de Norteamérica y al Imperio británico. Los soldados y oficiales de nuestro Ejército y de nuestra Marina harán todo lo posible en el sostenimiento de esta guerra; los agentes de nuestros diversos servicios públicos cumplirán con diligencia y fidelidad las tareas que les están confiadas, la nación, entera, con voluntad unida, movilizará todas sus fuerzas a fin de que nada sea olvidado para alcanzar nuestros objetivos de guerra.
Asegurar la estabilidad en Asia oriental y contribuir a la paz mundial son los fines de la gran política formulada por nuestro abuelo imperial y por nuestro padre, su sucesor, los cuales hemos jurado con el corazón proseguir. La amistad entre las naciones y la prosperidad común de todos los países han sido siempre las directrices principales de la política exterior de nuestro Imperio. En verdad que ha sido inevitable y muy alejado de nuestros deseos el ver a nuestro Imperio cruzar ahora sus fuegos con Norteamérica y la Gran Bretaña.
Más de cuatro años han pasado desde que China no acertó a comprender las verdaderas intenciones de nuestro Imperio y, fomentando la inquietud, comprometió locamente la paz del Extremo Oriente, aunque el Gobierno nacional chino haya sido restablecido en Nanking y el Japón sostenga con él relaciones de buena vecindad y colaboración. El régimen que continuó viviendo en Chung-King ha contado con la protección de Estados Unidos y Gran Bretaña y continúa su oposición fratricida. Ávidos de ver realizadas sus desmesuradas ambiciones de dominio en Oriente, Gran Bretaña y Estados Unidos otorgaron su apoyo al régimen de Chung-King y agravaron el malestar en Asia oriental. Estas naciones tratan de arrastrar a su lado a los demás países y fomentaron sus preparativos militares en los cuatro costados de nuestro Imperio para desafiarle. Obstaculizaron el comercio en el Pacífico y rompieron, finalmente, las relaciones económicas, amenazando gravemente la existencia de nuestro Imperio.
Hemos esperado con paciencia y soportado largo tiempo esta situación con la esperanza. de que nuestro Gobierno lograría restablecer la paz, pero nuestros adversarios, mostrando el menor espíritu de conciliación, retardaron una reglamentación al mismo tiempo que intensificaban su presión económica y política para obligar a nuestro Imperio a someterse a sus deseos. De no poner remedio a este estado de cosas, no solamente se anulaban los esfuerzos realizados por nuestro Imperio durante numerosos años para la estabilización del Asia oriental, sino que se ponía en peligro también la existencia de nuestra nación. En semejante situación, no ha quedado a nuestro Imperio, para la defensa de su existencia, otro recurso que el de las armas y el aplastar todos los obstáculos que se pongan en su camino.
Que los espíritus santificados de nuestros ascendientes imperiales nos protejan desde lo alto. Nos confiamos en la lealtad y el valor de nuestros súbditos, y tenemos confianza en que la labor que nos ha sido legada por nuestros antepasados será realizada, en que las causas del mal serán extirpadas y en que una paz duradera será muy pronto restablecida en el Asia oriental, para salvaguarda, y gloria de nuestro Imperio.
Al mediodía, el Ministro de Asuntos Exteriores Japonés Shigenori Togo ha hecho público el memorándum de quince páginas que Kurusu y Nomura entregaron a Cordell Hull la mañana del ataque a Pearl Harbor (una hora después de su inicio porque se retrasaron en la traducción al inglés) con el que el Gobierno de Tokyo ha respondido a la nota yankee del 26 de noviembre.
En ella, el Gobierno Japonés “considera que es imposible llegar a un entendimiento con los Estados Unidos mediante nuevas negociaciones.” El documento añade que la nota de Cordell Hull contenía algunos puntos aceptables aun cuando no ha tenido en cuenta los sacrificios realizados por el Japón en su conflicto con China.
El Gobierno de Tokio ha citado además en su memorándum las proposiciones que realizara el 30 de noviembre al departamento de Estado norteamericano. Estas proposiciones ofrecían una base para una colaboración fructífera de ambas naciones en todos los problemas concernientes al Extremo Oriente y al sur del Pacífico. Entre otras cosas, el Gobierno Japonés se había declarado dispuesto a retirar las tropas japonesas de la Indochina una vez terminada la guerra con Chiang-Kai-Shek. “En las negociaciones de Washington, el Japón ha puesto de manifiesto su actitud decente y moderada, mientras que el Gobierno yanqui, desconociendo en absoluto la situación, se ha atenido a sus teorías sin ceder una sola pulgada de sus irrealizables planes".
Al final del memorándum se ha indicado que todas las exigencias presentadas por los Estados Unidos respecto a la terminación del conflicto con China, han perseguido la finalidad de destruir la posición japonesa en Asia oriental. Termina el memorándum con las siguientes palabras: "Lamenta el Gobierno Japonés tener que comunicar al Gobierno norteamericano que es imposible llegar a un acuerdo y, por tanto, son inútiles todas las negociaciones."
Es lebe Japan!Es lebe der Kaiser Showa!