Muchos de nosotros (iba a decir todos, pero a lo mejor hay alguna excepción que confirme la regla) hemos echado la vista atrás y nos hemos preguntado qué hubiera pasado si en vez de haber hecho o dicho una cosa hubiéramos hecho o dicho otra, algunos nos lo preguntamos cada cierto tiempo (yo casi todos los días), otros se lo plantean ya en el lecho de muerte haciendo un recorrido de cómo podría haber sido su vida y cómo ha sido en realidad. Este último es el caso de Thomas Spencer, el protagonsita de Historia de un canalla y el que le da voz a la novela en primera persona.
Sí, habéis leído bien, Thomas Spencer es el personaje al que Julia Navarro llama, muy eufemísticamente, "canalla" (supongo que definirlo de otra manera habría quedado muy malsonante) y la que se cuenta es su vida dividida en cuatro bloques (Infancia, Juventud, Madurez y Declive) con varios capítulos cada uno, excepto el epílogo (una quinta parte) que sólo contiene uno con unas pocas páginas. A lo largo de estos capítulos, que llegan casi a las 900 páginas, vemos cómo son las relaciones del protagonista consigo mismo y con todos aquellos que le rodean: familia, mujeres, pareja, amigos... y, sinceramente, en ninguna de ellas sale bien parado.
Ciertamente, y aunque sabéis que no es mi estilo desvelar nada de la trama, la novela tiene muchísima miga: la dualidad del Hombre (entiéndase hombre y mujer, que ya con el tema del sexismo en el lenguaje una no sabe cómo acertar) entre su ser individual y su ser social, la relaciones familiares: ¿la sangre une de verdad?, los malos tratos a las mujeres, la ambición por llegar al poder, sobre todo de los políticos, y la manipulación tanto de los medios de comunicación como de la publicidad de la sociedad, por lo que bien se podría hacer una tesina enfocándola desde distintas disciplinas: psicología, sociología, política o publicidad, principalmente.
Por su parte, los personajes (todos: el protagonista y los secundarios) tienen un guión muy marcado del que no salen en ningún momento: uno es el bueno, otro el sumiso, otro el ambicioso, otro la víctima..., que si bien sabes qué puedes esperar de cada uno, también hace que, en muchísimas ocasiones, te cuestiones si es necesario esa rigidez en el guión puesto que, aun dentro de su papel, hacen actos, situaciones, diálogos... que no compartes, los cuales, muchos de ellos, corresponden a los personajes femeninos (confieso que el papel que se le ha dado a las mujeres es lo que menos me ha gustado de esta historia).
En cuanto al estilo, la historia está narrada con un lenguaje sencillo, coloquial, con frases cortas y directas que hacen que la lectura sea rápida (a lo que también ayuda el tamaño de la letra). En la narración se intercalan textos en cursiva que reflejan "el que podría haber pasado si..." lo cual me ha parecido original.
Como veis, Historia de un canalla me ha gustado bastante, a pesar de las malas opiniones que había leído antes de embarcarme en su lectura, quizás el que haya sido la primera novela que he leído de la autora ha influido en positivo. Por norma general, todas las opiniones que he leído coinciden, principalmente, en tres aspectos:
- La historia es muy lineal: sí, puede ser, se centra sólo y exclusivamente en la maldad del protagonista y en cómo su carácter afecta a todo lo demás, pero no creo que le pegue otra forma de narración a la intención de la trama.
- Los intercalados en cursiva, de los que ya hablé antes, se hacen pesados: no ha sido mi caso, como ya dije, me ha resultado original, de hecho he echado alguno en falta que supongo habrá sido un despiste en la maquetación. Además, no descarto utilizarlo en experiencias propias, puede ser una buena terapia ya que las cosas que vemos escritas, normalmente, las asimilamos mejor.
- Le sobran páginas: a mí se me han pasado rápido, no se me han hecho excesivas, aunque también es cierto que si el libro hubiera tenido menos tampoco habría pasado nada.
Resumen: Thomas Spencer sabe cómo conseguir todo lo que desea. Una salud delicada es el precio que ha tenido que pagar por su estilo de vida, pero no se lamenta por ello. Sin embargo, desde su último episodio cardíaco, una sensación extraña se ha apoderado de él y en la soledad de su lujoso apartamento de Brooklyn, se suceden las noches en que no puede evitar preguntarse cómo habría sido la vida que conscientemente eligió no vivir.
El recuerdo de los momentos que le llevaron a triunfar como publicista y asesor de imagen, entre Londres y Nueva York en los ochenta y noventa, nos descubre los turbios mecanismos que en ocasiones emplean los centros de poder para conseguir sus fines. Un mundo hostil, gobernado por hombres, en el que las mujeres se resisten a tener un papel secundario.