Ayer, sentado en un banco de la calle, leí (convendría decir releí) algunas de las historias y no sé si será efecto del papel, pero todas ellas adquirieron una fisonomía especial, como si su volumen acreciera, como si su peso específico fuese más alto. No es que antes fueran más flojas, pero quizá sí más etéreas.
El sábado por la mañana, y con una seguridad aplastante, Matilde Asensi afirmó en Segovia, durante el Hay Festival que el libro de papel convivirá con el digital. Éste ha llegado para quedarse, como llegó la televisión, como antes había llegado el cine, como antes la radio. Y no por ello el teatro ha desaparecido. Cada avance no tiene por qué fagocitar otras cosas, simplemente estarán y cada una ocupará el puesto que le corresponda. Sólo el tiempo dirá.
Lo que ahora sí digo es que en estos tiempos, todavía tocar papel tiene algo especial, algo que ningún dispositivo electrónico puede sustituir, al menos de momento.
No os quiero dar envidia, pero ya están los ejemplares distribuidos: en mi estantería, en la de la biblioteca, y en poder de alguna amiga...
De nuevo la tenacidad de Francisco Concepción Álvarez (alma máter de estas iniciativas, y único miembro del comité editorial que no tiene enlace, porque él es así de suyo) vuelve a dar sus pequeños frutos. De nuevo con nosotros, en nuestras estanterías otra criatura de "La Esfera Cultural", la cuarta.
Por cierto, el prólogo de Ángeles Jiménez es una auténtica delicia que nadie debería perderse. Por mucho que ella piense lo contrario, algunos sí leemos prólogos.