Llegamos a la estación de trenes de Hiroshima en un día gris, triste y plomizo. Tras apearnos del tren bala fuimos raudos a nuestro hotel situado a diez minutos escasos andando de la estación, y tras hacer el check-in dejamos las maletas y nos dispusimos a explorar la ciudad bajo la amenaza de la lluvia. Hiroshima es conocida tristemente como la primera ciudad en la que se arrojó una bomba atómica causando la muerte instantánea de cerca de ochenta mil personas en el acto, y otras decenas de miles más murieron en los días, meses y años posteriores hasta una cifra que superó las doscientas mil almas. Nosotros por nuestra parte nos dirigimos al centro de la ciudad, concretamente hasta el Castillo de Hiroshima, situado a orillas del río Ota. Este castillo fue construido en el siglo XVI pero tras la detonación de la bomba atómica quedó totalmente arrasado. Pasada la guerra fue reconstruido fielmente al modelo original y en el mismo emplazamiento.
Antiguamente el Castillo de Hiroshima llegó a tener tres fosos de agua como defensa, aunque tras la explosión de la bomba atómica una parte muy importante de los terrenos de este imponente castillo pasaron a formar parte de la nueva ciudad planificada desde las cenizas de la antigua. Junto a él un templo budista sirve para atender las oraciones de los fieles que se acercan hasta este pedazo de la historia de la ciudad.
El Castillo de Hiroshima se alza cinco alturas sobre el terreno en una situación poco habitual al encontrarse en terreno llano y no sobre una colina como solía ser habitual. Los tejados negros son menos lucidos que los teñidos de color verde y una gran parte de su estructura estaba hecha en madera de pino japonés. Hoy es un museo que da a conocer las historias de los castillos japoneses.
Caminando por la ciudad, por su centro histórico, o mejor dicho lo que en su día fue la parte antigua de Hiroshima, percibes una ciudad moderna, lineal, de amplias calles y grandes avenidas resultado de la destrucción total y la planificación de una nueva Hiroshima. Curiosas, coloridas y muy atractivas resultan las tapas de alcantarilla en Hiroshima.
De camino al Parque de la Paz desde el Castillo de Hiroshima, antes de llegar al Monumento de la Paz de Hiroshima, te cruzas con otro parque que alberga el Museo de Arte y el Museo de la Ciencia y la Cultura. En él una campana de bronce se alza sobre el parque con la leyenda: "Esta Campana de la Paz se hizo en 1949 para consolar a las almas de las gentes que perecieron por la explosión de la bomba atómica y de esperanza para la paz. Los metales recogidos de los escombros en la ciudad devastada se mezclaron para fundir esta campana. Se repica cada año en el ceremonial del 6 de agosto."
Como ya escribí anteriormente, a Hiroshima se la conoce por ser la primera ciudad devastada por la explosión de una bomba atómica. Y la imagen más reproducida de aquel horror es el único vestigio de la antigua ciudad que quedó en pie, el "Gembaku Domu", o más conocida como la Cúpula de la Bomba, declarada por la UNESCO Patrimonio Mundial de la Humanidad en el año 1996. Habíamos visto anteriormente esas ruinas cientos de veces en fotografías o reportajes, como la inmensa mayoría de la gente, pero estar allí delante de ellas creaba una mezcla de inquietud e incredulidad, una sensación extraña.
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Frente a la Cúpula de la Bomba, en el Parque Memorial de la Paz, un atrio exponiendo una fotografía del Gembaku Domu muestra como era este edificio antes de la explosión atómica. Basta alzar un poco la vista para ver a lo que quedó reducido aquel moderno edificio que servía de pabellón de fomento de la industria. Pequeños barcos turísticos surcan las aguas de los ríos para ver la ciudad de Hiroshima desde otro punto de vista, pero aquel día gris y tristón no nos pareció que acompañara para embarcarse en uno de ellos.
Frente a la Cúpula de la Bomba encontramos el Parque Memorial de la Paz. Separado por uno de los canales del río Ota en uno de los extremos se encuentra la Campana de la Paz. Esta campana, con el mapa del mundo grabado en relieve, se puede hacer sonar en honor a la paz mundial, y nosotros quisimos contribuir también con nuestros tañidos a acercar un poco más esa paz que no acaba de llegar a nuestro mundo. Es uno de los muchos monumentos que se encuentran en el Memorial.
Otro de lo lugares más visitados del Parque Memorial es el Monumento a la Paz de los Niños que recuerda la historia de la niña Sadako Sasaki. Antes de nada había que conocer el por qué de este monumento y el por qué de tantísimos origami-figuras en papel- alrededor del monumento. Leyendo la guía encontramos la explicación. La niña Sadako Sasaki tenía dos años cuando lanzaron la bomba atómica sobre Hiroshima y enfermó a consecuencia de la radiación. Ella pensaba que se recuperaría si fabricaba mil gruyas de papel aunque tristemente falleció años después a causa de una leucemia. El hecho impactó a sus compañeros de colegio que iniciaron la aventura de construir un monumento a su memoria y a la paz. Su historia fue conocida por todo Japón y niños de todos los lugares comenzaron a enviar origami en su memoria. Actualmente el monumento está rodeado por expositores de papel con decenas de miles de origamis llegados de todos los rincones del país.
Otro monumento con forma de arco preside uno de los espacios centrales del Memorial de la Paz. El "cenotafio" fue erigido en memoria de las víctimas de la guerra y contiene el nombre de todos los que murieron aquel día en el que decenas de miles de personas fueron borradas del mundo de un plumazo, en un sólo instante. Una inscripción reza: "Descansad en paz. Jamás volveremos a cometer el mismo error". Una mujer acudió ceremoniosamente para rezar en silencio ante el monumento de recuerdo ataviada con un quimono tradicional. Sobrecogedoras las reverencias y el respeto de los japoneses hacia las víctimas y los símbolos que las representan y recuerdan. Cuanto tenemos que aprender de ellos.
Un museo acompaña y complementa el Parque Memorial de la Paz. En él se puede conocer al detalle todas las consecuencias de la explosión de la bomba atómica. También hay objetos recuperados de entre la devastación, como la impresión de una sombra oscura que fue lo único que una de las víctimas dejó sobre unos escalones de piedra. A medio camino del "cenotafio" y la Cúpula de la Bomba en el mismo parque está la llama de la Paz en una estructura que forma dos manos ofrecidas al cielo, llama que sólo se apagará el día que todas las armas nucleares del mundo hayan sido destruidas.
Cuando comenzó a caer la noche fuimos dando un paseo hacia las zonas más comerciales de la ciudad. Pero antes quisimos contemplar la zona del impacto iluminada con la tenue luz que adorna sus monumentos. A esas horas los edificios -incluida la Cúpula de la Bomba- se reflejaban en la superficie del río cual espejo, y parecían mirar hacia el cielo y hacia la tierra al mismo tiempo.
Aún sobreviven en Hiroshima algunos viejos tranvías
La nueva Hiroshima planificada de una forma moderna y lineal, en contra posición a las angostas y reviradas calles de la Hiroshima de antes de la bomba, rezumaban vida y animación por todos los lados. Hoy es una vibrante ciudad llena de zonas comerciales cubiertas a resguardo de las frecuentes lluvias que llegan del Mar Interior del Japón, comercios de todo tipo y estupendos restaurantes donde saborear sus famosas ostras y el abundante marisco. Nos sorprendió mucho el gusto de la gente de Hiroshima por salir y disfrutar de la comida callejera, de los cafés y sobre todo de los restaurantes. Y lo digo porque llegada la hora de cenar tuvimos que guardar un rato de cola en la calle esperando una mesa libre, y muchos de sus comensales eran los propios locales.
Si uno pasa por Hiroshima no puede dejar de probar su famoso y delicioso plato estrella creado en esa ciudad según dicen, el okonomiyaki. Y qué mejor que hacerlo en el restaurante número uno de Hiroshima, el Nagataya, ubicado muy cerca de la Cúpula de la Bomba en pleno centro. Entrar y contemplar la barra-cocina del restaurante es todo un espectáculo con varios cocineros preparando un montón de okonomiyaki en la enorme plancha.
Las mesas también tienen una plancha para mantener el okonomiyaki caliente en todo momento. A la hora de ordenar la comida se puede elegir entre diversas variedades, concretamente el mío lo elegí de ostras de Miyajima, suculento.
Pero ¿qué es un okonomiyaki? Pues básicamente una masa a base de harina, agua y huevo que van rellenando con fideos soba, verduras como el repollo y otros ingredientes a elección como carne de cerdo, o gambas y calamares o, como en mi caso, relleno con unas cuantas ostras. Encima le suelen acabar con un huevo frito. El resultado es espectacular y los okonomiyakis del restaurante Nagataya seguramente estén entre los mejores de Japón. Por cierto, llenan una barbaridad, menuda panzada.
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