Historia de un bofetón Ha cambiado mucho la forma de educar a los niños. A mí me tocó la terapia del bofetón: una bien dada y por todo lo alto. Se trataba de marcarte los principios a base de bien y de paso hacerte madurar lo antes posible. En estos tiempos toca la terapia pacto y Kinder: al niño se le motiva a base de huevos, de chocolate, claro. Esta forma de educar evita la maduración del niño, hasta el punto de llegar a los veinte años con el saquito de chuches en la mano, ya que de paso se les ha eximido de cualquier responsabilidad. ¿El resultado? La generación “nini”.Dos veces en mi vida he sentido el peso de la mano de mi madre en mi mejilla y la verdad es que me dejó amarga. Pero aprendí, vaya que si aprendí. Recuerdo que las criadas me enseñaron a decir palabrotas cuando tenía seis o siete años. Un día jugando en el salón solté la ristra de palabrotas a mis hermanos: una colección completa de los atributos femeninos y masculinos. Mi madre se acercó y mis hermanos se apartaron. Kiketa, -me preguntó mi madre- ¿qué has dicho? Me lo dijo tan sonriente, que repetí: coño, chumino, cojones… Mi madre se echó a reír y viendo que le hacía gracia, yo volví a soltar la sarta de palabrotas. En ese momento mi madre levantó la mano y me soltó una guantada dejándome marcados los cinco dedos en la mejilla. A continuación me dijo: Vete a la cocina. Las criadas cuando me vieron entrar con los cinco dedos marcados en la cara se echaron a reír cantándome: De las cosas del chichi no se habla, de las cosas del chichi no se habla, de las cosas del chichi no se habla… Recuerdo que no volví a soltar una palabrota. Años después, cuando mi madre estimó oportuno que ya podía comprender mejor, me sentó en el sillón de mi habitación y me soltó lo siguiente:- Hace unos años te aticé una buena bofetada por decir palabrotas, ahora ha llegado el momento explicativo. Soltaste toda la lista de palabrotas porque te la enseñaron las criadas y te las enseñaron por orden mía. Quiero que entiendas bien, que de las cosas del chichi no se habla. Los de nuestra clase no hablan de obscenidades, nunca entablan conversaciones sobre sexualidad o intimidades, ni hablan de ginecólogos, ni partos, ni de abortos, ni de tetas, ni de culos; tampoco hablan de las necesidades perentorias, ni de las sonoras, ni de las escatológicas. Te sentó mal la bofetada, ¿verdad? Pero peor te sentó ser la risa en la cocina de quienes te habían enseñado a decir esas cosas… Verás, estas conversaciones no enseñan ni aportan nada, por otra parte, hablando de estas cosas la gente retrata su subconsciente, y lo que precisamente tienes que evitar es que éste te traicione. El ser humano es débil por naturaleza y la carne más. En esta familia ha habido de todo y ha dado de todo: bastardos, sádicos, homosexuales, maltratadores, bebedores… Pero todo de puertas adentro, ahí fuera te espera otro mundo; aquí, de puertas adentro, siempre estarás protegida. Si tienes alguna debilidad, sea la que sea, procura no manifestarla. Cariño, la vida es dura.Acto seguido, me dio un beso –uno de los pocos que me dio en mi vida- y me puso un libro en la mano: “Tratado del apareamiento discreto, formas y maneras de los placeres más sutiles”. El libro lo había escrito uno de nuestros antepasados, el Marqués de Corvejón. Según me explicó mi madre, un hombre del XVIII que después de haber asaltado lechos y dar satisfacción a muchas mujeres de la nobleza, se dedicó a escribir este libro en una abadía francesa, donde murió de sífilis. Aquella historia me dejó estólida. Viendo la expresión de mi cara, mi madre se echó a reír y me dijo: Ya ves, querida, que en esta familia hay de todo; desde beatos y beatas hasta casanovas sifilíticos, pero en cualquier caso siempre con estilo y distinción. Debo decir que el Tratado del Marqués de Corvejón es una delicia, donde explica con tal sutileza y refinamiento cuanto hay que saber de los menesteres de la entrepierna, que una vez terminado le agradecí a mi madre la bofetada. Todavía puedo oír su voz:- Y recuerda –me dijo- que la gente se vende por dinero y te traicionará aunque te quiera. Ya ves… Tú, que tanto quieres a las criadas y tantos besos te dan. Pues ya ves… Les dí dinero para que me siguieran la bromita de las palabrotas y no se lo pensaron dos veces en ponerse de mi parte. No creas, querida, que lo que más te dolió fue la bofetada, lo que más te dolió fue ser la risa de las criadas. Ahora no lo ves así; pero dentro de unos años lo verás como una humillación. Ahora ya no sabes tanto como los demás, sino que sabes más que el resto. Todo esto queda y pertenece a la familia, quiero decir, que nada de lo que sabes debe ser trasmitido fuera de estas cuatro paredes; de lo contrario, los demás sabrán tanto como tú. Recuerda que la información tiene un precio.¿Quién dijo que dar un bofetón a tiempo no enseña?