Vimos ayer cómo Eddy Merckx siempre se sintió incómodo en Flandes, fuera de su terreno y, sobre todo, rodeado de una caterva de flandriens fortísimos dispuestos a hacerle morder el polvo mientras son jaleados por un público totalmente hostil al caníbal. Quizás por eso transcurren cinco temporadas entre sus dos victorias, aunque con pódiums de por medio. Quizás por eso Merckx sólo puede ganar esta carrera dos veces, un éxito para cualquier otro ciclista, apenas una anécdota en su monstruoso palmarés.
Eso sí, su segunda victoria vuelve a dejar el estilo y la marca Merckx sobre la carretera. Inmerso en esa mágica primavera de 1974 que ya hemos reseñado Merckx se presenta en la salida de De Ronde más confiado que nunca. El mismo día de la carrera va a visitar a su abuela y le dice que no sabe quién será el ganador esa tarde, pero sí que sabe que habrá grandes diferencias. Porque él iba a provocarlo, claro.
Y lo hace, como tantas otras veces. Belga corajudo y cumplidor de sus promesas. Merckx ataca a más de cien kilómetros de la meta y a su rueda solamente puede saltar Frans Verbeeck, otro flamenco tenaz y poderoso, con un palmarés en Ronde Van Vlaanderen muy apreciable. Pero eso a Merckx no le importa y continua su cabalgada, siempre con su compañero a rueda, su maillot de campeón del mundo rompiendo el frío clima del norte.
Una imagen clásica
Easy AdSense by UnrealDespués de la carrera Verbeeck declara que no recordaba haber podido dar ni un solo relevo a Merckx en toda la carrera, y que únicamente había podido ver su dorsal y su tubular trasero. Aun así Merckx pega un último arreón a apenas cinco kilómetros de meta y Verbeeck no puede responder. Llegará a la meta 30 segundos después que el monstruo belga. Tercero será Demeyer, otro flamenco, claro, a más de cinco minutos. Era la segunda victoria de Merckx en De Ronde y en ambas había dejado clara su firma, había demostrado que era el más fuerte, que podía con todos. Y aun le quedaba un último acto de grandeza en el Tour de Flandes, esa carrera que nunca llegó a dominar del todo.
La carrera se decide en el lugar de siempre
Estamos en la primavera de 1977 y Merckx, dolorosamente, ya no es Merckx. Aun después de su fabulosa tournee de clásicas del norte en 1975 tuvo los arrestos suficientes para casa ganar el Tour de Francia, el legendario Tour de 1975, atacando en tres de las primeras cuatro etapas y aguantando después de Thevenet en montaña, antes de lanzar su órdago definitivo en la etapa de Para Loup, seguramente uno de los cinco momentos más importantes de la historia del ciclismo. Pero aquel, que parecía iba a ser su Austerlitz, bajo el sol crepuscular de los Alpes, acaba siendo su Gólgota. Y Merckx ya no es el mismo después de eso, ganará otra San Remo, pero no volverá a dominar como dominaba antes. Incluso abandonará Molteni para irse, al fin, a las órdenes de Gemianini en el Fiat francés. Lo que ocurra allí te lo contaremos mañana.