Historia de un cavatappi romano

Por Isidro Lopez Arcos @1Sorokin

 



Ya sé lo que me vais a decir, gurriatos. Que qué rayos es un "cavatappi". Pues nada, os lo digo de inmediato. Es un sacacorchos. O como se dice en francés, un "tirebouchons". Que se note que vuestro bloguero del alma es multilingüe. En este caso, se trata del siguiente sacacorchos, lleno de historia y aventuras:

Y con el cual, varios centenares de gloriosas botellas han sido abiertas, como, por ejemplo esta maravilla de vino armenio, botella que compré en Yerevan en una de mis últimas visitas.

En fin, ya sabéis que Noé, según la Biblia se emborrachó, después que su arca se embarrancara, nada menos que en el monte Ararat, en Armenia, o sea que el vino, a la fuerza tenía que ser armenio. No lo iban a traer de Margaux, que quedaba muy lejos.
Pero eso no es la historia de mi cavatappi. La historia empieza en Roma. Allá por el año 2003 o algo así, que es que me falla el memorión, que uno se va haciendo mayor. Fué en un viaje a la pomposamente llamada "ciudad eterna". En la que, por supuesto tiramos nuestras moneditas en la feunte de Trevi:

Y pudimos constatar que los gatos romanos están bien gordotes y convenientemente alimentados

Naturalmente, nos pegamos nuestras visitas, visto que era un viaje de placer, a diferencia de otras veces que vuestro seguro servidor ha ido a Roma a trabajar. Pero, en fin, ue esta vez pude ver hasta el arco de Trajano (bueno, y si ese no es el de Trajano, seguro que es el arco de alguien, aver, no iba a ser la gente que paseara por las calles la que construía arcos.) Hoy en día, los Arcos son de Albacte y construyen cuchillos en vez de arcos.
Pero, en fin, a lo que vamos, que en una de esas tardes, paseando por la plaza de España, que he aquí, de repente vimos una tienda de buenos vinos. Compramos un preciosa botella (de la que no tengo foto), creo acordarme que era Corvo de Salaparuta, pero en fin, no teníamos con qué abrirla, así que tuvimos que comprar el famoso cavatappi

Total, que el sacacorchos hizo su función, como debe ser, y acabó en mi maleta. Sabia decisión ahora os     explico por qué. Pues si, acabó en Bruselas.  

Por aquel entonces yo tenía que ir frecuentemente a Alicante, bella ciudad, en la que vivían mis progenitores. Pero ¡Ay! en uno de los viajes vuelta a Bruselas, en vez de meter el sacacorchos en la maleta, lo metí en el equipaje de mano. El control de seguridad, me dijo, nanay, esto no puede pasar


Alicante, la explanada

Alicante, el mercado
Total, que con todo el disgusto del mundo, no me quedó más remedio que dejarlo en tierra. ¿Y cómo? Pues se me ocurrió ir al quiosco del aeropuerto, y dejarles el cavatappi, despidiéndome de él con un cariñoso beso.

Pero, para mi sorpresa, en el siguiente viaje, meses después, al coger el avión de vuelta, se me ocurrió preguntar en el quiosco que qué habían hecho con mi cavatappi. ¡Y lo habían guardado! Maravilla, cuantísimas gracias les debo. Bueno, pues lo metí en la maleta para evitar otra vez el rollo, lo facturé, y aquí está ahora, en Bruselas.

Bien, no me despido sin antes hablaros de un libro interesante. Es de Patrick Modiano, premio Nobel de no sé qué año. Lo compré atraído por el el señuelo del nombre. La calle de las tiendas oscuras, (Via delle botighie oscure) es una de la calles más famosas de Roma, Está cerca del Capitolio  y  fue en su día donde estuvo la sede del Partido Comunista Italiano (el famoso PCI)

Pues bien, chasco, el libro pasa todo en París. La calle de las tiendas oscuras, no sale más que un vez, en la última página del libro. Pero, en fin, se deja leer.

Pues nada, aquí os dejo con las aventuras de mi cavatappi y os mando  un fuerte besote