Villaclavel no es, desde luego, una población convencional. Ni mucho menos. En ella, burbujeando y relacionándose entre sí, podemos encontrar a personas tan peculiares como el profesor Bombazzi (que esconde un oscuro pasado, del que hasta mediados de la novela no tenemos cumplida información), el silencioso indio Dospasos (quien es capaz de provocar abundantes lluvias con sus bailes y cánticos ancestrales), el señor Castor (melindroso alcalde que carece de arrojo para enfrentarse a los problemas), el tenebroso Germán Testaferro (que maneja los hilos de una organización criminal cuyos tentáculos surgirán, omnipresentes, en casi todas las páginas del relato), Julia (una niña avispada y que carece de uno de sus brazos)… y algunas otras figuras que, humanas y no humanas, salpican y llenan de emoción el texto.Me estoy refiriendo al reciente volumen Historias de una ciudad inundada, que Ismael Orcero ha visto publicado en Tres Fronteras Ediciones y que contiene unas espléndidas ilustraciones de Diana Escribano, que captura de forma inigualable el espíritu de este relato juvenil, sorprendente y lleno de peripecias: incendios, laberintos, persecuciones por los tejados, sorpresas argumentales, pesadillas proféticas, piratas… Queda garantizado el entretenimiento, siempre que el lector se despoje de todos sus prejuicios adultos y se abandone al puro disfrute. Es decir, que no se cuestione cómo es posible que estén sucediendo realmente las cosas que aquí se narran y que, simplemente, las acepte como jalones del devenir narrativo. Que se adentre en este cómic trepidante y lleno de aventuras sin más voluntad que la de gozar de sus toboganes, sus tirabuzones y sus trucos de prestidigitación.Si así lo hace, estoy convencido de que agradecerá la sugerencia de ampliación que el autor nos desliza en la página última. La esperaremos ansiosos.
Villaclavel no es, desde luego, una población convencional. Ni mucho menos. En ella, burbujeando y relacionándose entre sí, podemos encontrar a personas tan peculiares como el profesor Bombazzi (que esconde un oscuro pasado, del que hasta mediados de la novela no tenemos cumplida información), el silencioso indio Dospasos (quien es capaz de provocar abundantes lluvias con sus bailes y cánticos ancestrales), el señor Castor (melindroso alcalde que carece de arrojo para enfrentarse a los problemas), el tenebroso Germán Testaferro (que maneja los hilos de una organización criminal cuyos tentáculos surgirán, omnipresentes, en casi todas las páginas del relato), Julia (una niña avispada y que carece de uno de sus brazos)… y algunas otras figuras que, humanas y no humanas, salpican y llenan de emoción el texto.Me estoy refiriendo al reciente volumen Historias de una ciudad inundada, que Ismael Orcero ha visto publicado en Tres Fronteras Ediciones y que contiene unas espléndidas ilustraciones de Diana Escribano, que captura de forma inigualable el espíritu de este relato juvenil, sorprendente y lleno de peripecias: incendios, laberintos, persecuciones por los tejados, sorpresas argumentales, pesadillas proféticas, piratas… Queda garantizado el entretenimiento, siempre que el lector se despoje de todos sus prejuicios adultos y se abandone al puro disfrute. Es decir, que no se cuestione cómo es posible que estén sucediendo realmente las cosas que aquí se narran y que, simplemente, las acepte como jalones del devenir narrativo. Que se adentre en este cómic trepidante y lleno de aventuras sin más voluntad que la de gozar de sus toboganes, sus tirabuzones y sus trucos de prestidigitación.Si así lo hace, estoy convencido de que agradecerá la sugerencia de ampliación que el autor nos desliza en la página última. La esperaremos ansiosos.