El acuerdo se ha alcanzado con los cuerpos y las mentes ya cansadas de ver las mismas caras durante horas, despiertos artificialmente a base de litros de expressos ristrettos (los favoritos en el cielo de John Malkovich) y capuccinos, la aportación más efectiva de Italia a esta desquiciada cumbre. A estas horas, ya de resaca tras la reunión rave, quien se disponga a ir a su trabajo, quien lo tenga, tienen que tener cuidado con los que vuelven a casa nerviosos del encuentro, pálidos y demacrados, no sea que nos atraquen amparándose en la semioscuridad del amanecer.
Los bancos españoles han sido los más castigados y deberán buscar 26.000 millones de euros, aunque están mucho menos expuestos a la deuda griega que los alemanes y franceses. Este capítulo forma parte de la letra pequeña y no hay manera humana de leer el por qué del castigo ejemplar. Por primera vez en la historia, España impone respeto, lástima que sea por su debilidad y no por su fortaleza. Paradojas del nuevo siglo. El muñeco hinchable se ha hecho tan grande que si se desinfla podría provocar un huracán y los nuevos aires no gustan a las clases políticas, siempre conservadoras cuando acarician el poder, como es el caso. De ahí tanto parche contra eventuales fisuras. En días como hoy, busco el sol en medio de la noche, vuelvo la mirada al norte y veo a Islandia, un país prácticamente invisible en los mass media, una rareza, algo que aquí nunca pasaría… pero que no corra la voz.