Hoy quiero seguir publicando las historias de lactancia que mis fantásticas lectoras me siguen mandando. Si quieres que publique tu historia de lactancia en el blog sólo tienes que mandármela a maternidadcontinuum@gmail.com.
Hoy publico la historia de Alejandra Paola una mamá que ha tenido la generosidad de mandarme su historia de lactancia para que la pueda publicar en el blog y así ayudar a otras madres con problemas. Te dejo con ella:
Hola, mi nombre es Alejandra y quiero compartir mi historia de lactancia con la finalidad de animar a más mamis a que luchen por su lactancia.
Hace siete años, quedé embarazada de una preciosa niña. Me sentía realizada, pues siempre había soñado con embarazarme de una pequeña.
Mi familia siempre ha amamantado, así que para mí era algo completamente natural y deseaba con ansia hacerlo con mi hija Michelle. Durante todo el embarazo preparé su llegada: ropita, portador, sacaleches, protectores de lactancia. Todo estaba listo para un parto espectacular y una lactancia exitosa. Pero cuál sería mi sorpresa que a la semana 35 comencé a sentirme bastante mal. Hinchada de pies a cabeza, náuseas, dolor en la boca del estómago, ligero sangrado.
El ginecólogo me aseguró que todo estaba bien, que lo que necesitaba era descansar. Así transcurrió una semana más, entré de emergencia a la sala de partos con la presión a más de 140/200, plaquetas sumamente bajas, sangrado interno, hígado funcionando en un 20% y riñones prácticamente colapsados… fue la experiencia más terrible de mi vida.
Haber soñado con un parto feliz y una lactancia maravillosa, en un abrir y cerrar de ojos todo cambió. El diagnóstico fue Síndrome de Hellp, que significa: baja de plaquetas, enzimas hepáticas elevadas y filtración de proteínas por los riñones. En mi vida lo había escuchado, ataca a una de cada 1000 embarazadas…
Afortunadamente, Michelle, prematura de 36 semanas, respiró por sí misma y pesó 2.700 gr. Yo permanecí en UCI durante una semana y tomando antihipertensivos tres semanas más.
El doctor me dijo que mientras estuviera con esos medicamentos, era peligrosa la lactancia para mi hija. Fue desgarrador escuchar eso. Yo no concebía la idea de dar biberones, es más, ni siquiera tenía uno en casa, ya que yo había planeado todo para amamantarla.
Mi esposo tuvo que comprar unas cinco mamilas pequeñitas porque Michelle vomitaba con las tetinas grandes, era muy pequeña, así que le buscamos unas con las que pudiera alimentarse mejor. Mientras tanto, yo me la pasaba extrayéndome la leche mañana, tarde y noche con la ilusión de que no se me terminara.
Al cabo de dos semanas, ya sólo podía extraerme una onza al día…. la leche se estaba terminando. Desesperada, busqué ayuda. Gracias a la pediatra que elegimos, Tere, me dijo que el pecho necesitaba succión humana, que era la única manera de incrementar la producción. Le dije con tristeza los medicamentos que me prohibían pegar a mi hija al pecho. ¿Cuál creen que fue su respuesta? “Si tu esposo tiene deseos de ayudarte, puede ser él quien ejerza la succión, tantas veces como puedan, eso sí, no deberá tragar la leche debido a que los medicamentos pueden ser peligrosos también para él, pues no los necesita”.
Mi esposo me dijo que si eso me hacía feliz y era por el bienestar de nuestra hija que contara con él, sentí que una luz se encendía de nuevo. Él me ayudó durante dos semanas más, hasta que finalmente me retiraron los medicamentos y mi pediatra me dijo que esperara 24 horas más para que la leche y mi sangre se depuraran del medicamento por completo.
Pensé que sería tan fácil: sólo acercarla y ella haría el resto. Cuál sería mi sorpresa que al acercarla, lloró inconsolable. Estaba desesperada, pedía su mamila, pues era la manera en como la habíamos alimentado… Yo estaba desesperada, pues la producción de leche era mínima.
Mi madre, que me daba ánimos, no me dejó vencer. Recuerdo sus palabras: “Debes transmitirle calma, así le das tranquilidad y seguridad, ella lo hará, ya lo verás”.
Mi madre, que me daba ánimos, no me dejó vencer. Recuerdo sus palabras: “Debes transmitirle calma, así le das tranquilidad y seguridad, ella lo hará, ya lo verás”.
Al día siguiente, comenzó a mamar, durante toda la noche había estado intentando que se agarrara y por fin, al amanecer, lo había conseguido. Lo malo era que no había leche suficiente y se desesperaba, así que mamaba un rato y la pasaba al biberón. Pasó una semana y los pezones se me agrietaron, nada de lo que me untaba me ayudaba a mejorar. Mi pediatra Tere me recomendó aplicar leche materna al terminar las tomas y dejarla secar al aire. A los tres días las grietas habían desaparecido.
Sólo quedaba un reto por vencer: aumentar la producción de leche y dejar de dar sustitutos de fórmula. De nuevo Tere me dijo algo que jamás voy a olvidar: “Si quieres que tu producción aumente y la alimentes sin fórmula, sólo dale pecho, el cuerpo es sabio, va a producir la leche que tu hija necesita, y su naturaleza no la va a dejar morir, hazla entender que mandas tú, si estás convencida de querer darle lo mejor, hazlo, ella no morirá de hambre, come porque come, no le des opción.” Sus palabras fueron duras pero bastante claras, firmes como en ocasiones es necesario que nos hablen para vencer miedos o inseguridades.
Amamantar a Michelle era lo que yo deseaba, así que no me importó nada más. Pasaba horas ofreciéndole el pecho, ella pedía primero cada hora, después cada dos horas. Al cabo de una semana, ya estaba amamantándola exclusivamente con leche materna día y noche.
Fue difícil pero todo un orgullo al ver que lo habíamos logrado. Mi sueño estaba ahí frente a mis ojos, gracias a mi esposo, a mi madre y a Tere, mi pediatra, que no me dejaron rendirme jamás y estuvieron ahí para ayudarme a vencer todos los obstáculos que se me presentaron.
Amamanté a Michelle un año exclusivo, feliz, sana. A pesar de haberle detectado intolerancia a las proteínas de leche, jamás presentó problemas con mi leche, una razón más para las mamis que se enfrentan a diagnósticos como este: la lactosa y las proteínas… ninguna de ellas es causa de destete, se los asegura una mami que logró amamantar contra todo: prematurez, un mes de biberones, escaces de leche e intolerancia a las proteínas de leche.
Si nos rodeamos de personas que nos aman, respetan y apoyan, no habrá más barreras que impidan una lactancia feliz.
¡Muchas gracias Alejandra por esta historia tan increíble de superación y constancia! Estoy segura de que hoy muchas madres confían más en sí mismas y están dispuestas a buscar ayuda para salvar sus lactancias.
Si quieres leer los relatos de más de 50 madres lactantes entra aquí y lee el libro de mi amiga Mónica Salazar y si quieres contribuir con tu propia historia, escribe a maternidadcontinuum@gmail.com
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