Podría ser Londres una experiencia única por varios motivos pero sin dudas lo que hace de esa ciudad algo diferente son las dimensiones ocultas detrás de capas y capas de calles, esquinas, parques y avenidas. Había pensado en seguir conociendo Londres, pero ahora desde una óptica distinta, la que revela el alma de la ciudades y su esencia mas profunda; los barrios, las afueras, los parajes que no son parte de un museo ni de las guías turísticas (aunque en este caso algunos datos se pueden encontrar). Barrio de Notting Hill, famosas cuadras que la magia del cine toco e hizo conocer al mundo, ahí estaba para empezar esta pequeña historia. Cualquiera podría entender que el destino de la caminata fuera la librería que protagoniza la película del mismo nombre, como si fuera un actor más. Sin embargo a pocos pasos de la estación de underground de Notting Hill Gate y de Bayswater Road comienza la calle de Portobello Road, una larga historia de pavimento que se dobla como si fuera un arco, en la promesa de que si seguimos avanzando descubriremos al que dice ser el mercado de antigüedades mas grande del mundo. No podría compararlo con nada y aunque pudiera no lo haría porque sería perder de vista lo mas importante. Portobello Road es un extraño pedazo de Londres, no es lo que uno espera encontrar en una ciudad como esta pero al mismo tiempo su ritmo, su estilo, su disposición y su espíritu son típicamente ingleses.El recorrido empieza suave entre casas bajas y clásicas, ladrillos, enredaderas, flores y puertas blancas. Como siempre en Londres el sol juega a las escondidas con la lluvia. Los negocios se suceden, uno al lado del otro, con la mas amplia variedad de elementos que alguien pueda imaginar, vinilos, ropa, zapatos, piedras, artefactos, imanes, souvenirs, vinos, zapatos, monedas (revolviendo en una palangana encontré dos monedas de 100 pesos argentinos), lámparas, ollas, jabones, posters, libros y una larga lista de etcéteras. Sobre la calle una segunda línea de puestos desafía el asombro. Mas libros, antigüedades y locuras pero también flores bellísimas, verduras que parecen irreales, pescados tentadores, pinchos gourmet, waffles enormes, juegos creativos, especias profundamente frescas y otra vez mas etcéteras. Son muchas cuadras, más vale ir armado de tiempo porque es esencial para poder disfrutarlo. El recorrido se desliza suave, apenas subiendo y bajando, tan solo mirando, tocando, de una forma tan natural que pareciera que uno pudiera dejarse llevar hasta quedarse prendido de alguno de los charcos que deja la lluvia cuando le gana al sol. Te cuento del viaje. @marcelolopezcba. argentina