Tanto durante las primeras lecturas de esta obra como correctora como con la última lectura, esta vez ya como lectora, esta jovencísima escritora me ha sorprendido muy gratamente. En tan solo 210 páginas ha sido capaz de trasladar al lector hasta un internado en el que viven y estudian siete jóvenes: May, Shaunee, Rex, Pat, Dennis y los gemelos Andy y Drew. Estos siete jóvenes tienen una única afición: abandonar el internado a escondidas cada noche de luna llena para contar historias de terror alrededor de una hoguera en un claro del bosque. El libro está formado por ocho historias: La danza de la serpiente, Lisías, El hijo del diablo, Skela, Viaje sin retorno, La Muerte y la Princesa, Regresar al cielo y Ángeles de piedra. Ocho historias en las que los siete protagonistas dan rienda suelta a su imaginación pero, sobre todo, ocho historias en las que la autora demuestra no solo su desbordante y fascinante imaginación sino, especialmente, su gran dominio de la narrativa, con un ritmo trepidante que seduce, atrapa y engancha al lector desde el principio y hasta el final. Algo que, al menos para mí, tiene un gran mérito. Inventar, crear, dar forma a ocho historias variadas, cortas pero muy intensas, que nos hablan de muerte, de terror, pero también de amistad, de amor, de leyendas, de mitología, de adolescentes, de sueños, de fábulas, de familias, de pesadillas unas veces imaginadas y otras, por desgracia, reales, muy reales. Pero el mérito de Ana no acaba ahí. No solo ha sido capaz de narrar estas ocho historias sino que, además, las ha encajado a la perfección en un puzzle en el que los siete jóvenes del internado no son meros narradores sino que, muy a su pesar, se convierten en los protagonistas de su propia historia de terror. Poco a poco, irán descubriendo que en el internado no viven únicamente alumnos, profesores y diverso personal del centro. También viven unos fantasmas a los que solo ellos pueden ver. No pueden tocarlos, pero los fantasmas sí pueden tocarles a ellos y, como muy pronto descubrirán, son capaces de hacerles daño, mucho daño. Unidos, como un auténtico equipo, trabajando juntos, cada uno con sus planes y sus ideas, sabiendo que la amistad y la unión es su máxima fuerza, los siete jóvenes harán frente a los innumerables peligros que les acechan entre los muros del internado. Y poco a poco aprenderán que el terror, el miedo, el pánico, el dolor, la muerte, la injusticia, la tristeza, la incomprensión, la desesperanza o la desolación no se encuentran únicamente en los cuentos y en las historias de terror. Aprenderán que también forman parte de la vida, de la realidad, del día a día de cualquier persona. Aprenderán que el pasado y el presente no están tan alejados y, sobre todo, aprenderán que las historias, las buenas historias, nunca están en un lado o en otro, porque las historias siempre están entre la vida y la muerte. Unas historias sobre adolescentes, escritas por una adolescente, historias de jóvenes que, en contra de lo que pueda parecer a simple vista, no creo que sean únicamente para jóvenes. Al menos yo, a mis 28 años, he disfrutado muchísimo de estas historias de terror que me han hecho pasar miedo y que, además, me han entretenido, me han divertido, me han hecho pasar muy buenos ratos y me han atrapado, me han enganchado desde la primera hasta la última página. Y eso no lo consigue todo el mundo.
Historias entre la vida y la muerte, de Ana Sánchez Molina
Publicado el 06 julio 2012 por Goizeder Lamariano MartínTanto durante las primeras lecturas de esta obra como correctora como con la última lectura, esta vez ya como lectora, esta jovencísima escritora me ha sorprendido muy gratamente. En tan solo 210 páginas ha sido capaz de trasladar al lector hasta un internado en el que viven y estudian siete jóvenes: May, Shaunee, Rex, Pat, Dennis y los gemelos Andy y Drew. Estos siete jóvenes tienen una única afición: abandonar el internado a escondidas cada noche de luna llena para contar historias de terror alrededor de una hoguera en un claro del bosque. El libro está formado por ocho historias: La danza de la serpiente, Lisías, El hijo del diablo, Skela, Viaje sin retorno, La Muerte y la Princesa, Regresar al cielo y Ángeles de piedra. Ocho historias en las que los siete protagonistas dan rienda suelta a su imaginación pero, sobre todo, ocho historias en las que la autora demuestra no solo su desbordante y fascinante imaginación sino, especialmente, su gran dominio de la narrativa, con un ritmo trepidante que seduce, atrapa y engancha al lector desde el principio y hasta el final. Algo que, al menos para mí, tiene un gran mérito. Inventar, crear, dar forma a ocho historias variadas, cortas pero muy intensas, que nos hablan de muerte, de terror, pero también de amistad, de amor, de leyendas, de mitología, de adolescentes, de sueños, de fábulas, de familias, de pesadillas unas veces imaginadas y otras, por desgracia, reales, muy reales. Pero el mérito de Ana no acaba ahí. No solo ha sido capaz de narrar estas ocho historias sino que, además, las ha encajado a la perfección en un puzzle en el que los siete jóvenes del internado no son meros narradores sino que, muy a su pesar, se convierten en los protagonistas de su propia historia de terror. Poco a poco, irán descubriendo que en el internado no viven únicamente alumnos, profesores y diverso personal del centro. También viven unos fantasmas a los que solo ellos pueden ver. No pueden tocarlos, pero los fantasmas sí pueden tocarles a ellos y, como muy pronto descubrirán, son capaces de hacerles daño, mucho daño. Unidos, como un auténtico equipo, trabajando juntos, cada uno con sus planes y sus ideas, sabiendo que la amistad y la unión es su máxima fuerza, los siete jóvenes harán frente a los innumerables peligros que les acechan entre los muros del internado. Y poco a poco aprenderán que el terror, el miedo, el pánico, el dolor, la muerte, la injusticia, la tristeza, la incomprensión, la desesperanza o la desolación no se encuentran únicamente en los cuentos y en las historias de terror. Aprenderán que también forman parte de la vida, de la realidad, del día a día de cualquier persona. Aprenderán que el pasado y el presente no están tan alejados y, sobre todo, aprenderán que las historias, las buenas historias, nunca están en un lado o en otro, porque las historias siempre están entre la vida y la muerte. Unas historias sobre adolescentes, escritas por una adolescente, historias de jóvenes que, en contra de lo que pueda parecer a simple vista, no creo que sean únicamente para jóvenes. Al menos yo, a mis 28 años, he disfrutado muchísimo de estas historias de terror que me han hecho pasar miedo y que, además, me han entretenido, me han divertido, me han hecho pasar muy buenos ratos y me han atrapado, me han enganchado desde la primera hasta la última página. Y eso no lo consigue todo el mundo.