Cuando mi hija llegó a mis brazos por vez primera, la emoción fue muy grande. Tanto, que por un momento no supe manejarla. Luego, vino el período de adaptación, de asimilación de mi nuevo papel en la vida, el de papá. Y hay algo que no puedo pasar por alto de dicho proceso: los celos. El sentirme de repente desplazado, el dejar de ser el centro de las caricias de mi mujer, el no poder ser atendido siempre que lo deseaba, el tener que abrir espacio en mi cama a una nueva personita, el sentirme “abandonado sexualmente”… el sentirme invadido, así como lo oyen… invadido.En ese momento no sabía lo importante de la fusión madre hijo, o algo en mi se negaba a aceptarlo. En ese momento no comprendía lo importante que era mi apoyo a mi mujer y a mi hija. En ese momento me sentí de nuevo como el niño abandonado que quizás una vez fui.Pero afortunadamente me di tiempo para conectarme, afortunadamente logré silenciar mi ego, afortunadamente logré acallar la voz del "macho herido". Afortunadamente me permití sanar, abrazándome a mí mismo mientras abrazaba a mi hija.Ser padre me permitió ser niño otra vez, verme al espejo sin máscaras y sentir que esa bebé a la que tenía en brazos reflejaba todo de mí.Ahora estoy convencido de que la lactancia es un trabajo de tres. Estoy convencido de que el rol del papá debe ser el de protector, el de sostén… el de apoyo total donde sea y contra quien sea. Ahora veo con claridad lo importante que es el nexo, lo importante que es la fusión… lo importante y grande que es el amor.Veo que no hay mejor inversión que la que se hace amamantando, colechando, queriendo, abrazando y aceptando sin condiciones. Veo que nada une más a una familia que el calor humano y el contacto. Veo que como es abajo es arriba y que es imposible cambiar el mundo, dejando que en nuestro hogar reine la desconexión…Por eso creo en la revolución del amor, creo que lo más importante es el contacto permanente y pocas cosas avivan tanto esa llama como la fusión de una mamá que amamanta a su bebé y un papá que los sostiene a ambos! Por Elvis Canino