En la zona donde vivía ella, la ciudad de Sariwon (situado en la provincia norte de Hwang-he), las inundaciones estivales eran constantes. Las aguas violentas penetraban insensiblemente en todos los rincones de la ciudad. Casi todas las fábricas se tenían que cerrar de forma obligada por falta de mantenimiento e incluso a los pequeños se les restringían asistir a las escuelas durante semanas por dicho escenario. "Los docentes de la escuela piden a sus propios alumnos que si podrían traer madera, gasolina, ladrillos o cemento para reparar la parte dañada de las escuelas...el régimen no mira estas cosas. Creen que son de menor importancia. Pero lo doloroso es que los directores castigan puntualmente como quitarles la mochila o prohibirles la entrada al colegio a los alumnos que no aportan suficiente material para la reconstrucción. Esto es increíble".
Ella nos cuenta una parte pesarosa de su vida. Su yerno había sido detenido por las fuerzas de la seguridad al intentar robar una gallina por no poder aguantar más el hambre. Fue inmediatamente encarcelado en una prisión cercana y agonizó ahí. Jamás pudo verle. La sombra de su arresto afectó a toda la familia que vivió durante una temporada, vigilada. Ella intentaba conseguir un trabajo para sostener a sus hijos pero la noticia del encarcelamiento se expandió como la pólvora que nadie la quería contratarla. Al no poder aguantar la presión del maltrato social que padecía, se escapó con toda su familia a China y actualmente sigue esperando una oportunidad para estar en un país tercero en un breve tiempo. El diario de Corea del Norte