Olalla piensa que la historia tiene como propósito ayudar a mejorar el mundo, cree que las acciones desinteresadas y valientes se guían por el mismo pensamiento; esta idea es la antorcha que ilumina su libro. La vergüenza y la culpa de Alejandro por haber asesinado a su amigo Calístenes, "el más libre de los hombres"; las palabras que en su lecho de muerte pronuncia el emperador Juliano sobre el justo gobierno, la felicidad del pueblo y la importancia de la permanencia de la filosofía en el espíritu humano; el compendio de reflexiones morales de Demócrito por parte de Juan Estobeo para la educación de su hijo; el redescubrimiento de las tierras griegas mencionadas por los antiguos historiadores por el capitán inglés William Martin Leake; estos fragmentos históricos, y los otros que componen esta obra, son gestos aislados que hacen comprender el humanismo propuesto por los griegos.
En el relato que se dedica a la Historia de Heródoto podría resumirse el libro. "Heródoto ha decidido que los protagonistas de ese insólito relato hecho a base de viajes y preguntas no serán los dioses ni los héroes, no serán sus compatriotas ni sus enemigos, no serán siquiera los griegos o los persas: serán los hombres, todos los hombres". Al pasar las páginas se tiene la impresión -usando una metáfora de Javier Cercas- de que se ha descubierto un nuevo continente del mapa humano. La historia, como relato y crónica de los trabajos y días del hombre, es algo que se crea y conserva día a día. Como enseña Pedro Olalla las conquistas de la civilización son efímeras y como tal deben defenderse constantemente. En su ensayo Sobre la historia Bertrand Russell presenta una sugerencia similar: "Con todo lo envuelto en el olvido, el historiador debe componer nuevamente, en cada época, el epitafio de la vida del hombre".
Andrés Felipe Hurtado Garcés Libélula Libros