Historias del Chelsea Hotel

Publicado el 26 agosto 2011 por Masquecine

El mítico Chelsea Hotel de Manhattan cerró sus puertas a los turistas y no aceptará reservas por un tiempo aún no determinado. Se trata de uno de los hoteles más legendarios de la Gran Manzana, residencia habitual y hogar temporal de diversos artistas y músicos. Sus paredes han sido testigo de leyendas, anécdotas y amoríos sorprendentes.

Hay muchos hoteles míticos, ninguno tiene tantas leyendas como el Chelsea Hotel neoyorquino de 222 W 23rd Street. En ese viejo edificio de ladrillo rojo murió de alcoholismo el poeta Dylan Thomas, también fue el escenario de la turbia muerte de la pareja sentimental de Syd Vicius. Allí Bob Dylan compuso algunas de sus mejores canciones. En ese hotel se hospedaron músicos y artistas de lo más variado. Jimi Hendrix, los miembros de Grateful DeadArthur Miller oThomas Wolf. También fue el escenario de la noche de amor de Janis Joplin Leonard Cohen, ambos huéspedes del Chelsea Hotel.

Cuenta la leyenda que una noche, ya tarde, Janis Joplin regresaba a su cuarto cuando se cruzó en el ascensor con el cantante canadiense. Janis le preguntó si sabía dónde se hospedaba el guapo Kris Kristofferson, que había “regalado” a Joplin “Me and Bobby McGee”. Cohen, en un rápido reflejo de poeta seductor contestó algo así, “Señorita, está usted de suerte: yo soy Kris Kristofferson”. La broma hizo gracia y el truco funcionó. Ambos pasaron la noche juntos, sólo fue una noche, pero dio lugar a una de las mejores canciones del canadiense. Otra leyenda sostiene que Cohen iba buscando a Brigitte Bardott.

Patti Smith también pasó buena parte de su juventud en El Chelsea Hotel. Y de hecho dedica una importante parte en su libro autobiográfico “Eramos unos niños” a este emblemático refugio. Un lugar en el que crece como persona y como artista, acompañada de su inseparable Robert Mapplethorpe. Un lugar que llamaba a la creatividad y a la búsqueda de la propia identidad. Unos jóvenes que deseaban encontrarse entre las 100 habitaciones del edificio, cada una un pequeño universo. Un sitio elegante, con historia propia, que despertaba los sentidos más adormilados.

Entre el hotel y El Quijote (el bar-restaurante cercano al hotel) se dejaba ver la bohemia de la época. Desde Allen Ginsberg, hasta Keith Richards, pasando por Dalí. Ahí Patti mostró su nuevo corte de pelo inspirado en el mismo Richards, tras cambiar de look motivada por un comentario sobre el aire folk que destilaba su melena. Ahí se sintió tan única y a la vez tan hermanada con “toda esa gente”.

En la mesa a mi derecha, Janis Joplin con su banda. Más allá estaban Grace Slick y Jefferson Airplane junto con miembros de Country Joe and The Fish. En la última mesa, de cara a la puerta, estaba Jimi Hendrix, con la cabeza agachada, comiendo con el sombrero puesto, frente a una rubia. Había músicos por todas partes, sentados ante mesas con langostinos en salsa verde, paellas, sangrías y botellas de tequila. Me quedé ahí parada, alucinada, pero no me sentía una intrusa. El Chelsea era mi hogar y El Quixote, mi bar. No había guardias de seguridad, no había sensación de privilegio. Estaban ahí porque tocarían en Woodstock. Grace Slick se puso de pie y pasó a mi lado. Llevaba un vestido largo, que le llegaba al suelo, y tenía ojos violeta oscuro como Liz Taylor.

“Hola”, le dije, notando que yo era más alta.

“Hola”, contestó ella.”

Larga vida al Chelsea Hotel.

ALFONSO CARDENAL / VANESSA PASCUAL