El verdadero mérito se encuentra en el excelente trabajo de traducción y documentación de Mauro Armiño, tan pensado y cuidado que es una delicia deslizar los ojos hacia los pies de página. Así, no sólo dejamos de ser testigos de una vida para convertirnos en espectadores de una época, sino que además descubrimos que Casanova mentía incluso cuando hacía bailar su pluma, desenmascarando a un personaje digno de protagonizar ficciones de picaresca.
Cuando comencé a leerlo, un amigo me preguntó que por qué creía yo que Casanova era así con las mujeres. Después de pasar tantas páginas no lo tengo nada claro, pero juraría que una de las razones fundamentales era simplemente para contarlo.
Mis más sinceras felicidades a Armiño
Traducción: Mauro Armiño