Historia de una Diarrea marca Cañón

Por Pilag6 @pilag6

Nunca me voy a olvidar de este día, pensaba mientras le imploraba al conductor de la Van que frenara en un baño o en la banquina. Íbamos camino a cruzar la frontera que separa Malasia de Tailandia y como un Dios vengativo, el intestino de Pila empezó a pedir a gritos atención. Pila respiraba profundo al lado mío, lo sentía. Era imposible no percibirlo y yo sufría con él. El conductor, que hablaba muy poco inglés, me decía que no podía parar porque estábamos en un puente. ¿Habrá sido el banana leaf que nos comimos en el restauran indio, o los jugos frescos de ananá y sandía que compramos en el puesto callejero? No, no existe un único culpable. Comimos tanto y tan variado en estos siete días en Penang que el cuerpo dijo basta. Hasta acá llegamos con el trabajo pesado. Huelga intestinal que irrumpió como un paro de Moyano en plena Capital Federal. Nada que hacer.

De pronto... esperanza. Luces se divisaban a lo lejos. La ilusión de un agujero en el cual poner fin a este sufrimiento. Llegamos a una estación de servicio y Pila se bajó corriendo. Era como ver a una Geisha en apuros. No podía separar mucho las piernas si no quería ser el responsable de la carcajada general del resto de los pasajeros. Fue el último en subirse a la Van después de unos 45 minutos. Todos estábamos ya en nuestros asientos, listos para llegar a la frontera. Su sonrisa amplia, relucía satisfecha. Nada que preguntar, había llegado con el tiempo justo al bendito inodoro.

Todos contentos seguimos viaje. Las ruedas girando sobre el asfalto indicaban que todo estaba bien. Pero unas luces azules y titilantes nos descubrieron. Coima de veinte ringgits (moneda malaya) y de vuelta al camino. Resulta que no se podía parar donde estaba el sagrado baño y la cagada de Pila costó un poco más cara de lo esperado. El chófer se reía mientras le explicaba al policía porqué habíamos frenado en ese lugar de urgencia. Aun así, preferible orgullo herido que tripa explotada.

Llegamos a la frontera entre Malasia y Tailandia. La cola de automóviles era larga, había que esperar. Pero Pila no podía, otra vez recibía el llamado. Otra vez a correr al baño. La gente se reía descarada, es que era muy gracioso verlo correr con las piernas pegadas como un pinguino.

Después del espectáculo brindado por Pila, todos nos bajamos de la Van para dejar atrás la frontera malaya. El tiempo se hacía eterno en la cola de inmigraciones. Yo esperaba ansiosa a Pila, no sólo para saber cómo le había ido, sino porque esta vez era yo la traicionada. Algo se agitaba en mi interior, como un Gremlin a punto de nacer. Ese dolor indefinible entre ovarios a punto de menstruar e intestinos vengativos.

Pila se acercaba volando como una delicada mariposa. Avanzaba en la fila de inmigrantes y las personas le palmeaban la espalda. Muchos lagrimeaban y se limpiaban los mocos al ser testigos de semejante valentía. Era mi turno de demostrar de qué estamos hechas las mujeres latinas. Mientras corría hacia mi destino, me metía entre autos y motos, nada podía detenerme. Sólo una cosa, un pequeño pero importante detalle. La inexistencia de papel higiénico. Mi elección era simple: el culo sucio por el resto del día o un manguerazo certero al centro del upite. El agua siguió su curso y limpió todo rastro de desesperación en mi interior. Que frescura, que alivio. Vítores y cánticos me esperaban a la salida del baño. Unos minutos después estábamos encaminados hacia Tailandia, la bendita tierra de las playas paradisíacas, de las sonrisas, del " same same, but different".

El bienestar inmenso nos obligó a prometer dietas de arroz y pollo hervido. Intestino querido, siempre dejado de lado, pero cuando quiere sabe hacerse escuchar.

Amigos este es el primer artículo que escribo referido a este tema tan controversial y tabú en nuestra sociedad conformista y reprimida. Espero sepan comprender y estén listos para vivir nuestras aventuras a través de nuestros intestinos. Pila ya escribió algo de una experiencia similar que le ocurrió en Argentina hace un tiempo. El articulo se llama El placer de cagar.

Hasta pronto queridos amigos!

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