Comenzamos nuestro paseo por los peinados romanos encontrando modelos sencillos y cómodos para realizar tareas domésticas. La costumbre era, como muestra de pudor y honor, cubrirse el cabello para salir a la calle. Las novias solían lucir el peinado denominado seni crines que consistía en trenzar seis (o siete) mechones de pelo y luego lo cubrían con un velo.
“The style worn by the Vestals was called in Latin “seni crines”; this term is sometimes erroneously referred to as the “six braids”, because it was believed to have been constructed with only six braids (though Ms. Stephens demonstrates that, to achieve the look shown in the sculptures, a seventh braid, made from hair taken from the hairline at the forehead, must have been involved).” Raymond, C.
Otro peinado característico era el de las vestales. Estas sacerdotisas portaban un tocado llamado ínfula que consistía en enrollar alrededor de la cabeza unas bandas de color blanco y rojo. Sus cintas caían sobre los hombros y cubrían todo esto con un velo llamado suffibulum. Bajo todo este ornamento pudiera ser que llevasen el pelo corto o recogido en trenzas.
En general, entre las mujeres primaba la sencillez con moños bajos y raya en medio aunque vemos algunos peinados algo más elaborados como el krobylos o el tutulus.
El primero es un recogido alto en forma de lazo con la mitad inferior sujeta en un moño bajo y mechones sueltos. El segundo es un recogido también alto de rizos sujeto con una cinta de lana. Solían lucirlo las matronas y tiene su origen en las “materfamilias” etruscas.
“La imagen de la mujer republicana se define por dos caracteres fundamentales: es austera y aparece representada en un segundo plano respecto al varón, con menor entidad que éste. Envuelta siempre en su “túnica manicata”, de manga larga, estola y palio o manto, la dama republicana lleva siempre su pelo muy recogido sin que ello signifique que su peinado no deje de ser complicado y muy elaborado, que siempre lo fue en la mujer romana.” Nogales Basarte, T. y Fernández Uriel, P.
Uno de los peinados que se impuso, durante la segunda mitad del siglo I a. C., es el melón: se dividía el cabello desde la frente en varios mechones haciendo torcidos (nos suena bastante ¿verdad?) que se recogen en la parte trasera. Con el resto del cabello se cierra un moño a la nuca o en la coronilla que, salvando las diferencias, tiene una estructura similar a lo que hoy llamamos castaña.
Famoso fue el nodus, un tipo de peinado también llamado “de Octavia”, que consistía en un tupé sobre la frente con los laterales ahuecados o pulidos sobre las orejas y recogidos en un moño en la nuca. Llamado así por la hermana de Augusto que lo puso de moda, aunque su esposa, Livia, luciría variaciones de este peinado y su influencia hizo que rápidamente las demás mujeres la imitasen.
Ya a finales de la República y adentrándonos en época imperial asistimos a un cambio: aquellos peinados sencillos empiezan a incorporar rizos, volúmenes e incluso pelucas. Comienza a ganarse en complejidad y diversidad.
“El rostro ovalado pide una cabellera partida en dos sobre la frente como la llevaba Laodamia. Las caras redonditas pueden recogerlos en bosques a las asustadas fieras. A ésta le sienta bien y le favorece un peinado hueco y estrepitoso; aquélla cree que le cae mejor aplastado contra las sienes; siempre habrá alguna que se complace en sujetarlo con un peinecillo de concha; no faltará la que opta por agitárselo en ondas o rizos.” Ovidio. Arte de amar, II
El estilo sencillo de moño con raya central, típico de las matronas, se mantiene durante la época imperial pero ahora dejando caer algunas ondas en los laterales. La misma Livia lució, ya en madurez, este peinado ondulando completamente los mechones laterales: Se trata del salus, nombre que recibe por ser identificado con la emperatriz que era la personificación de la salud.
El calamistrum, era la herramienta que se usaba para lograr los rizos y ondas. Un hierro candente, tal y como nos lo describe Ovidio en Amores: “Ellos, tan sutiles que parecían un finísimo vello, ¡ay, cuántos daños y vejaciones hubieron de sufrir! ¡Con qué docilidad soportaron el hierro y el fuego, al convertirse en rizadas trenzas que se enroscaban en espiral!”
¡Aquellas serían las primeras tenacillas! La propia Mesalina las usaría para crear y poner de moda “su peinado” consistente en un buen puñado de rulos cubriendo la parte superior de la cabeza y cayendo sobre la frente mientras el resto del pelo se recogía en una trenza plana que llegaba hasta la coronilla (peinado casco), probablemente esta “trenza plana” que mencionan algunos historiadores no es otra cosa que una trenza de raíz invertida que recoge toda la cabellera dejándola pegada al cuero cabelludo.
Las mujeres de la dinastía Julio- Claudia y Flavia hacen uso de su imagen pública para encarnar la virtud de la mujer romana y ensalzar el poder imperial. Con cada representación asientan o modifican tendencias estilísticas sobre la vestimenta o el cabello vinculando esto a todos esos valores.
“La representación de las damas de la casa imperial en la retratística oficial supuso un incremento notable en la “imagen” de la mujer romana, que se miraba en el espejo público” Nogales Basarte, T. y Fernández Uriel, P.
Las cabelleras comienzan a ganar en barroquismo con bucles (anuli) y tirabuzones. Las mujeres imperiales como Antonia la Menor, Agripina, Mesalina, Claudia Octavia o Popea Sabina, entre otras, muestran en sus retratos una orla de cabellos que poco a poco harán desaparecer la raya central.
Durante los años de la dinastía Flavia continuará esta moda, siendo famoso el peinado de Julia, la hija del emperador Tito y de Domicia, su esposa. Es el llamado “nido de abeja o avispa”: un tupé frontal formado por rizos acaracolados y la melena recogida hacia atrás en una trenza o moño.
Es en este periodo cuando asistimos a una mayor artificiosidad en los peinados. Esos intrincados rizos frontales comienzan a ganar en volumen y altura gracias a la aplicación de postizos. Se crea una corona (orbi) de rizos artificiales que apoya en una diadema, el resto del cabello se recoge en una rosca con diferentes escalones, llamada torus.
“Muchos pisos, armazones encima de su cabeza levanta: de frente una Andrómaca; por detrás más chica, creerías que es otra.” Juvenal, Sátira VI
En el S. II d. C., ya en época de los Antoninos, los rizos se sustituyen por bandas de pelo creando un tupe terminado en punta, se añadía como adorno una banda que cubría el inicio del postizo dándole continuidad con la frente.
En este mismo periodo se pone de moda otro peinado que consiste en dividir el cabello con una raya central trenzando ambas divisiones y enroscando estas con varias vueltas en lo alto de la cabeza. En otra variante la raya central desaparece al enroscar las trenzas a modo de turbante alrededor de toda la cabeza. Esto además quedaba sujeto por una redecilla.
Faustina la Mayor, esposa de Antonino Pío, lucía un peinado que fue muy imitado: un moño alto formado por trenzas que se enroscan, mientras el frontal queda dividido en dos con ondas.
También se popularizó el uso de la diadema griega (stephanos), que aunque inicialmente tuvo diferentes connotaciones: autoridad, posición social o incluso piedad, al final del Imperio solo tenía un uso decorativo.
Cabe destacar el peinado habitual de Faustina la Menor. En la imagen observamos cabellos con unas auténticas ondas al agua recogidos en un moño bajo. La emperatriz Julia Domna popularizó un peinado muy singular con dos particiones onduladas que cubrían completamente las orejas y se recogían detrás en trenzas formando una malla.
Diferentes variantes de este peinado se popularizan en el S. III y se mantienen hasta el S. V. dando como resultado una media melena con raya central creada con una malla trasera de trenzas en la nuca. Salvando las diferencias podríamos hablar de una “falso bob”. A veces esta malla se colocaba en la parte superior creando un rulo y se adornaba con gemas.
En el busto de Cornelia Salonina de la imagen inferior vemos una versión más sencilla en la que la coleta trasera en lugar de ensancharse se estrecha y se coloca en lo alto.
En época bizantina será habitual el uso de velos o pañuelos sujetos con broches o joyas para cubrir el cabello, a veces se adornaban los peinados con otros elementos como cadenitas, conchas o piedras preciosas. Los retratos muestran peinados sencillos cuando no van tapados. Otras veces vemos peinados cubiertos muy abultados porque bajo los tocados y telas las melenas se recogen en coletas y trenzas enroscadas.La entronización del cristianismo se traduce en una imagen mucho más austera y discreta de la mujer, retornando a los peinados sencillos, en los que observamos cierta influencia oriental. Cabe mencionar la importancia de algunos complementos como unas redecillas tejidas con hilos de oro, llamadas reticula aurea o la vittae, unas tiras de lana que solían usar las matronas.
Observamos cómo, a lo largo de todos aquellos siglos, las mujeres cuidaban su aspecto tanto o más que nosotros. Muchos de los peinados que hemos conocido no son diferentes a los que hoy en día pueden lucirse o ponerse de moda de un día para otro. Cuando al crear un peinado las musas pasen de largo y la inspiración no acuda podéis echar mano de la tradición griega y romana y sorprender elaborando alguno de aquellos.
Conocer un poco más:
Maquillaje y Peinado en Sumeria y Egipto
Peinado en Grecia