Historias del Taxidermista

Publicado el 23 enero 2014 por Srabsenta @srabsenta

Lluís Soler Pujol en el parque de la Ciutadella
con una cabra disecada

El pasado 28 de noviembre, Núria Viladevall y Eduard Palaus (bisnietos del taxidermista de la Plaza Real) dieron una conferencia acerca del negocio familiar. Desgraciadamente, no pude asistir y me supo mal perdérmela ya que estaba segura que allí se iba a hablar de muchas cosas que me interesan. Por eso me puse en contacto con los responsables de la Fundació Setba (encargados de la organización del acto y de la exposición sobre el taxidermista), les propuse una entrevista con ellos y, al cabo de unos días, concertamos la cita.
El día convenido, Núria apareció acompañada de su marido (Joan), su tío Ignasi (hijo de Anna Soler y Josep Palaus, que regentaron la tienda tras morir el fundador del negocio) y el hijo de Ignasi, Eduard. Todos ellos estuvieron muy vinculados al negocio. Especialmente, Ignasi y Eduard que trabajaron en el taller ejerciendo el oficio de la taxidermia.
Tras las presentaciones de rigor, me llevaron a un lugar del que no puedo revelar su ubicación aunque sí pude tomar unas cuantas fotos para ilustrar este post. Por lo que pido a los lectores que, en caso de saber donde se encuentra, sean discretos y lo mantengan en secreto. Al llegar, encontré una jaula de grandes dimensiones en cuyo interior se conservan algunos de los animales disecados por la familia Palaus. Un tesoro escondido en plena ciudad. Luego, nos dirigimos al restaurante ubicado en la Plaza Real, 8, última residencia del Taxidermista que, como último vestigio de lo que fue, conserva el rótulo exterior: “Museo pedagógico de ciencias naturales”.



En el tiempo que duró la entrevista me contaron infinidad de anécdotas interesantes.  Entre ellas, que en casa solían cocinar los animales que les traían para disecar.Cada lunes llegaban cazadores a la tienda cargados con sus trofeos del fin de semana: zorros, perdices, conejos… En fin, unos clientes perfectos para la familia Palaus

Roser.- ¿Me podéis contar cómo empezó la historia del Taxidermista?
Núria.-Todo empezó con mi bisabuelo, Lluís Soler. Él abrió el negocio en un local de la calle Rauric, 16-18. Luego se trasladó a la Plaza Real, 10, aprovechando un verano en que mi bisabuela Carmen estaba con sus hijos en la casa de La Roca. Se mudó allí por ser un lugar más espacioso aunque tampoco fue el definitivo. Esa nueva tienda era mucho más grande. Tenía 10 escaparates y allí los gorilas de la calle Raurich cabían a la perfección. De hecho, uno de los motivos por los que tuvo que cambiarse de local era porque en el antiguo los gorilas no cabían bien. La gente se agolpaba de tal modo frente al escaparate que llegaba a impedir el paso por la calle Ferran y mi bisabuelo recibió varias quejas al respecto.



Roser.- ¿Y luego que pasó?
Núria.- Lluís Soler murió joven, a los 50 años y dejaba a su mujer viuda con su hija Anna, que era la mayor. Luego, Anna se casó con Josep Palaus y tuvieron varios hijos. Uno es mi tío Ignasi, que está aquí con nosotros.
Roser.- Ahora que me habláis de Josep Palaus, elfue el responsable que hacer célebre la tienda…
Núria.-Era de Granollers y trabajaba de jardinero. Conoció a mi abuela tras ser contratado para  arreglar el jardín de la casa que Lluís Soler había comprado en La Roca.Se enamoraron y eso no gustó mucho a mi bisabuela. Ella pertenecía a una familia de la burguesía catalana, los Boix i Raspall, y no veía con buenos ojos que su hija tuviera un novio de provincias, por muy guapo que fuera el muchacho. ¡Qué lo era!
Roser.- Pero al final se casaron…
Núria.-Pero cuando Lluís Soler ya estaba muerto. Josep Palaus no llegó a conocer a su suegro. Él apareció cuando mi bisabuela Carmen y su hija Anna se encargaban del negocio, poco después de la muerte de Lluís. Mi abuelo Josep fue el gran impulsador del negocio. Tenía una visión mucho más comercial mientras que Lluís Soler ejercía más de científico naturalista.

Josep Palaus con un trabajador, en la tienda de la Pl Real, 8


Felicitación de Navidad del Taxidermista, 1964


Roser.- Hay muchas cosas por las que siento curiosidad y una de ellas es la procedencia de los animales que disecabais. Porque había de todo…
Eduard.- Muchos los traían cazadores. Recuerdo que los lunes y los martes eran los días de más trabajo. Venían con sacos llenos con la caza del fin de semana. Otras veces nos traían animales atropellados en accidentes de tráfico. Incluso, en ocasiones, aún estaban vivos. Luego estaban los animales del zoo que, tras morir, nos los mandaban para disecar. Mi abuelo y el director del zoo de Barcelona eran íntimos amigos, por lo que todo animal que moría allí pasaba por nuestro local.
Roser.- En la exposición de la Fundació Setba hay una noticia sobre la muerte de una elefanta del zoo llamada Perla. Tengo entendido que había sido un regalo del zoo de Berlín al de Barcelona en los años 40.
Núria.-Perla murió en la época del abuelo Josep.
Ignasi.- En ese tiempo murieron tres elefantes del zoo pero sólo disecamos a uno aunque los descarnamos a los tres. Fue un trabajo durísimo. Para sacarle la piel tuvimos que hacerlo entre seis personas. Al final, cuando acabamos el trabajo, lo tuvimos expuesto en este último local.
Núria.- Aquí cabía bien porque el local era el doble de grande de lo que ahora es el restaurante. Luego, cuando Bohigas y Mª Aurelia Capmany se instalaron en la finca perdimos tres escaparates por unas obras de reformas que se tuvieron que hacer.


Roser.-Sé que no os gustaba disecar animales domésticos y que incluso elevabais el precio por el trabajo a realizar, como medida de persuasión.
Eduard.- Así es. Además siempre me tocaban a mí, supongo que por ser el más joven. Muchas veces me traían tortugas que llevaban tiempo muertas sin que el dueño se hubiera percatado. Yo de eso no me enteraba hasta que abría al animal. El olor nauseabundo que despedía era indicativo que tiempo que llevaba muerto. Por tanto, cuando venían con una tortuga jamás sabías si estaba fresca o bien llevaba ya unos meses seca.
Ignasi.- Y cuando eran frescas tampoco era muy agradable porque al abrirlas la carne se movía… ¡Parecían vivas!
Eduard.- La gente nos traía de todo. Cosas que ahora serían impensables, como buitres, águilas o búhos. Incluso a veces hasta nos los traían vivos para que los matáramos e hiciéramos una buena figura disecada. Eso nos parecía terrible. Nosotros no somos asesinos. Nuestro trabajo era siempre con animales ya fallecidos. Entonces, cuando venía gente de ese tipo nos quedábamos el animal y lo liberábamos sin que el cliente se enterara. Luego, le hacíamos entrega de otro igual pero que hubiera llegado muerto a la tienda y que guardábamos en las neveras.
Roser.-Perdonadme la comparación pero es que me parece tan salvaje como si uno se llevara a la funeraria el ligue de la noche anterior para que se lo mataran, embalsamaran y poderlo conservar en el salón. 
Eduard.- Sería algo así.
Núria.- Cuando yo era pequeña, los lunes al salir del colegio veníamos a recoger a mi madre, que trabajaba aquí y la esperábamos hasta las ocho, que era la hora de cerrar. Pues desde que llegábamos hasta que nos íbamos a casa no dejábamos de oír los llantos de la gente que venía con el periquito muerto para disecar.
Roser.- Y ese gorila enorme, de la época de Lluís Soler, que llevaba una negra bajo el brazo… ¿Era real?
Núria.- No, estaba hecha de cera pero al final la tuvieron que retirar por las quejas que recibieron. No era como el negro de Darder.

Roser.- Por cierto… Supongo que sabéis como acabó la historia del negro de Banyoles tras su entierro fastuoso en África…
Núria.- Sí… Desgraciadamente ahora es un vertedero.
Roser.- Exacto. Está en un parque público, medio abandonado, donde los chavales del barrio juegan al futbol y usan la tumba como banderín de córner.
Núria.- Una pena. Casi tenía más honor expuesto en el museo que enterrado entre basura, que es como está ahora.
Roser.- Volviendo al gorila… Había más de uno en la tienda. ¿Eran familia?
Núria.- Eran tres. El macho, la hembra y una cría pero no estoy segura que fueran familia. Por lo que sé los trajo Lluís Soler. Se los vendió un belga y el bisabuelo los instaló en el local de la calle Raurich. Dicen que la gente alucinaba viéndolos expuestos.

Roser.- También he oído decir que en los años 30 incluso hubo una ballena que desapareció durante la Guerra Civil.
Núria.- No lo recuerdo pero en esa época  mi abuelo estaba en la cárcel y los empleados fueron los que encargaban de la tienda. Por eso hay cosas que la gente recuerda y nosotros no. Incluso nos han dicho que había una sirena y nosotros no teníamos ni idea.
Eduard.- Un día conocí a un señor que, al saber que yo era el hijo del taxidermista, me contó que había escrito un libro en el que se habla de nuestra tienda y que, en uno de los capítulos, aparece la sirena. Me dijo que la recordaba perfectamente porque su madre le llevaba a verla cada día.
Roser.- Eso que dice Eduard me hace pensar en que se ha escrito mucho sobre el taxidermista.
Ignasi.- Permanyer nos dedicó un artículo precioso en La Vanguardia cuando decidimos acabar con el negocio.
Roser.- Sí, lo he leído.

Núria.-Con ese artículo mi madre y yo hemos llorado mucho. En el  Ara hay una periodista, especialista en historia natural, que es un encanto de mujer y nos hizo un reportaje magnífico. Cuando acabó nos dijo que se hubiera estado tres horas más hablando con nosotros.
Roser.- En eso estoy de acuerdo con ella. Yo también me pasaría horas escuchando historias sobre el taxidermista. Pero aparte de periodistas que han escrito sobre vosotros también pienso en tantos fotógrafos famosos que han pasado por aquí.
Ignasi.- Con los años hemos tenido relación con muchos de ellos. Con Xavier Miserachs teníamos mucha amistad.
Roser.- Hay una foto muy famosa de Català-Roca con Miró observando el escaparate que, por cierto, era vecino del barrio. Esa foto la tenéis expuesta en la Fundació Setba.

Ignasi.- También hay fotos de Colita, Oriol Maspons, Joan Fontcuberta, Toni Catany
Núria.- Por cierto que de Fontcuberta no hemos recuperado ninguna foto.
Roser.- ¿Y esa historia de que Mario Cabré vino con una cabeza de toro para regalar a Ava Gardner?
Núria.-No fue la cabeza sino la oreja.
Roser.- Pues en todas partes aparece como que era la cabeza.
Ignasi.- A veces sí que venían toreros para hacernos disecar cabezas de toro pero en el caso de Mario Cabré fue la oreja. También se dice que estuvo en la tienda con Ava Gardner pero yo no recuerdo haberla visto.
Roser.- Pero podría ser cierto porque a ella le gustaba mucho salir de marcha por este barrio. Xavier Theros, en su libro La sisena flota a Barcelona, cuenta un montón de historias de la Gardner con los marineros americanos que llegaban a la ciudad.

La Vanguardia, 03/07/1988

Ignasi.- Aquí también filmaron películas. Una fue con Marta Torrent. ¡Una actriz guapísima! Años después, a principios de los 90, Francesc Bellmunt filmó Rateta, rateta en el sótano. En cambio, la de Marta Torrent fue por toda la tienda.
Núria.- También construimos un caballo para una obra de teatro de Silvia Munt. La particularidad era que tenía que ser como un sofá porque, en la obra, el caballo era un sofá.
Ignasi.- Incluso hay fotos de Silvia Munt en la tienda, con el caballo sofá.
Núria.-Yo me acuerdo de un reportaje de TV3, titulado Botigues i botiguers donde se habla del Taxidermista. Aquí salen los cuatro hermanos: Ignasi, mi madre, Frederic y Xavier, aunque  Xavier se dedicó poco a la tienda. Básicamente era fotógrafo de zoología.
Eduard.-También venía por aquí Sergio Caballero. Es uno de los tres organizadores del Sónar. Entraba y se quedaba un montón de tiempo observándolo todo con mucha curiosidad. Se nota que le gusta la taxidermia. Porque, si te fijas, en muchos de los carteles del Sónar aparecen animales disecados

Sónar 1999

Roser.- Ahora que lo dices me acuerdo de uno en que había un perro con ruedas en las patas. Y una cosa de la que aún no hemos hablado es de los clientes famosos que se pasaban por aquí. Dicen que Dalí era un fijo del local que, a parte de la cría de rinoceronte, os encargó 100.000 hormigas…
Ignasi.- Eso técnicamente es imposible de hacer y no recuerdo bien como fue la cosa. De lo que sí me acuerdo es de todo el espectáculo con el rinoceronte, que lo sacamos de la tienda y se fotografió subido al animal.
Roser.-Esa foto es de Postius.

La Vanguardia, 24/01/1989

Ignasi.- También hay otra foto de Dalí con unos cuernos de búfalo.
Roser.-Antes la he visto en el interior del restaurante.
Ignasi.-Él solía pasar por la tienda un par de veces al año y lo recuerdo como una persona normal y corriente. Lo que ocurre es que, cuando tenía público a su alrededor,cambiaba totalmente y se transformaba en el personaje que se había creado.
Núria.- Bueno... Era muy mal pagador... Hasta se quedó un esqueleto de gorila que no pagó jamás.
Roser.-Al final, tras más de cien años al frente del negocio acabasteis cerrando en 1992, el año de los Juegos Olímpicos. ¿Por qué decidisteis acabar con el taxidermista?
Ignasi.- Pues porque la taxidermia ya había muerto en Barcelona. Además, en esa época, la Plaza Real estaba muy degradada y la gente no quería ni acercarse.
Núria.- ¿Recuerdas la foto de Pepe Encinas en la que hay una punky mirando el aparador?
Roser.- Sí, es magnífica y muy descriptiva de lo que era la Plaza Real en ese momento.

Fotografía: Pepe Encinas

Núria.- Imagínate como estaba todo esto que salir para ir a la tienda de al lado a cambiar un billete de 1.000 era todo un peligro. Lo normal es que nos lo robaran por el camino.
Ignasi.- Yo vi morir una persona y otros tantos dramas en la Plaza Real, con gente pinchándose sin ningún reparo.
Núria.- Una vez, por la Mercè, instalamos un  aparador precioso con piezas de una exposición que hubo en Ginebra. Cuando llegamos por la mañana, para abrir la tienda,nos encontramos con el cristal destrozado y con todas las piezas esparcidas por el interior de la caseta de las obras de Oriol Bohigas. Fue entonces cuando vi a un hombre que estaba vendiendo, a un turista, un cristal de cuarzo que procedía de nuestra tienda. Me acerqué a él y le dije… “¿De dónde ha sacado esto?”. Él se asustó, echó a correr y yo fui tras él por todo Escudillers. Luego, mi marido me pegó la gran bronca por haber cometido tal osadía. Pero la rabia que sentía en ese momento me impidió actuar de otra manera.
Ignasi.- Esa noche todo lo que nos robaron fue a parar a la caseta de las obras de Bohigas, que estaba aquí, en medio de la plaza, frente a nuestra tienda. Suerte que nos dimos cuenta y pudimos recuperar algunas cosas.
Roser.-Tras cerrar este local sé que abristeis una tienda más pequeña en el barrio de Sant Andreu. Incluso hace unos años Ignacio Vidal-Folch escribió un artículo sobre ella en “El País”Núria.-Eso fue porque, cuando dejamos esta tienda, mi madre no se podía imaginar estar sin ella. En esa época, mi padre disponía de un local en la Plaza de las Palmeras donde tenía su laboratorio de química. Luego se llevó la fabricación de ojos de cristal, lo que quedaba de la colección de mariposas y algunos clientes.
Roser.- ¿Y qué hicisteis con la colección?
Núria.- La de mariposas fue deshecha por completo.
Roser.- ¿Y los animales? ¿Los vendisteis?
Núria.-Sí, todos. El oso del Pirineo está en Dijon, la gorila hembra y la cría están en Japón y el macho me lo han ofrecido.
Roser.- ¿Te lo quieren vender?
Núria.- ¡Sí! Ha dado la vuelta por toda España y ahora lo venden. Está en Valencia o Alicante.
Roser.- ¿Y el rinoceronte de Dalí?
Núria.-Está en el museo de Onda con otros animales de nuestra tienda, aunque ahora está provisionalmente en la Fundació Setba para la exposición.
Ignasi.- Todos los animales que morían en el zoo de Barcelona los disecábamos aquí y luego se los quedaba el Museo de Onda. Era un acuerdo que teníamos.

Roser.-Tras pasar todo este tiempo con vosotros veo que sois unos apasionados de la naturaleza y de vuestro oficio.
Núria.-Actualmente la taxidermia está mal vista. Especialmente en Barcelona. En cambio, hay lugares donde aún quedan taxidermistas, como en Lleida. Yo reivindico este oficio porque surgió como un motivo científico. Hace unos días hable con Deyrolle,el taxidermista que aún sigue en París, y me contaba la satisfacción que le producía conseguir que una persona ciega pudiera tocar un tigre. ¿De qué otra forma puede ver un ciego un animal si no es tocándolo?
Eduard.- Piensa que ahora tenemos medios para conocer todo tipo de animales pero a principios del siglo XX era impensable ver un canguro en la ciudad. Imagínate lo que debería alucinar la gente viendo cosas como estas.
Núria.-Supongo que en esa época el escaparate de nuestra tienda debería ser el National Geographic de la época.
Roser.- Y ya para terminar, hay una cosa que aún no me habéis contado y es cómo se inició vuestra relación con la Fundació Setba y cómo surgió la idea de realizar esta exposición.
Núria.- La idea surgió de la gente de la Fundació Setba con el proyecto “La memoria de la Plaza” que pretendía recuperar la memoria del lugar con la ayuda de vecinos y establecimientos emblemáticos. Cristina Sampere, la directora de Proyectos Culturales, se puso en contacto con nosotros y nos propuso la exposición, cosa que nos hizo mucha ilusión. Además, incluso han hecho un documental que se proyectará el 30 de enero en los cines Maldá y en el que espero que nos volvamos a ver.
Roser.- Descuida, así será. No me lo perderé.
_________* Material gráfico utilizado en el post procedente de la familia Palaus