Historias mínimas
Ahí estaba Pablito, entre triperos como le gusta y esta esa mujer de la que no se acordaba el nombre que ya le habia preguntado, por algo que le pasa siempre. Les pregunta, le dicen y se olvida. Yo creo que es un problema de confianza. Da por hecho el rebote. Entonces como que apaga el audio. Ella le contestó y él retuvo lo que pudo (o lo que quizo) El apodo y el tamaño de las tetas.
Parecia que a Pablo se le daba al fin la mina que aparecio de la nada, tripera como el bosque, se había quedado con él. Definitivamente ella era la que había tomado las riendas del juego y eso lo incomodaba, le costaba la conversación. Se sintió ahogado, con mucho calor. Le pidió que lo esperará que iba al baño y volvia. “Te espero en la barra” le dijo ella.
Te conté que andaba Fito esa noche. Bueno en el baño que estaba lleno de gente y de cosas a uno se le fue la lengua con el ídolo que había ido de onda…para qué! Tole- tole en el baño y Pablo en el medio. A los empujones, perdiendo tiempo primero, perdiendo un diente después, perdiendo sangre más tarde y el conocimiento para después terminar acá donde estamos ahora, como cada fin de semana después de ese día. En la barra de un club vacio, sin música, ni mozos, ni gente…ni Loba. “Voy a seguir viniendo hasta que aparezca de nuevo” me dice con la mirada perdida. Pablito nunca fue el mismo después de aquella noche.