En septiembre quizás cantemos victoria. Aún no. Toca ser prudentes. La experiencia de incumplimientos anteriores obliga a ello. Pero sí es momento de empezar a hacer balance. Queremos compartir todo lo vivido en esta larga reivindicación, como forma de animar a muchos inconformistas que quieren impulsar un mundo diferente para vivir y no saben cómo. Vamos a compartir nuestras tácticas y estrategias, pero también nuestra soledad, nuestros momentos de abatimiento, y las satisfacciones del camino. Hemos llegado a reunirnos con un Consejero de Educación, y con un Director General. Hemos hablado ante decenas de medios de comunicación. Hemos iniciado gestiones con el Defensor del Pueblo. Hemos redactado una Proposición No de Ley para el Parlamento, y hemos organizado un grupo whatsapp con los parlamentarios de todos los grupos. Hemos logrado que el Parlamento Andaluz respalde nuestra petición de forma unánime, y hemos forzado que la medida sea también aplicable a otros centros andaluces. Hemos dedicado cientos de horas a una batalla que, quizás nuestros propios hijos no van a poder disfrutar. Y por el camino hemos recabado desprecio, censura, insultos e ingratitud, incluso de personas que se van a ver beneficiadas por nuestro esfuerzo. Pero esto lo hacíamos no por gratitud, sino por justicia. Y también por dar un ejemplo a nuestros hijos, que quizás no se les olvide nunca. Por eso esta historia merece ser contada, cantemos o no victoria en septiembre. Si por cada frase de desánimo que hemos recibido como familia en estos casi tres años nos hubieran dado un céntimo, hoy seríamos millonarios. A veces nos hemos sentido como un saco de boxeo, al que todo el mundo lanzaba sus malos augurios, sus desesperanzas, y sus frustraciones. "Esto jamás se podrá conseguir". "Son muchos años de lucha, y nadie lo ha logrado". "Si no se ha conseguido, por algo será". "¿Para qué esforzarse, si no va a servir para nada?"Hay quien nos ha preguntado por qué nos embarcamos en la reivindicación por conseguir ampliar los estudios musicales en la Axarquía dos años más, y con ello mitigar el enorme abandono de tantos y tantos chavales de sus estudios tras nada menos que seis años de esfuerzo a sus espaldas. No fue por afán de notoriedad. Tampoco por labrarnos una carrera política, aunque hayan llegado ofertas por el camino. Hubo quien incluso nos acusó de hacerlo por motivos meramente personales y por beneficiar a nuestros hijos con esa medida. El hijo mayor ya no lo podrá disfrutar, y los otros ya veremos. Pero realmente nunca nos embarcamos en esta odisea por interés personal o familiar.La verdadera razón está en esta frase: "Haz lo que digo, pero no lo que hago". Es una frase que representa la educación que muchos padres dan a sus hijos: mejor insistir en el mensaje, porque con nuestros hechos poco ejemplo les vamos a dar. Pero realmente, ello supone tal desconexión entre lo que se piensa, se dice, se hace e incluso se siente, que así de desequilibrados estamos muchos adultos, y así se lo estamos trasladando a nuestros hijos. Creemos sinceramente que lo que más falta en el mundo actual es equilibrio entre esas áreas del pensar, decir, hacer y sentir. Si creemos que es importante transmitir a nuestros hijos que son capaces de conseguir TODO lo que se propongan, y que si lo pueden imaginar, son capaces de crearlo, no basta con decirlo: hay que hacerlo. Sobran los charlatanes. Sobran opinadores y tertulianos. Sobran entrenadores de fútbol sentados en su sillón. Y falta gente dispuesta a dar el paso de poner en marcha lo que dicen hasta las últimas consecuencias.En estos tres años no ha habido nadie que haya opinado que no tuviéramos razón en nuestra reivindicación. Sin embargo, podemos contar con los dedos de una mano los que se han involucrado activamente en hacerlo realidad. Como decía Quino, nos gustan las personas que dicen lo que piensan; pero por encima de todo, nos gustan las personas que hacen lo que dicen. Entonces, ¿qué sucede? ¿Comodidad? Sin duda para la mayorías. ¿Miedo al fracaso? También. ¿Pánico a sentirse señalado por los poderosos? Puede ser. Pero sea por una razón u otra, con esa actitud, sólo trasladamos a nuestros hijos el mensaje de que las cosas no se pueden cambiar, por muy injustas que resulten. Les decimos que deben esforzarse, que son el futuro, y que de ellos depende cambiar las cosas, pero nuestra actitud es de bajar los brazos, y ellos lo perciben con claridad absoluta. Por eso nos embarcamos en esta utopía. Se trataba de no conformarse con una injusticia. Se trataba de alzar la voz. Y se trataba de imaginar una solución y hacerla realidad. Una que fuera justa, razonable, sin coste, y de la que se pudiera beneficiar todo el mundo, y no sólo "mi" círculo de amigos y vecinos. Sabíamos que iba a costar mucho. Nos quedamos cortos: ha costado muchísimo más. Pero tenemos mucha imaginación. Lo vimos claro en la mente. Y si lo imaginamos, es que se puede hacer. Lo más difícil fue hacerse sordo a los agoreros, a los pesimistas, a los derrotistas, y a los que sólo les interesaba su hijo, y no el bien de la mayoría. Pero uno se acostumbra a ponerse tapones y seguir trabajando por el mundo mejor que ve claro en su imaginación. Y éste se acaba haciendo realidad. Una realidad en la que todos los partidos se unen para darte la razón de forma unánime. Una realidad en la que te conviertes en redactor de una proposición de ley que acaba aprobando el Parlamento. Una realidad en la que un simple ciudadano de a pie, protagoniza un cambio importante para centenares de personas por pura convicción.Hay mucho que contar de esta reivindicación. Hay muchos detalles que aportar para que otros muchos no bajen sus brazos ante las injusticias. Y hay mucho que hacer para que nuestros hijos sean seres equilibrados e impulsen un mundo nuevo. El mensaje de palabra y acción debe ser nítido: si hay que tirar la toalla, que sea en la playa. (CONTINUARÁ)