Historia que está siendo tejida en el reto: tejiendo un cuento:

Publicado el 10 abril 2015 por Dulce
CAPÍTULO 1
Jessica estaba terminando de colocar la libreta de apuntes en la taquilla que le correspondía, cuando su amiga Emy le dio un ligero codazo en las costillas para llamar su atención.

—Jessi, mira quién viene por ahí —le susurró ésta al oído. La muchacha sacó la cabeza de larga melena oscura como la noche sin luna, de detrás de la puerta de metal, y miró en la dirección que indicaba su amiga. A pocos metros de donde ellas se encontraban de pie, estaba Richard, el guaperas del instituto, caminando con paso distraído mientras cargaba su vieja mochila de un hombro y hablaba con un colega suyo. Por  un momento sus miradas coincidieron y Jessica, ruborizada por ser pillada espiándolo de manera tan descarada, volvió a meter la cabeza en la taquilla deseando que la tierra se abriera y se la tragara. «¡¿Cómo podía ser ese chico tan irresistible?!» —¡Hola, Jessica! —Saludó el muchacho de cabellos rubios, con una voz masculina y juvenil, llena de picardía. «¡Oh, mi Dios!, ¡el chico más guapo del instituto me está saludando, a mí, a una vulgar y corriente alumna!» —Hola —respondió ella con voz débil, casi en un susurro. La muchacha, temiendo acabar tartamudeando, no dijo nada más; siempre se sentía como un flan en presencia de Richard, y de seguro, acabaría haciendo tal cosa si dijera algo más. —Celebro haberte encontrado sin apenas esfuerzo; te estaba buscando —dijo él con voz seductora, dedicándole una linda sonrisa ahora dibujada en su rostro lleno fracciones masculinas y bellas, mientras ella tragaba saliva nerviosa perdida—. Quería preguntarte si tenías planes para esta noche... «¿Qué sí tenia planes para esa noche? Es que acaso... ¿Richard tiene pensado invitarme a salir o algo así?» Ella lo miró incrédula, sin terminar de asimilar que Richard, su amor platónico, estuviera buscándola y preguntándole algo así. De ahí que no supiera qué responder. Un chico como Richard no se fijaba en una muchacha como ella. No era fea, en absoluto, pero tampoco era un tremenda belleza. Su figura era quizás más delgada de lo que se consideraría normal, pero al menos lleno de curvas allí donde deberían estar. Su larga melena morena le llegaba casi a la altura del trasero y sus ojos color miel no eran nada del otro mundo. Para ella, estos eran muy vulgares. En definitiva, se consideraba un chica más del montón, nada excepcional. En cambio él era todo lo contrario. Tenía el pelo rubio, ondulado y con un brillo casi inhumano; sus ojos eran tan azules como un cielo despejado en verano. Y su figura... ¡Menudo cuerpazo! Atlético y esbelto, sin dudas, la envidia de muchos. —Tenía pensado estudiar para unos exámenes que tengo dentro de una semana —le dijo desviando la mirada y clavándola en sus uñas bien cuidadas—. ¿Por qué quieres saberlo? —Esta noche estrenan en el cine una película que quiero ver y pensé que, quizás, querrías ir también. ¿Te apuntas? A Jessica casi se le doblan las rodillas y cae de bruces al suelo tras su invitación. Su cuerpo parecía de goma en aquellos instantes.  «¿Acaba de pedirme una cita el chico del que creo estar enamorada?» —Ahora mismo no sabría decirte. Déjame que lo piense, ¿vale? —respondió finalmente tras una pequeña e incómoda pausa. —Está bien, en ese caso déjame que te dé mi número de teléfono para que puedas darme una respuesta cuando lo tengas claro, ¿te parece bien? —comentó mientras sacaba de la mochila un trozo de papel y lo anotaba, sin esperar una respuesta por parte de ella—. Aquí tienes. La esperaré impaciente. Y después de otra genuina sonrisa, de esas de infarto donde se muestran una hilera de brillantes dientes blancos, se marchó con su colega; éste había estado observando en silencio toda aquella extraña escena. Cuando los dos se perdieron en la siguiente esquina y ya no estaban a la vista, Emy explotó tras también haberse estado manteniendo al margen: —¡Tía, no me lo puedo creer!, ¡si no lo hubiera oído, y también visto con mis propios ojos, no me lo habría creído! —exclamó la joven muy entusiasmada y luego, poniendo un semblante más serio, añadió—: ¿Y qué es eso de que aún no lo sabes? Llevas todo lo que llevamos de curso deseando que él se fije en ti y ahora que parece que lo ha hecho, ¿le vienes con estas, con que no sabes si ir o no? ¡No hay quién te entienda, chica! —Se notaba que la pelirroja se encontraba confusa y exasperada ante el comportamiento tan extraño de su mejor amiga. Lo cierto era, que ni Jessica sabía lo que se hacía. Solamente tenía claro que aquello que acaba de acontecer era como un sueño hermoso, y temía que si aceptaba, acabase en pesadilla. Sin embargo, si no se arriesgaba, jamás sabría lo que hubiera podido pasar en el caso de aceptar. Por eso decidió intentarlo, ya que tampoco tenía nada qué perder ni mejor plan para un viernes noche. Tras esa decisión en mente, ahora lo que tocaba era pedir cita con su estilista para que la tuneara, ponerse sus mejores ropas, y estar reluciente para cuando ambos se vieran esa noche. *** Una hora después de que se produjera el encuentro en el instituto, quedó con él por medio de un mensaje, ya que era la única manera en la que ella se sentía más valiente y segura como para hacer tal cosa, en la puerta del cine a una hora determinada. Cara a cara o sencillamente hablando, era demasiado para ella; en lo referente a Richard, era muy tímida.  Tras casi dos horas a manos de su querido y fiel estilista, lucía bellísima, con uno top negro ceñido y unos jeans vaqueros ajustados. No obstante, cuando se disponía a arrancar su motocicleta, va y se encuentra con que la jodía ¡no quería hacerlo! Sin embargo, después de varios infructuosos intentos, de casi un cuarto de hora y de maldecir unas cien veces por lo bajo, lo acabó consiguiendo. Y gracias a ello, llegó tarde a la cita; la película ya había comenzado y Richard no estaba a la vista. Y ahora, en la actualidad, se encontraba hablando con él por teléfono, mientras su flaco culo estaba metido en los aseos de hombres. No era que a la joven le gustase visitar esos sitios, no, ni mucho menos. Lo que ocurría era que fuera, en la fila del cine, había demasiado ruido impidiéndole que pudiera escuchar bien lo que el chico le decía por la otra línea. Y el aseo de mujeres estaba más que descartado, ya que, como era habitual en todos lados, había una cola impresionante. Y ella, que ya llegaba tarde, no podía esperar más. Así que, se metió en el de chicos, que por alguna extraña razón siempre tenía menos tráfico y casi nunca solía haber cola. —Pensaba que ya no ibas a venir —Le acaba de decir Richard con voz seria en el mismo instante en el que ella cerraba la puerta. —Bueno, las cosas se complicaron. Pero ya estoy aquí, apunto de ir a las taquillas a comprar la entrada. ¿En qué asiento y filas estás? Es para coger, si hay butaca disponible, la de al lado, o, al menos, la más cercana... —De acuerdo, espera que lo mire y ahora te digo —Hizo una pequeña pausa para hacer tal menester, y antes de que respondiera, Jessi escuchó de fondo la voz  estridente de Anna que en ese instante le comentaba algo gracioso a Richard. ¿Qué hacía Anna allí, con él?—. Mira, estamos en la fila 9, butacas 12 y 13... —¿Estamos? —Soltó Jessica con voz incrédula. —¿No te dije que vendría acompañado? —Intentó que su voz sonara con un matiz de preocupación. Sin embargo, resultó ser una mala imitación—. Anna está aquí conmigo, ¿tú no tes has traído también a un amigo? —Yo... —No sabía qué responder tras la desagradable sorpresa que se acababa de llevar. Se sentía en esos momentos, como si le hubieran echado por encima un cubo de agua fría.  «¡¿Cómo se ha atrevido el cara dura, a hacerme algo así?!», se preguntó para sus adentros toda indignada, una furiosa Jessica. «¡Qué ilusa he sido! Si yo tenía razón cuando me pareció muy raro que él se fijara en mí. Seguro que lo hizo para burlarse y divertirse un rato, ¿verdad? Porque si no fuera el caso, no estaría ahora mismo con Anna, "la chica fácil" del instituto, ¿no?. Aunque es cierto, que tampoco me especificó que íbamos a estar solos y que lo que me proponía era una cita... ¡Qué lio!» En ese momento, entró en los aseos donde ella se encontraba ensimismada, un chico, sacándola de sus caóticos pensamientos. El muchacho se quedó notablemente sorprendido al verla allí, en el aseo de hombres siendo una mujer, pero no dijo nada; fue directamente al lavamanos y comenzó a lavárselas en silencio. Era realmente tremendo, de unos dieciocho años más o menos. Iba todo de negro y cada prenda se ajustaba perfectamente a su musculosa y corpulenta figura. No estaba cachas en exceso, no, aunque era cierto que estaba fibroso y con las suficientes anchuras como para recalcar que tenía una constitución fuerte. Sin dudas, un buen espécimen de hombre. Y más con aquel pelo moreno que lucía salvaje todo revuelto y a lo loco, pero sin dar la impresión de ir despeinado, y aquellas facciones tan masculinas rozando la perfección. Y cuando sus miradas coincidieron a través del espejo, Jessica casi se atraganta con la belleza de aquellos ojos negros azabache, que con tanta intensidad se fijaban en los de ella. —Un minuto, Richard, ahora seguimos hablando —dijo al fin cortando la llamada, tras apenas un par de minutos de un incómodo silencio. Jessica guardó el móvil en el bolsillo trasero de los pantalones y luego, armándose de valor, se acercó al chico que ya estaba apunto de salir. —Espere un momento, por favor —Soltó de golpe, sin medir las palabras. Y luego, cuando obtuvo la atención del desconocido, la propuesta que tenía en mente proponerle, le pareció absurda. Sin embargo, ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Además, ella estaba desesperada—. ¿Puedo pedirle un favor? —¿Qué puede querer de mí una chica tan linda como tú? —respondió el morenazo, con una sonrisa ladeada. —Mire, sé que esto le va a parecer absurdo, pero es que resulta que tengo un amigo que me mola mucho, pero él parece no darse cuenta. Habíamos quedado para ir al cine, y yo pensé que era una cita y ahora resulta que ha venido con otra amiga... y yo... —Ya no sabía cómo continuar y las palabras se le trababan en la lengua—. Bueno, pues yo he pensado darle celos o algo así, a ver si de esta manera se fija en mí de una vez y... —¿Y en qué puedo ayudarte yo? —respondió interrumpiéndola el chico, que en ningún momento había dejado de sonreír mientras la escuchaba balbucear toda nerviosa. Sin dudas, todo eso le parecía gracioso. Seguramente pensaba que estaba tratando con una adolescente con ideas infantiles y hormonas revueltas... Y era muy probable que no se equivocara... podría... —Me preguntaba, si estás sólo, sin compañía... —Bueno, en realidad he venido con unos amigos, pero eso no será problema alguno si lo que piensas ofrecerme me acaba pareciendo interesante —confesó interrumpiéndola una vez más, sin dejar de mirarla fijamente y sin apartarse de la puerta donde se encontraba de pie con los brazos cruzados—. Escúpelo. —Pues yo... Yo había pensado... En fin, ¿te gustaría venir conmigo a ver una peli y fingir que somos "muy buenos amigos"? «¡Ya está, ya lo he dicho!», se dijo la joven, tras liberar el aire que tenía retenido en los pulmones.
La sonrisa del joven se amplió a más no poder, mostrando una hilera blanca de dientes más perfectos si cabe que los de Richard, tras escucharla lanzar su propuesta, su plan.
—Por cierto, me llamo Jack —soltó antes de darle una respuesta mientras le extendía una mano—. Si quieres que seamos "muy buenos amigos", creo que al menos tendríamos que saber nuestros nombres... —Cierto, perdona, es que con los nervios... soy Jessica —Estrechó la mano que le ofrecía. Y, ¡para qué negarlo!, el tacto le resultó a la joven realmente bueno, muy grato—. Y no se preocupe, le pagaré la entrada y le daré lo que usted me pida a cambio del favor... Mientras le decía esto, Jessi rebuscaba dentro de su monedero; quería comprobar cuánto dinero disponía. —¿Lo que yo le pida? —preguntó Jack con un tono de diversión que no se molestó en disimular—. Conque me invites al cine, es suficiente. Aunque, ¿quién sabe? Quizás, cuando acabe la noche, estés tan agradecida, que decidas ofrecerme alguna otra cosa... —Aquellas palabras consiguieron que Jessi se ruborizara—. Por cierto, si nos vamos a hacer pasar por amigos íntimos, lo mejor será que nos tuteemos, ¿no crees? Jessi asintió, mientras tragaba saliva toda nerviosa y sin creérse, lo que acababa de hacer. ¡Y con un total desconocido! Después de conversar un poco más, los dos entraron en la sala donde se proyectaba una película que estaba ya a medias, casi acabando; la que estaba viendo Richard con Anna. Habían tenido bastante suerte y pudieron conseguir dos entradas justo al lado de la pareja que ahora los miraba a ambos con mal disimulada curiosidad. Jessica se sentó en medio de los chicos, con Richard a su derecha y Jack a su izquierda. Y en toda la velada, Richard no dejó de mirarla por el rabillo del ojo. Realmente parecía sorprendido de haberse encontrado a Jessica tan bien acompañada. «¿Qué se pensaba, que me iba a presentar sola mirando como ellos dos tonteaban delante de mis narices? Seré tímida, pero no tonta», se dijo mientras intentaba, en vano, prestar atención a lo que quedaba de película, y lo ignoraba adrede.
De vez en cuando, Jack, sin previo aviso e interpretando bien su papel, le sujetaba de la mano para acariciarle el dorso de la misma, con movimientos circulares y suaves. Aquello le pareció a la muchacha, una caricia "algo" íntima. Pero se sentía tan bien, demasiado bien, que no se quejó en ningún momento y se dejó hacer. Un par de veces, Richard le rozó la otra mano libre, con la suya propia, como si también quisiera cogérsela y acariciársela como hacía el otro chico; muestra de que sentía celos o envidia. No obstante, no llegó ha hacerlo y ambos roces quedaron como tal, como meros roces. Después de la peli, los cuatros decidieron irse a tomar un refresco. Y durante todo el momento que duró la salida, Richard no paró de mirar a Jack con recelo y desconfianza. La mayor parte de la conversación estaba centrada en ellos dos, en Jessi y Jack, de cómo se conocieron, cuánto tiempo llevaban tan unidos, y cosas de ese estilo. Y como Jessica no sabía qué responder, dejó que fuera Jack el que respondiera por los dos las mentiras que creyese necesarias, para así ella no meter la pata; no quería que se desvelara su engaño. Cuando se hizo la hora de recogerse, las dos parejas salieron del centro comercial y se fueron a los aparcamientos manteniendo una charla banal durante el trayecto. Se notaba que no eran parejas de novios ninguno de ellos. Saltaba a la vista que eran un grupo de cuatro amigos pasando el rato. Aunque a Jessica, que se negaba a reconocer que al final la velada estaba resultando ser mejor más agradable de lo que esperaba gracias a la compañía de Jack, no le gustó ni una pizca que Richard invitara también a Anna y, encima, sin comentárselo previamente; la descarada parecía estar encantada con el hecho de formar parte de la cita, ya que estuvo en todo momento sonriendo. De hecho, en ningún momento se separó de Richard y estuvo todo el rato coqueteando con él, intentando llamar su atención. No obstante, Richard apenas le hizo caso, estaba más concentrado en saber más sobre Jack y sobre ella, Jessi, que en la película o cualquier otra cosa. Cuando estaban ya al lado de sus respectivos vehículos de dos ruedas, ya que todos habían asistido en motos, Jack, de sopetón, la atrajo hacia su cuerpo y le plantó un sonoro beso en los morros que la dejó con la boca abierta. —Me lo he pasado fenomenal, espero que repitamos de nuevo —Sacó tras su confesión, una nota con su número de teléfono que tenía guardada dentro de uno de los bolsillos de su chaqueta de cuero, y se la entregó—. Llámame, estaré encantado de quedar de nuevo contigo. Ella le dio las gracias y él, antes de subir en su Harley Davidson, le susurró al oído tras pegarse peligrosamente a su tembloroso cuerpo: —Pero la próxima vez, la cita que sea a solas. Y se marchó. Así, sin más, tras arrancar la bestia que tenía por moto y salir pitando de allí, derrapando ruedas en el proceso. —Yo también tengo que irme, mis padres se van a enfadar conmigo si llego tarde —Repuso Anna, mientras también montaba en su motocicleta y la arrancaba, como segundos antes había hecho el imponente Jack. Y al igual que había hecho el muchacho, la chica le dio un sonoro beso al sorprendido Richard, antes de largarse. —¿No decías que Jack era sólo una amigo tuyo? —inquirió el chico tras recuperarse, en cuanto quedaron los dos a solas. —Así es —respondió sin dar más detalles ni devolverle la pregunta, cosa que podría haber hecho puesto que él había interpretado la misma escena que ella: la de besarse con otra persona. —¿Tratas así a todos tus amigos? —preguntó incrédulo, refiriéndose a lo del beso. Jessica lo miró con el ceño fruncido y se dio cuenta que la mirada del que creía que era el amor de su vida, estaba cargada de deseo, de anhelo. Empero, no pudo seguir con su escrutinio, porque el mismo fue interrumpido cuando, a cámara lenta, Richard se aproximó a ella hasta acortar las distancias que los separaba, y, sin más, la besó de manera urgente, con desesperación... Y ahora, ¿qué podía pensar ella de todo eso?


CAPÍTULO 2  Richard se sentía como un estúpido. Había tardado en reunir el valor para pedir a Jessica que fueran al cine, pero ella se había mostrado tan poco entusiasmada con verle a solas que había pedido a Anna que le acompañara. Suerte que lo había hecho, porque Jessica se presentó tarde y acompañada por un tipo con pintas de chulo que no le daba ninguna confianza. Por supuesto, Richard había interrogado a la pareja en un intento por saber más sobre su relación, pero Jessica se había quedado callada, dejando al tal Jack hablar y, para colmo, Anna no se había despegado de él, a pesar de que le había repetido una y mil veces que no quería nada con ella. La velada había acabado aún peor que cuando empezó: Jack había besado a Jessica y Anna le había besado a él antes de que pudiera apartarse. Toda la frustración acumulada salió cuando se quedó por fin a solas con Jessica y, sin poder resistirse, reclamó sus labios como llevaba deseando hacer desde hacía meses. Al principio, ella pareció responder al beso pero, en cuanto se apartó un poco, le pegó un empujón y le dijo, ofendida: —¿A qué te crees que estás jugando conmigo? Antes de que pudiera responder, ella se montó en su moto y abandonó el aparcamiento, dejando a Richard solo con sus pensamientos. «Desde luego, no podría haber salido peor», se dijo desanimado. No obstante, cuando arrancó la moto comenzó a darle vueltas al asunto y a replantearse su estrategia: no iba a rendirse sin pelear. *** Ya en la otra punta de la ciudad, Jack aparcó su Harley y sonrió al recordar la velada. Jessica no era la clase de mujer despampanante con la que acostumbraba a salir, pero había que tener agallas para pedir a un perfecto desconocido que se hiciera pasar por un muy “buen amigo” delante del tipo al que pretendía ligarse, y eso le gustaba. Además, tenía que reconocer que lo había pasado estupendamente interpretando ese papel y provocando al tal Richard, que en más de una ocasión había estado a punto de soltar humo por las orejas del cabreo que tenía. Sí, desde luego estaba celoso, pero Jessica no parecía haberse dado cuenta del detalle. Por otro lado, si al chico le gustaba Jessica, ¿por qué había quedado con la otra fresca? Tenía curiosidad por saber más del asunto y además el beso del final de la velada había sido de lo más prometedor. La pena era que no había podido pedirle el teléfono a Jessica, porque hubiera sido extraño hacerlo delante de los otros dos cuando se suponía que eran “muy buenos amigos”. Jack le había dado su número con disimulo, claro, pero no estaba seguro de que ella le fuera a llamar o de que se pusiera en contacto con él: cuando lo pensara en frío, esa chica, cuyo carácter hacía desaparecer todas sus inhibiciones cuando afloraba, sin duda se arrepentiría de haber actuado de una forma tan descarada. En cualquier caso, a Jack no le iba a detener el hecho de no tener el teléfono de la chica. Cuando sentía interés por algo, como era el caso, no paraba hasta conseguir lo que quería. Había recabado suficientes datos a lo largo de la noche y no le costaría localizarla, así que le daría a Jessica un poco de margen, por si se aventuraba a llamarle, pero, si no lo hacía, no iba a quedarse esperando a que el destino volviera a ponerla en su camino. *** Jessica esperó hasta estar encerrada en su cuarto para echarse a llorar. Todo lo que podía haber salido mal, salía mal. Richard había resultado ser un casanova que ni siquiera tenía la delicadeza de disimular un poco: primero había besado a Anna, con la que sin duda estaba saliendo, y luego la había besado a ella a pesar de que creía que estaba saliendo con Jack y que Anna acababa de marcharse. Lo más triste de todo era que Jessica había estado a punto de dejarse llevar. Y no lo había hecho por el sencillo motivo de que todavía sentía el beso de Jack cuando los labios de Richard invadieron los suyos. Jack, ese chico misterioso y sexy que había salvado la tarde y que había conseguido que, a pesar del mal trago, se lo pasara bien. Más tranquila ya, Jessica sacó el pedazo de papel en el que el joven había apuntado su teléfono. Deseaba mandarle un wasap agradeciéndole todo lo que había hecho por ella, pero cuando estaba a punto de hacerlo algo la detuvo. Él la había besado y había dicho que la próxima vez la cita sería a solas. ¿No malinterpretaría el mensaje pensando que quería algo más con él? El recuerdo del beso la hizo sonrojarse. ¿Realmente no quería algo más con él? Cuando se durmió, horas más tarde, todavía seguía dándole vueltas a eso. Al lunes siguiente, Emy la abordó en cuanto entró en el instituto, impaciente por saber cómo había ido todo. Por desgracia para ella, y para la pobre Jessica, sus padres le habían requisado tanto el teléfono como el ordenador hacía un par de semanas y no le permitían ni salir de casa ni recibir visitas en su tiempo libre como castigo por llegar a casa borracha y dos horas más tarde de lo permitido, así que no había tenido oportunidad de preguntárselo antes. —Tía, no me lo puedo creer —dijo su amiga cuando acabó de contárselo todo con pelos y señales—. ¡De verdad que no me lo puedo creer! ¿Después de tanto tiempo imaginando cómo será besar a Richard y haces esto cuándo por fin lo hace? —¿Es que no me has escuchado? Siempre he soñado con un beso de Richard, sí, pero después de una cita romántica y de que me declarara su amor, ¡no después de una cita que resultó no serlo, tras morrearse con Anna delante de mis narices y ver cómo Jack me besaba! Francamente, después de eso, preferiría no volver a verle en mi vida. —Y ese Jack, ¿besa bien? —Al ver a Jessica sonrojarse, se entusiasmó y comenzó a preguntar más—: ¿Cómo es? ¿Vas a llamarle? —¿Estás loca? Debe de pensar que soy una niña tonta. —Si te dio su teléfono... —Emy se interrumpió y dijo en voz baja—: Richard viene directo hacia nosotras. Jessica pegó un bote, pero se obligó a parecer lo más calmada posible. Por suerte, en ese momento sonó la campana y tuvieron que dirigirse a clase, por lo que pudo eludir el encuentro. Y siguió eludiéndolo durante el resto del día hasta que llegó la hora de marcharse. Le vio en la otra punta del aparcamiento y aceleró el paso para llegar a su moto antes de que la viera, pero no tuvo suerte. —¡Eh, Jessica! —La llamó Richard, que empezó a avanzar hacia ella. Ella hizo como si no le hubiera oído y continuó su camino con la esperanza de que no la alcanzara, aunque pronto se dio cuenta de que era inútil a no ser que se pusiera a correr y no quería perder la dignidad, así que se resignó, se dio la vuelta y le esperó con los brazos cruzados. —¿Dónde has dejado a Anna? —Le preguntó Jessica, en tono firme. —¿A Anna? —Richard parecía desconcertado por la pregunta—. No la he visto desde el otro día, ¿por qué...? Bueno, da igual. Me gustaría hablar contigo, bueno, ya sabes, de lo del otro día —finalizó, con evidente nerviosismo. —Lástima que yo no quiera hablar contigo de eso. De todas formas, con quien tienes que hablar es con Anna. —Escucha, Jessica, creo que ha habido un malentendido... —¿Malentendido? —preguntó, soltando una carcajada amarga. Para rematarlo todo, Richard pretendía tomarla por tonta y seguir jugando con ella, cosa que no estaba dispuesta a tolerar: se había pasado el fin de semana llorando por la decepción, pero no derramaría ni una lágrima más por ese crápula. Por el contrario, iba a dejar salir toda su furia—. Jack me besó. Tú besaste a Anna. Y luego, cuando nos quedamos solos, me besaste a mí. No hay ningún malentendido. Eres un cretino y un cara dura. —Por favor, Jessica, no es lo que tú crees, ¡si me dieras la oportunidad de explicarme y... El ronroneo de una Harley que se paró justo frente a ellos ahogó sus palabras y Jessica soltó un pequeño grito por la sorpresa. —Siento llegar tarde —dijo Jack, con una sonrisa arrebatadora. No tardó en percibir que algo iba mal entre esos dos y preguntó—: ¿Te estaba molestando? —No, no te preocupes —respondió Jessica, disimulando la marea de sentimientos que la invadía en esos momentos: sorpresa porque estuviera allí, alegría por volver a verle, algo de vergüenza por lo del otro día y, sobre todo, agradecimiento y excitación—. Cojo mi moto y nos vamos. Adiós, Richard. Satisfecho por la cara que había puesto su rival al verle allí, Jack escoltó a Jessica hasta su vehículo conduciendo muy lentamente, sin decir palabra para darle tiempo a asimilar su presencia y a decidir si quería seguir con él o irse a casa por su cuenta. Luego, cuando ella ya tuvo puesto el casco, preguntó: —¿Y bien? ¿Quieres que vayamos a tomar algo? —Oh, sí. Ni te imaginas lo mucho que me apetece —dijo ella. Jack sonrió y le indicó que le siguiera. Puede que Jessica solo hubiera aceptado por despecho, pero eso no le preocupaba. Ya se encargaría él de quitarle de la cabeza al tal Richard... y de ocupar el lugar de este en su corazón. La llevó a uno de sus lugares favoritos: un chiringuito de verano en el centro del parque más grande de la ciudad, que ofrecía comida barata a un buen precio y unas vistas espectaculares. Como ya empezaba a hacer un poco de frío, la terraza estaba casi desierta, lo que les daba bastante intimidad. Jack le pidió entonces a Jessica que le contara la historia completa y ella así lo hizo. Cuando llegó a la parte del beso, no pudo evitar comentar: —Tendré que partirle la cara la próxima vez que le vea. —¿Cómo que partirle la cara? ¡No harás tal cosa, ni siquiera tenemos algo de verdad! —Primero —dijo él, divertido, alzando un dedo—, puede que no tengamos algo de verdad, pero él creía que sí, lo que significa que tengo que defender mi honor. Segundo —Alzó otro dedo—, no soporto a los tíos que se aprovechan de las chicas y que juegan con ellas. Y tercero —le quitó un mechón rebelde a Jessica de delante de los ojos—, tengo toda la intención de conquistarte y no quiero tener a ese payaso rondándote mientras lo hago. Jessica se sonrojó visiblemente; no se esperaba eso, y menos de un chico tan sexy e interesante como él. —Yo... pero... ¿por qué? ¡Si apenas me conoces! —Fue lo único que acertó a balbucir. Jack se echó a reír. —Te conozco lo suficiente como para saber que quiero intentarlo. Tienes carácter, te sabes desenvolver muy bien en situaciones adversas y además me lo paso bien contigo y has conseguido sorprenderme. Para mí, esas cualidades son muy importantes. Tanto como para querer conocerte mejor en todos los aspectos en los que se puede conocer a una mujer. ¿Tienes idea de lo que cuesta encontrar todas estas características reunidas en una sola persona? —Jack se dio cuenta de que estaba siendo demasiado directo con ella y decidió cambiar de táctica—. No te estoy diciendo que seamos novios así sin más, de la noche a la mañana. Pero sí que me gustaría empezar a salir contigo y que nos conozcamos mejor. Me gustó fingir que éramos “muy buenos amigos”, ahora quiero que lo seamos en la vida real. —Pues... —empezó a decir Jessica. Pero no supo cómo continuar. Aunque apenas le conocía y su razón le decía que era demasiado precipitado que Jack le hablara de esas cosas, no paraba de rememorar el beso que le había dado y tenía que admitir que necesitaba más. Aparte de eso, todas las ilusiones que se habían desmoronado con el comportamiento de Richard habían supuesto un fuerte golpe para ella, y empezar a salir con Jack sin duda ayudaría a sanar esas heridas—. ¡De acuerdo!
CAPÍTULO 3 El resto de la tarde con Jack fue bastante entretenida, le permitió conocer algo más del chico con pinta de playboy. Aunque la primera impresión cuando alguien lo veía era de peligroso y chulo, luego no era tanto, aunque tenía un aura de misterio que te atraía como a un imán.
El chico la acompañó hasta cerca de su casa, pero antes de que cada uno tirara para una dirección, hicieron un parón en un parque cercano a la casa de Jessica. Se bajaron de la moto y él aprovechó para agarrarla por la cintura y pegarla a él.
—Mañana voy a ir a recogerte a casa y te llevaré a clase —le dijo quitándole un mechón de la cara—. Quiero pasar todo el tiempo que pueda contigo.
«¿Pero si él tiene clase cómo me va a acompañar?» Lo miró un poco desconcertada, aunque por otra parte se sentía… ¿ilusionada? Era una sensación extraña, como mariposas en el estómago.
—Cla… claro —tartamudeó la chica sonrojándose—. Pero... ¿No tienes clase?
—Sí, pero no pasa nada si llego unos minutos más tarde.
—Entonces su… supongo que está bien —le sonrió tímida—. Luego te mando la dirección de mi casa.
—Estupendo, a las ocho estaré allí, te llevaré en mi moto y a la vuelta te recojo —sonrió torcidamente.
Ella asintió totalmente sonrojada por la vergüenza. La sonrisa del chico se hizo más amplia al verla. Le cogió la barbilla y le levantó la cara con cuidado para que se vieran a los ojos. Lentamente acercó su cara y atrapó sus labios en un beso suave, pero con el paso de los segundos incrementó su pasión, siendo abrasador.
Se separaron jadeando por falta de aire y Jessica totalmente roja y los ojos brillantes. Jack la abrazó por unos instantes, sorprendiéndola a ella y a sí mismo, nunca era tan cariñoso, pero pensaba que esos momentos a ella le vendría bien. Se separó de ella y con un guiño se montó en su Harley, alejándose en cuestión de segundos.
Mientras ella veía como se alejaba, inconscientemente se llevó una mano a sus labios y los tocó. Estaban un poco inflamados por el impresionante beso que le había dado Jack, la había dejado…en las nubes.
«¿Qué me está haciendo este chico?»se preguntó mientras se montaba en su moto y conducía a su casa. Su mente estaba echa un lío, no entendía cómo podía llamar la atención de un chico como Jack, sin embargo, por otro lado estaba Richard. «Soy masoquista», se decía a sí misma una vez ya en su cuarto, dejándose caer en su cama y enterrando la cabeza en la almohada. A pesar de lo que hizo Richard en el cine y luego su vago intento de arreglarlo, sentía ese “amor platónico” por él.
Suspiró y se puso a hablar con su amiga por WhatsApp contándole todo lo que había pasado por la tarde con Jack. Hablaron también un rato sobre el extraño comportamiento de Richard, pero Jessica estaba muy cansada y se fue a dormir.
De pronto, le despertó un pitido y buscó a tientas su móvil. Al desbloquearlo vio que eran las dos de la mañana y tenía un mensaje de Jack.
«Hermosa, creo que se te ha olvidado mandarme cierta dirección, ¿o es que estas huyendo de mí, gatita?
«Lo siento, me quedé dormida y se me pasó completamente. Aunque… ¿Quién sabe? Tal vez quería deshacerme de ti ;)», le escribió y sonriendo como una tonta apagó el móvil tras enviar el mensaje con su dirección, y se durmió sonriendo.
A la mañana siguiente se levantó llena de energías, saludó a sus padres que se iban para trabajar y desayunó tranquila. Cuando estaba secándose las manos al ritmo de la música, se movía por la cocina, un golpe en la ventana la sobresaltó y descubrió a un Jack sonriendo socarrón.
Dejó el trapo en su sitio y abrió a Jack por la puerta que daba al patio. Se hizo a un lado para que pasase, pero sin mirarlo a la cara. Estaba roja como un tomate y muerta de vergüenza.  «¡Dios, me ha pillado bailando, que vergüenza!, me pregunto qué pensara ahora de mí…» Se mordió el labio pensativa.
—No sabía que te movías de esa forma.
—No suelo bailar… en público, además tampoco me conoces mucho —murmuró mirando para cualquier sitio menos para él.
—Otra sorpresa que me llevo contigo —le sujeta por la barbilla y la mira a los ojos—, no dejas de sorprenderme, Jessica, y eso me gusta.
Ella retrocedió un paso para coger sus cosas, necesitaba poner un poco de distancia entre ambos, estar cerca de Jack la trastocaba.
—Bueno, ya estoy… lista —se toca la oreja nerviosa.
—Pues vamos entonces —sonrió burlón y la siguió hasta la salida.
Cuando llegaron al instituto se formó un pequeño revuelo al verlos llegar, y más cuando él se despidió de ella con un beso en la mejilla, cerca de sus labios. Ella pasó las tres primeras horas como en una nube, ignorando todos los cuchicheos que había sobre ella y el misterioso chico de la moto que la había traído hoy a clase.
Al llegar la hora de gimnasia, que era la última de día y la cuarta, ya que hoy salían dos horas antes por los profesores que faltaban, estaba deseando salir por fin. En el día de hoy, Richard no se había acercado a ella, eso la desconcertaba pues ella era consciente de que tenían una conversación pendiente, o al menos eso creía él; por su parte, no tenían nada de lo que hablar, de ahí que estuviera aliviada de que guardara las distancias y solo se limitara a mirarla.
Estaba entre enfadada y nerviosa por tanta miradita, tanto de reojo como fija. Cada vez que giraba la cara lo encontraba mirándola, ni se molestaba en hacerlo disimuladamente. Por fin la ultima hora acabó y ella se dirigió a guardar el material, así aprovechaba para alejarse del constante escrutinio de Richard.
Suspiró una vez que dejó las cosas en su sitio y salió de la habitación hacia el patio, pero chocó contra alguien. Levantó la mirada y para su sorpresa era Richard.
—¿Qué… qué quieres?
—Solo hablar contigo ahora que estás sola —se encogió de hombros quitándole importancia.
—Pues no puedo, me tengo que ir y…
En un rápido movimiento, Richard la tenía apoyada en la pared y apoyó sus manos a cada lado de su cabeza. «¿Qué narices se cree que hace?», se preguntaba ella viendo como los tonificados brazos de él estaban a ambos lados de su cabeza.
—Me vas a escuchar aunque sea unos minutos.
—Mira, no tengo por qué escucharte si no quiero, y ahora mismo no tengo ni tiempo ni ganas de escucharte —le espetó ella empezando a molestarse.
—¡Lo vas a hacer! ¡Maldita sea, Jessica, solo escúchame! —exclamó él exasperado.
Ella lo miró asombrada, nunca lo había visto ponerse de esa forma con nadie, exasperarse ni elevar la voz.
—No… no quiero… —tartamudeó mirando a su alrededor.
—Yo solo llevé a Anna porque no parecías muy cómoda con la idea de ir solo conmigo y…
—¡Oh, venga ya! —exclamó ella empujándolo.
Ella podía aguantar muchas cosas, pero no que encima le echaran la culpa de haber llevado a otra chica. Si lo hizo fue porque él quería.
—A mí no me vengas con esas, Richard, no soy estúpida. Espero que te hayas reído a gusto de mí con tus amiguitos—le dijo echando fuego por los ojos.
—Jessica…
—¿Qué está pasando aquí? —inquirió una voz a las espaldas de Richard—, espero que no la estés molestando.
—¿Tú que demonios haces aquí? —se giró Richard para encarar a Jack.
—Vine por ella, habíamos quedado, y si te digo la verdad —lo miró de arriba abajo con una mueca desdeñosa—, no me gusta que idiotas como tú la entretengan cuando ha quedado conmigo.
—Jack… vámonos, por favor —le susurró ella agarrándose de su brazo.
—Mira, amigo, tú aquí no pintas nada, así que no te metas en conversaciones que no te incumben.
—Me incumben en el momento en que la estás molestando —dijo Jack dando un paso hacia él—. Te lo advertí la otra vez, ¿te voy a tener que romper la cara?
—¡Jack! —exclamó Jessica tirando de su brazo para llamar su atención—. Por favor, vámonos, no merece la pena.
—Está bien —le sonrió a ella y luego miró con desdén a Richard—. No te vuelvas a acercar a ella.
Con eso se dio la vuelta y dándole la mano a Jessica se fueron alejando del lugar y dejando a Richard echando humo por las orejas.
—¡No me voy a rendir fácilmente! —le gritó retándolo.
Jack se paró y sonriendo como el gato de Alicia en el País de las Maravillas, miró a Jessica, le guiñó un ojo y se giró para mirar al otro chico.
—Que gane el mejor, entonces.
Jessica miró a ambos petrificada, sin entender como había llegado a esta situación. «¿Qué va a pasar ahora? ¿Desde cuándo es esto una competición?» Capítulo 4
Era noche de martes, en tiempo de clases y a punto de llegar a la época de exámenes, pero Richard vagaba en su moto por las calles de un vecindario al azar. ¿Acaso lo iban a castigar cuando volviese a casa? Ojalá alguien, al menos, notara el momento en que él fuese a pasar por la puerta. El vivir solo con su hermano mayor Ryan era una ventaja a veces, más todavía si éste trabajaba de noche en un bar. Pero no luego de días como aquél.
Saber que le esperaba una casa fría y a oscuras, que además debía prepararse solo la cena y acostarse a mirar el techo de su habitación, sin que nadie le preguntara si se encontraba bien, no era la mejor idea de libertad adolescente. Así que se había desquitado conduciendo a gran velocidad por la autopista, había pasado por el puerto y luego de vuelta al centro de la ciudad, por el resto de aquella tarde. Ni siquiera se había acercado a su hogar para cambiar su uniforme por algo más cómodo.
Primero se había puesto furioso. Ella le había parecido tan dulce, tan inocente… y al final era el tipo de chica que se juntaba con sujetos como ese Jack. No pasaba de ser una más del montón, que se impresionaba por niños con pinta de malos. Decidió olvidarse de ella y hasta hubiese ido a buscar a Anna para terminar lo que ella había empezado en el cine el otro día, de no ser porque su mente lo traicionó y lo llevó en la dirección contraria.
Cuando se dio cuenta, estaba parado frente a la casa de Jessica.
Miró la hora, eran casi las once. El vehículo de ella estaba aparcado en la entrada, seguro no se había quedado con ese sujeto insoportable hasta muy tarde. Jessie no era de las que se metía en problemas. Y precisamente por eso le gustaba tanto. No sería tan simple dejarla de lado, pensó, tampoco estaba dispuesto a hacerlo. Seguiría insistiendo y esperaría el momento oportuno para volver a intentarlo con todo.
De pronto, una de las ventanas del piso superior de la casa se encendió y, a través de las cortinas, pudo ver a alguien moviéndose de un lado a otro. Su corazón dio un vuelco. Imaginó a Jessica saliendo de la ducha, o en pleno proceso de ponerse un camisón pequeño… blanco… suave…
Tenía que huir de allí. Si llegaban a pescarlo en la acera, aunque no pudiera ver nada de lo que ella estaba haciendo, iba a quedar como un pervertido.
Aceleró y se perdió en la oscuridad, de camino a su casa fría y su cena sin preparar. ***
La ventana de la habitación de arriba era la de Lucius, el padre de Jessica. Un hombre alto y de contextura delgada, que le había heredado a su hija los ojos de suave color miel. En una foto enmarcada, sobre la mesita de noche, sonreía la madre de la muchacha, con una melena tan oscura como la de ella y una expresión de felicidad que la inmortalizaba en los corazones de todos.
—¡Te digo que había alguien en la acera, con su motocicleta detenida y apenas encendí la luz salió huyendo!
La joven había entrado a la habitación con los ojos entrecerrados y enfundada en un largo pijama desteñido. Había querido acostarse temprano, pero el sueño no llegaba.
—Habrá sido tu imaginación, papá —lo tranquilizó, deseando volver a la oscuridad de su cama con rapidez—. Seguro fue alguien que pasaba.
—Lo vi muy bien —insistió él—. Si hasta tenía el uniforme de tu colegio. Y se detuvo un rato largo frente a la casa.
Aquello terminó de desperezarla.
—¿En serio? ¿Viste, por casualidad, cómo era?
—¡Lo sabía! Tienes una ligera idea de quién puede ser, ¿verdad? —gritó el hombre, pero de inmediato bajó la voz y adoptó un tono que dejaba entrever toda su preocupación—. Jessie, no le prometí a tu madre que te cuidaría para que termines así. Primero llegas tarde de una simple salida al cine, luego regresas de clases con un sujeto extraño en una Harley y más tarde te visita un pervertido de cabello rubio. ¿Qué está ocurriendo?
—Ni yo lo sé —confesó la muchacha, luego de una pausa incómoda—. Lo siento. No volverá a ocurrir.
—También te escuché llorar anoche, pequeña.
—Oh, no. Eso fue…
—Sé que debo parecer entrometido, pero estas paredes son una porquería. ¿Recuerdas que quedamos en que había dos clases de problemas?
Aquel trato lo habían hecho juntos, cuando regresaban de despedir a la mujer que los observaba eternamente hermosa, desde el retrato en la mesita. Era como un juramento sagrado, la fórmula que los protegería siempre de la distancia que podía existir entre un padre y su hija adolescente.
—Sí, por un lado los que puedo resolver yo sola y por otro…
—…los que debes contarme a mí —completó él, en un esfuerzo por reunir toda la comprensión del mundo—. ¿Tienes algo para decirme?
Jessie no era tonta. Sabía que aquel fin de semana había roto algunas reglas. Estaba consciente de que había ido en contra del sentido común el viernes pasado en ese aseo de hombres, con aquel entonces desconocido. Desconocido que ya no lo era tanto después de un par de citas, y que ahora quería que fuesen algo más.
—No, papá. Es una simple salida al cine que terminó mal —contestó, deseando convencerse a sí misma en el proceso—. Yo puedo con esto.
—Muy bien. Voy a estar observando, de todas formas. Ten mucho cuidado, ¿sí?
Dicho esto, cada uno volvió a la comodidad de sus soledades, en la oscuridad de la noche. Cuando Jessica cerró la puerta de su dormitorio, sintió que no había sido del todo sincera. Aunque no llegaba a la gravedad de un problema que debiera comentar, según el trato, le hubiera gustado hablarlo. Extrañaba a su madre, por esa y por otras tantas razones.
Así que se sentó en su cama, se metió con cuidado bajo la manta e hizo de cuenta que ella estaba allí también.
—Ah, mamá, ¡en qué lio me he metido! —murmuró, con cuidado de que las paredes no llevaran el diálogo imaginario a la habitación de al lado—. No sé si hago bien estando con Jack sin apenas conocerlo, ni si he de darle una oportunidad a Richard o no...

Y con esas preocupaciones en mente, Jessi al fin se durmió.
***
A la mañana siguiente, cuando estaban por entrar a clases, Jessie era asaltada por las preguntas de su amiga Emy.
—¿Qué? ¿Entonces estás saliendo con el tal Jack? ¿Qué va a pasar con Richard ahora? ¿No era tu amor desde que entramos a este instituto?
—No sé. Empiezo a arrepentirme.
Y era cierto. Su ánimo comenzaba a enfriarse y ella volvía a la dura realidad, en la que se veía cada vez más lejos de su objetivo original.
—¡Claro que deberías! ¡Es un total desconocido! —murmuró la otra—. Por amor de… Mira, ¿qué les dirán a sus nietos cuando les pregunten cómo se conocieron?
—¿Nietos? —se espantó—. Espera un poco.
—¡Y sus recuerdos más felices serán junto al papel higiénico! ¡El día que pelees con él llorarás abrazada al retrete! ¡Celebrarán su aniversario brindando frente al espejo!
Las exageraciones de su compañera no hicieron más que provocarle risa. De verdad, ¡su nuevo romance había comenzado en un baño público!
—¡Basta! —exclamó, a punto de ser vencida por las carcajadas frente a las taquillas.
—Y, lo más importante. No sabes nada de él. —La broma había llegado a su fin. Ambas tomaron sus libros y se quedaron pensativas en el pasillo—. Todo por un brote de celos, cuando podrías haber tenido la única posibilidad con Richard. ¿O es que no lo quieres tanto como creías? Si es así, no te molestará que otra vaya por él, como la tal Anna.
La sola idea le puso a Jessica los pelos de punta.
—¿Qué? ¡No! Yo estoy… estaba enojada —reconoció, apenada por la cantidad de detalles que comenzaban a caer por su propio peso a medida que pasaban los días—. Y él hasta se acordó de mí para organizar una salida, lo arruiné todo. Pero es que me sentí tan ridícula cuando apareció con esa estirada… ¡Y lo del beso! ¿Qué pretendía hacer? ¡Realmente creí que estaba burlándose de mí!
Iba y venía, de la pena al enojo. Y de éste, al entusiasmo. De pronto verlo llegar al instituto, con su mochila vieja al hombro, su cabello rubio ondulado y sus ojos chispeantes, era el mismo subidón de energía de siempre. Se quedó embobada por unos segundos, los cuales aprovechó Emy para susurrarle encima del hombro, como si fuera un angelito de su conciencia.
—¿Entonces, por qué no vas y le preguntas y sales de dudas?
***
Richard venía distraído, con mucho sueño y molesto. La cena le había salido espantosa y el sistema de calefacción de la casa se había estropeado, por lo que había dormido envuelto en mil y un mantas (las cuales apestaban a polvo porque las había tenido que sacar del ático). Esa mañana, apenas había podido levantarse a tiempo para llegar al toque de la campana. Y debía evitar a la pesada de Anna, que desde lo del cine se había vuelto más pegajosa que nunca. Así que no estaba teniendo un buen momento. Desde el fin de semana, nada salía bien. Refunfuñaba en su mente sobre eso, mientras luchaba con su taquilla abarrotada de cosas, cuando sintió una vocecita a sus espaldas.
—Mi padre te envía saludos. Y dice que, para acosar a alguien, primero hay que averiguar bien cuál es la ventana que se va a espiar.
Al escuchar eso, el sobresalto fue tal que casi se pilla el dedo con la puerta de la taquilla. Tuvo que hacer un esfuerzo por no delatar su vergüenza de haber sido descubierto en algo que ni siquiera había hecho a propósito.
—No sé de qué estás hablando —balbuceó con aparente frialdad, mientras sostenía sus libros con el brazo contra el pecho. Como si necesitara un escudo contra una espada invisible. O algo que escondiera lo que fuera que provocaba en ese vacío que se extendía desde la boca de su estómago.
Jessica lo miró, divertida, y se dijo mentalmente que venía bien. La táctica de comenzar con algo que lo tomara por sorpresa la dejaba a ella con la ventaja. Ahora podría seguir con el discurso que se había repetido a sí misma la noche anterior, una y otra vez, tras prometerse mantener con él la conversación que había quedado en el aire en dos ocasiones. Podría resultar. Tal vez el incidente del cine quedara en el olvido y ella tomara eso como una lección para su corazón roto. No estaría Jack siempre para servirle de excusa, así que podía comenzar en ese instante a superar a Richard, su gran amor platónico que terminó en desastre sin siquiera comenzar.
—No te preocupes —continuó, segura de que estaba yendo por buen camino—. Mira, voy a hacerte caso y hablaremos sobre lo del cine. Vamos a hacer una tregua, ¿sí? Creo que hubo un malentendido, y aunque te agradezco por la invitación al cine, me temo que no nos conocemos bien y no supimos entendernos. No sé qué idea tienes de tus amigas, y te agradezco por considerarme como para llevarme a tu salida del viernes, pero no soy como Anna y esas otras chicas que seguro aceptan esos intercambios de pareja.
El chico olvidó la campana, las clases, los libros y al resto de los que pasaban a su lado para no llegar tarde. ¿Intercambios de pareja? Aquello estaba perdiendo toda lógica. 
—¿Cómo? ¿Qué intercambios?
—Lamento haberme ofendido así, cuando fuiste tan amable de llevarme al cine y todo eso, y de no haberte dejado explicar... —siguió ella, ya sin ser capaz de detenerse. Estaba en piloto automático—. Tendría que haberte informado de antemano antes de aceptar dicha cita, que si estabas acostumbrado a que tus amiguitas te diesen besos y otras cosas en la primera quedada, que supieras que conmigo no encontrarías nada de eso; yo no soy así, una chica fácil.
—¿Eh?
—Igualmente, me caes bien —aclaró, para luego tomar aire y extender su mano derecha—. Si aceptas mi amistad “a la antigua”, te la ofrezco. ¿Qué te parece?
Ahora él solo debía tomar su mano. Jessica aguardó, con el brazo en el aire, mientras rogaba que los nervios no la delataran quebrando su voz, o haciéndole fallar las rodillas en pleno pasillo. El discurso hubiera sido un poco más largo, pero considerando que estaban a punto de perder una clase y ya se habían quedado solos en el corredor, la idea principal había sido transmitida.
Tenía que felicitarse por las palabras que había reunido en solo una noche de dar vueltas y vueltas en su cama. Su madre la estaría viendo desde arriba, felicitándola por dar una imagen tan madura y tranquila de sí misma. Por otro lado, tal vez su primer amor no estaba terminando de manera tan desastrosa.
Lo que pasó por la mente de Richard, en cambio, fue el equivalente a una erupción volcánica. Las malditas consecuencias de aquella pésima salida al cine seguían apareciendo. Y aquella mano, extendida frente a él, significaba lo opuesto a lo que había querido lograr desde hacía tiempo con esa chica tan testaruda. Observarla de lejos no había sido suficiente. Tenerla cerca, como amiga, y para colmo con el tal Jack revoloteando a su alrededor como insecto, sería el final de su cordura.
Ese sería su desafío personal desde entonces. Suyo y de su orgullo, que a partir de ese instante tomó las riendas sin siquiera preguntar. Así, su orgullo levantó el mentón, sonrió con tranquilidad y venció los centímetros que lo separaban de aquella mano, sin tomarla.
—Creo que me parece poco —declaró, con una claridad envidiable—. No estoy interesado en ninguna clase de amistad contigo. Ni de la convencional, a la antigua o como se llame, ni de la que sea que estés inventando en esa cabecita.
—¿Esta cabecita? —reaccionó la muchacha, fuera de sí—. ¿Cómo te atreves? ¡Trato de arreglar las cosas y…!
—Y la que malinterpretó todo fuiste tú. Pero eso ya no importa —siguió el orgullo, que para esas alturas ya había dominado por completo el cuerpo del joven, y acercó su rostro al de la chica para dar el golpe de gracia—. Porque no voy a parar hasta que seas mía.
En eso, un profesor apareció y comenzó a regañarlos en una voz que a ambos se les hizo muy distante. Richard sintió el hormigueo de la victoria por haber logrado decir esas palabras de una buena vez, después de tanto tiempo. Asombrado de lo que había logrado, a pesar de los medios, se alejó con una ancha sonrisa hacia las aulas.
Jessica fue alcanzada por el profesor, pero se quedó con la mano en el aire y la vista clavada en la espalda del rubio que se alejaba. Estaba boquiabierta. ¿Qué acababa de ocurrir?


Capítulo 5
¿?

De las socias voluntarias, las que les toca hacer la continuación, o sea, el capítulo 5, son:

-Ariuska -inma -Mari
-Hada Fitipaldi
El 6, llegados el momento, lo harán:
-Débora H. Araya -Andrea Pérez Muñoz -Lulai Leo
El 7:
-Enma Maes -Natalia -Nadia Salamanca F.
El 8:
-María Orgaz (Marru) -Elizabeth López (Columpiándome en la luna) -¿?
¡Saludos!