Fue desde el año 94 quien él no había recibido ninguna ayuda alimentaria planteada por el régimen. Intentó vender las patas de las mesas de madera que tenía en casa en el mercado pero poca gente se había interesado en ellas. Probó ir por las montañas a recoger hierbas medicinales pero el éxito fue escaso y tuvieron que tomar sopas de pastos durante meses entre la familia. Todos pensábamos: "Mañana moriremos, la semana que viene moriremos, el mes que viene ya descansaremos en paz para siempre...". Vio como los aduladores del régimen sobrevivían con grandes cantidades de comida en sus despensas, mientras la gente digna como él caían al suelo sin poder levantarse.
Su esposa no aguantó más el hambre e intentó escalar por las montañas para coger raíces de árboles ya tallados pero no tuvo más noticias de ella. Poco tiempo después, su hija también murió de inanición. Pensó en suicidarse junto a su hijo pequeño: "Al final, no he podido. Sería yo un mal padre como para arruinar su futuro por culpa de mi egoísmo. Aguanto como puedo. Si sale algún trabajo corro por esa zona. Vendo cualquier cosa a escondidas...no descarto en escapar con mi hijo a China...estoy esperando el momento adecuado para hacerlo, que mi hijo es aún demasiado joven para morir..." El diario de Corea del Norte