El Sanatorio Antituberculosis de Topes de Collante tras ser inaugurado.
Parece que en la seudorepública cubana los presidentes de turno y los dictadores con fachada de demócratas no solo buscaban llenar sus arcas personales con el dinero robado de los fondos públicos sino también buscaron, a modo de competencia personal, tratar de construir majestuosas obras públicas y edificaciones que trascendieran en el tiempo como símbolos de su poder y la perpetuidad de su legado. Uno de estos dictadores fue el General Fulgencio Batista quien, desde sus primeros intentos por hacerse con la silla presidencial en el temprano año de 1933, decidió dejar su marca en la historia de Cuba construyendo un edificio público a la altura de su poder, como anteriormente lo había hecho Gerardo Machado con el Capitolio de La Habana y la Carretera Central. Para ello planeo y financió el Sanatorio Antituberculosis de Topes de Collante, también llamado Sanatorio General Batista en su honor.
El proyecto de construcción de Sanatorio fue impulsado por el entonces coronel Batista en 1936 con el objetivo, al menos en papel, de servir como centro médico para los enfermos de tuberculosis. El día 15 de junio de 1937, bajo la dirección del arquitecto Cristóbal Díaz González, fue colocada la primera piedra del impresionante edificio de siete plantas, estilísticamente ubicado entre el Art Déco y el Monumentalismo. Durante los gobiernos auténticos de Grau y Prío entre 1944 y 1952 el proyecto fue congelado y no fue hasta la llegada al poder de Batista mediante un golpe de estado que se reiniciaron las obras bajo la dirección de los arquitectos José Pérez Benitoa y Rafael Castiz.
Emplazado sobre una meseta de la finca Itabo, en las montañas del Escambray, a 850 metros de altura, la obra cuenta con 32000 metros cuadrados de superficie cubierta y 11 pisos. Tiene 183 metros de frente, 63 de fondo y 36 de alto. Lo más señalado de la obra, sin embargo, fueron los obstáculos innumerables que tuvieron que vencerse para su construcción. El mayor de esos obstáculos fue la empinada carretera de 23 kilómetros que se impuso construir, así como toda la infraestructura de albergues, almacenes, agua, electricidad y otras facilidades.
Como el edificio requería el empleo de unos seis millones de ladrillos, se construyó un tejar en sus inmediaciones y se abrió una cantera de roca volcánica en la falda de la loma. La construcción del Sanatorio Antituberculoso de Topes de Collante, que se realizó con estructura de acero, requirió de 2860 toneladas de vigas, 4760 toneladas de cemento, 542 toneladas de cabilla, 23600 metros cúbicos de piedra y 40000 metros cúbicos de arena.
El sanatorio se inauguró el 9 de mayo de 1954 aunque fue finalizado completamente en 1957. La obra fue definida como «musolinesca». Se le llamó El Escorial de Topes de Batista y aunque apenas se utilizó como centro antituberculoso le demostró al pueblo que Batista, como Machado, también podía construir grandes proyectos arquitectónicos.
El Sanatorio Topes de Collante durante su construcción.
El Sanatorio Topes de Collante durante su construcción.
El Sanatorio Topes de Collante tras su inauguración.
El Sanatorio Topes de Collante tras su inauguración.
Salón principal del Sanatorio Topes de Collante tras ser inaugurado.
Teatro principal del Sanatorio Topes de Collante tras ser inaugurado.
Unos de los pasillos del Sanatorio Topes de Collante tras ser inaugurado.
Archivado en: Humberto Cardoso, La polémica Historia de la ínsula