¿Cuántas veces nos llega el agua al cuello y nos damos por vencidos?. De su lectura me ha llamado mucho a la reflexión el cruce de caminos que nos da la vida para comenzar tantas veces y saber que el logro depende de nuestras propias fortalezas y vencer nuestros miedos. Cuando hay una luz de esperanza, nos debemos plantear que se puede. Saber siempre que nos va ir mal es ya intrínseco y saber que nos va ir siempre bien es de ilusos. Mantener una idea de negocios por tres generaciones es de aplaudir y ya entenderán el motivo.
J.M.
El Reportaje:
. –El jabón es fundamental para mí porque crecí con esto y está directamente relacionado con mi historia familiar, mi presente familiar. El olor de todos los jabones juntos es el de mi infancia, está en el coche de mi padre. Me acompaña siempre.
–Le viene de familia.
–De mi abuelo: en los 40 creó ITASA (Industria de Tocador y Afines Sociedad Anónima), luego Leyca (Laboratorio de Ensayos y Composiciones Aromáticas). También diseñó máquinas elaboradoras de jabón como la que tengo aquí. Esta es una máquina piloto: permitía hacer ensayos sin que la fábrica tuviera que parar. Todo empezó en Mallorca.
–A ver, a ver.
–Mi bisabuelo Sebastián Sabater emigró a Argentina desde Mallorca y ahí fundó una fábrica de colchones. Le fue muy bien. Tuvo un hijo, mi abuelo Sebastián, que siendo joven regresó a Mallorca y se interesó por la destilación de aceite y las plantaciones de esencias. Luego regresó a Argentina, donde intensificó sus estudios de química y perfumería. Pretendía hacer plantaciones de esencias, pero no sé por qué hizo jabón. El oficio pasó a mi padre y a mi tío.
–Y a usted y a sus dos hermanos.
–Espere. Mi tío enfermó y no pudo continuar. Mi padre estudió química perfumista en Francia. Regresó y creó la marca Vierge de jabones. También vendía sus propios perfumes, Sebastián Sabater. Yo llenaba los frasquitos o cosía las bolsas de pana con las que iban envueltos.
-Por el tono esto acaba en tragedia.
–Iba bien hasta que el mercado nacional se abrió al exterior y la fábrica entró en coma. Tocamos fondo.
–¿Cómo renacieron?
–Por casualidad, mi hermano Sebis se fue a vivir a la fábrica de mi abuelo y empezó a jugar con las máquinas. ¡La fábrica estaba abandonada! Sebis había estudiado maquinaria industrial y creó la máquina para hacer pétalos de jabón. Mi otro hermano, Martín, salió al interior del país vendiendo los jabones que quedaban de Vierge y los pétalos, claro.
–¿Funcionó?
–No. Hasta que pasó lo de Pinamar.
–¿Pinamar?
–Un viernes mi padre me llamó y me dijo que le había salido una feria artesanal en Pinamar, una ciudad cerca de Buenos Aires, pero no teníamos plata ni para la gasolina. Yo le dije: «Sácala de donde sea porque ya no tenemos nada más que perder».
–Y...
–¡Y llenamos el auto de pétalos y jabones! Nos instalaron en una vieja estación de autobuses. Fue un desastre. Por la noche, fuimos a emborracharnos con los últimos 20 pesos.
–Casi es un tango.
–Por la mañana mi padre se fue a caminar por un balneario y encontró un centrito comercial estilo tirolés. Vio a un conocido, le contó todo y el hombre le dio un espacio en ese centro. Era 2001 y entonces solo teníamos seis variedades de jabón.
–¿Y qué pasó?
–¡Había cola! Vino tanta gente que llamamos a Buenos Aires para que trajeran jabón. De ahí viene todo: la estética con cajas de cartón, las cartulinas y el querer abrir una tienda.
–Y ahora tienen dos en Buenos Aires y una aquí, en Chile y en Atenas.
–Bueno, Chile y Atenas son como franquicias muy familiares. Barcelona es porque yo vine.
–Pasito a pasito.
-Llegué a finales del 2002. Después de Navidad, mi padre me trajo esta máquina, ¡en maletas!
–¿En maletas?
–Es que mi padre es así. Hasta tiene la nacionalidad por recurso de feto.
–¿Qué es eso?
–Lo concibieron en Mallorca, cuando mi abuelo Sebastián conoció a mi abuela Catalina Quintana. ¿Se acuerda de que había ido a Mallorca a estudiar porque mi bisabuelo era un mallorquín emigrado? Bueno, mi padre, el tercer Sebastián, apeló a eso para conseguir su nacionalidad.
–¡Uf! Regresemos a la máquina.
–La montamos en el salón y recorrí todas las ferias de Catalunya. Luego trajimos la otra máquina, esta en barco, y ahora somos cinco personas trabajando en el negocio. Tenemos el local en Sant Adrià de Besòs.
–¿Y usted cómo consiguió el local de Sant Felip Neri?
–¡Por pesada! Hace cuatro años vi un cartelito de que se alquilaba este espacio y llamé mil veces al dueño, le dejé jabones en el buzón. Hice de todo hasta que se convenció de que yo era la persona adecuada. Antes era una imprenta.
Fuente: El Periódico de Catalunya día 22/08/10