Tusquets Editores, 1971
Cuadernos Marginales, libro 21 A inicio de los años setentas Tusquets editó –y con letras verdes, a modo de homenaje- la conferencia que Mario Vargas Llosa dictó en Washington State University el 11 de diciembre de 1968. Aquí podemos conocer todas las dificultades que el autor tuvo y la dura rutina que se impuso para escribir “La casa verde”, ingresando a los resquicios de su memoria para traer sus recuerdos de infancia en Piura, y también su viaje-aventura a la selva como parte de un grupo de investigación, confesándonos que aquella novela es producto de puro sudor y poca o nula inspiración. Transmite perfectamente su emoción al recordar a Esther Chuwick, a quien convertiría en su “Bonifacia”; a Jum, salvajemente torturado y “las razones” de este castigo tanto a él como al poblado de Urakusa; saber a través de comentarios y chismes que incrementaban la leyenda acerca del cruel Tushía, quien sería su “Fushía”; a su profesor de religión, el padre García, quien “castigaba” a sus alumnos haciéndoles traer estampillas las cuales coleccionaba con fervor; cómo entró de la mano de un amigo a la Mangachería pudiendo conocer un mundo aparte donde la palabra “malandro” pareciera tener mucho de elegante; y el caos de tener dos historias tan distintas hasta llegar a fusionarlas, no porque él así se lo haya propuesto, sino porque prácticamente sus personajes se lo exigieron.
Este ensayo no está exento de humor, pues al recordar su regreso a la selva –con la novela ya concluida- nos cuenta cómo tuvo que mentir al ejército peruano para poder hacerse de su ayuda y llegar a tan inhóspita región, al mismo ejército que él inmortalizara en su novela anterior, “La ciudad y los perros”; felizmente para él los del ejército destacados en esa zona no reconocieron al ex-alumno escritor al que pocos años antes le quemaran todos los ejemplares que pudieron. Esta conferencia no es solamente un apéndice de la obra sobre la que versa, cuenta con todos los ingredientes –humor, emoción, fastidio, estrés, desafío- para disfrutarla de un tirón. En sus 75 páginas viajamos con Vargas Llosa a Piura, a la selva peruana, a Europa y de nuevo a la selva; aunque he leído pocos ensayos, ninguno fue tan intenso como éste. El autor tiene el don de convertirla en una obra independiente, haciéndonos partícipes de sus recuerdos, enmarcados en su prosa, y que a su vez convierte en un goce mayor la lectura de “La casa verde”.