Historias minimas II
Me llamó Manolo la semana pasada. Me dijo que iba a estar en casa a la noche y como cada vez que cae hay que cancelar cualquier plan, cualquier cita y a cualquier invitado. Por que la verdad es que sólo necesita apoyar el culo en la silla, un plato cargado y unos fernets para empezar con la catarata de anécdotas. La verdad que el Manolo es un contador fantástico, se para, actua, hace voces, revolea los brazos. Un histriónico. Y vos viste que las anécdotas, como el buen escocés, con el tiempo mejoran.
Me dice “Como me voy a olvidar cuando fuimos a San Pablo por la Libertadores. Que viaje de locura loco, quemaban micros en la ruta te acordás?” Yo siempre le digo que no para motivarlo. “Si, boludo! Si te conté” me dice “Unos presos que se habían escapado de la carcél. Se amotinaron al costado de la ruta, se atrincheraron ahí y te liquidaban.
El Manolo me vuelve a buscar con la mirada y larga la de siempre “Salió igual la madre …el muy hijo de puta” y se caga de risa hasta las lágrimas. Dice que se acuerda de la mina cuando lo ve al pibe y que con ella no hablo más. Al pibe lo trajeron los abuelos en una viaje relámpago y se lo dejaron para siempre. Nadie se lo reclamo. Y hoy los recuerdos felices de San Pablo le afloran cada vez que lo mira a los ojos.