29 de enero de 2015
Como es una mujer de altas metas ¡fue tan triste, tan alegre, descubrir que un perro huesudo, casi bidimensional, era lo mejor que le había pasado!Su chucho se durmió de modo definitivo ya viejo, con un suspiro, acurrucándose a sus pies. El can había roto durante años los dichos que recalcaban la desgracia de nacer perro ("A... flaco todo son pulgas", "tratarte como a un...", "un tiempo de...", "un humor de..."). Ella había observado que en otros idiomas el lenguaje era, cuando menos, igual de injusto: las fulanas bitches, el servilismo opuesto de god; le chien, que Buñuel hizo andaluz... Ser perro en lenguaje popular era una perrería. Y una gran mentira.
La verdad es que miró en sus ojos la primera vez y ya se enamoró de su nobleza. Cayó rendida ante un animal, para no variar, pero esta vez fue correspondida. Porque la querencia era de ida y vuelta, de toma y daca, de no tener que decir nunca lo siento, como la estúpida Love Story pero en real, y no solo por diferencias lingüísticas. Supo lo que era la bondad incondicional. Nunca recibió un ladrido más alto que otro. Lo echaría mucho de menos.
Su historia fue única, y sin embargo igual a la de miles de personas. Es la historia de un ser vivo que cuida de otro dejado a su suerte, abandonado; exactamente lo que su galgo hizo con ella.
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