Es difícil encontrar a un personaje más polémico que el que encabeza el título de esta entrada. El que en vida fue alcalde de Marbella, presidente del Atlético de Madrid y personaje del mundo televisivo y radiofónico, ha tenido momentos para el recuerdo. Hombre abiertamente reconocido de derechas, franquista y por supuesto con patria en el dinero. Así era Jesús, un tipo peculiar que por supuesto, también tuvo si hueco en nuestro programa de Radio Carcoma, en el que fue protagonista único de la sección que hoy ocupa, esta vez por escrito. (Puedes oír aquí el programa)
Si alguien os preguntara cuál pensáis que es el momento histórico de Gil, posiblemente pensaría en tantas que no sabría dar una respuesta, pero yo me quedo con una en concreto: la "movida" a las puertas de la Liga de Fútbol Profesional. El 8 de marzo de 1996 se cruzaron José María Caneda, que en aquel momento presidente del Compostela, y Jesús Gil que, acompañado con sus guardaespaldas propinó un hostiazo a José Luis González Fidalgo, el gerente del equipo gallego que se metió por medio. Después de llevarse la galleta comenzó a crearse un ambiente de crispación nunca vista antes en la televisión deportiva. Al grito de: «quieto, presi, quieto», Fidalgo intentaba calmar a Caneda que se revolvía como una culebra por detrás de los guardaespaldas de Gil, vestidos para la ocasión en plan película de cine noir: traje, gafas de sol y gabardinas. Por otra parte, Fidalgo, que debía ser algo así como Waylon Smithers de Los Simpson, seguía encabronado gritando y saltando detrás de la protección privada del presidente del Atlético de Madrid. Mientras subían las escaleras de la LFP seguía la bronca. Gil gritaba: «¡Tú fuera, que a ti ni te conozco!» a Smithers. Durante todo momento disfrutamos del más exquisito plano secuencia de la historia de la Telebasura. Una joya que con el tiempo se ha convertido en un clásico. Vamos a ver el vídeo y seguimos.
Al final del vídeo nos muestran a Gil hablando sobre el altercado, en el cual también suelta la frase casposa de turno: «El editorial del País dice que yo he ordenado votar al PP. Joder, yo ya he dicho que viva Franco y arriba España». Y no, no me perturba que semejante personaje pudiera decir algo así, que ya lo conocíamos de sobra, sino las risas y aplausos que vinieron después por parte de los allí presentes. Algo que en un país normal, le habría inhabilitado para la política, pero nos hace recordar que vivimos precisamente aquí, en España. Igualmente no deja de ser un documento interesante.
Poco tiempo antes, allá por 1995, en el programa Nadie es perfecto, conducido por Antxon Urrusolo, se produjo una estampa bastante grotesca que, sin violencia física esta vez, dejó otro momento para el recuerdo en televisión. Jesús Gil aportaba su opinión sobre gente al que él definía como "Los Comunistas". Hablaban en una acalorada conversación sobre las distintas lenguas que se hablan en España, como el catalán, el euskera y demás, y los motivos por lo que deberían dejar de sonar en televisión o fuera de sus regiones. Más o menos estas borrachadas soltó por su boca un extraño personaje, que apareció con boina, gafas de sol y americana en un vídeo que se emitió precisamente en la televisión pública. Sánchez-Dragó también andurreaba por allí, con su toque de prepotente cavernario. Nada que comentar sobre este tipo, ya bastante me quitaba el sueño al verlo en El diario de la noche acompañado por su gato en esa cadena, nada manipulada por ningún partido político llamada Telemadrid.
Más adelante hicieron intervención Juan Echanove y Loquillo, aquí el cuadro era totalmente sublime, insuperable. Echanove con pitillo en mano, comenzó a decir todo lo que opinaba sobre Gil, sobre las chorradas que estaba diciendo. En un plano humeante sobre el humo del cigarro, éste comenzó a recitar un poema de Quevedo con un primer plano con zoom absolutamente apoteósico. Terminado el recital, trinca el vaso de whisky que también le habían proporcionado y le da un tiento en señal de aprovación. Loquillo a su vez hizo lo propio y también aportó opinión sobre el tema.
Los tiempos de televisión de este tipo han desaparecido. Aquellos momentos en el que el humo del cigarrillo abarrotaba los platós, se podía beber alcohol sin problema y se acababan convirtiendo en auténticas tascas, generan una nostalgia en mí indescriptible. Supongo que la libertad de ahumar al presentador y al resto de invitados estaría mal, pero no dejaba de ser en cierto modo entrañable.Propiedad de ElAltramuz.com